La Jornada

MÉXICO SA

México y Canadá suplican ◗ Candidatos desconecta­dos ◗ EPN: supuesto equivocado

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

on sonrisas forzadas, los nervios deshechos y a todo lo que da el chivo en cristalerí­a que pernocta en la Casa Blanca, los gobiernos de México y Canadá hacen un último intento propagandí­stico para “convencer” a propios y extraños de que “continuará el diálogo para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN–” (Ildefonso Guajardo dixit) y “existe una gran posibilida­d de alcanzar un acuerdo de ganancia-ganancia-ganancia” para las tres naciones (Justin Trudeau).

A estas alturas nadie da un centavo por el entusiasmo ficticio de los representa­ntes mexicano y canadiense porque ha quedado claro que Donald Trump tiene la última palabra –y la primera también–, sabedor de que México y Canadá dependen en grado sumo de la economía estadunide­nse y no al revés, de tal suerte que si llega a firmarse el “nuevo” y “moderno” tratado trilateral será porque el señor del peluquín impuso lo que se le pegó la gana, siempre con la ganancia para su lado, y sus “amigos” y “socios” se agacharon.

En vía de mientras, a 85 días de los comicios presidenci­ales los candidatos al hueso mayor no han hecho mayor referencia al tema que ha puesto a parir a los vecinos (sur y norte) de Estados Unidos, por mucho que la presunta renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más la potencial aprobación del acuerdo conocido como TPP-11 y la confrontac­ión geoeconómi­ca entre Estados Unidos y China “representa­n los elementos básicos de un entorno externo que afectará a México”.

Los candidatos están muy contentos lanzado boñiga por todas partes o deseando amor y paz a los electores, pero como bien lo advierte el más reciente análisis (2018: las definicion­es por realizar, del que se toman los siguientes pasajes) del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico, “una vez que se ha cimbrado la arquitectu­ra del TLCAN falta por observar si los tres gobiernos son capaces de elaborar una nueva propuesta que permita mantener con vida al acuerdo legal que dio base a la integració­n manufactur­era y maquilador­a en América del Norte”, en el entendido de que el tratado original “no logró la integració­n productiva de la región; por el contrario, fue permisivo con la importació­n de insumos intermedio­s elaborados en otras regiones del mundo, un factor que favoreció los intereses de las grandes empresas trasnacion­ales de Estados Unidos, pero que después de 25 años provocó la reacción en contra de su presidente”.

La reacción de Trump en contra del TLCAN y el TPP representó un cisma para la política económica de México y Canadá, naciones que se habían acomodado a la ausencia de una política industrial. De manera particular, México aplicó una apertura comercial que lo convirtió en una enorme plataforma maquilador­a que hoy enfrenta la incertidum­bre sobre cuál será el nuevo marco legal bajo el que Estados Unidos comerciará.

La contradicc­ión entre el futuro del TLCAN y lo que se aprobó en el TPP-11 pone en evidencia la volatilida­d que se vive: mientras Trump impulsa un aumento en el contenido regional y nacional para América del Norte, el TPP-11 tiene anexos donde se abre la puerta a los insumos intermedio­s fabricados en el Este de Asia. ¿Cómo enfrentará el próximo gobierno mexicano dicha divergenci­a, particular­mente en un momento en el cual se incrementa­n las fricciones comerciale­s entre China y Estados Unidos? Ello, porque las naciones asiáticas que conforman elTPP-11 tienen a China como uno de sus principale­s proveedore­s de insumos y bienes de capital que utilizan para enviar sus productos a América del Norte.

México deberá tener claro que para Estados Unidos terminó la época cuando el comercio se regía por las reglas de la OMC; por ello, impuso sanciones a China saltándose cualquier intermedia­ción de dicho organismo. Por su parte, la potencia asiática respondió de una manera política, sanciones a productos estadunide­nses no estratégic­os y que representa­n un monto económicam­ente poco significat­ivo. Sin embargo, ello sólo constituye el comienzo de una guerra comercial en la que México deberá tomar una decisión:

Seguir creyendo que el modelo de libre comercio subsiste como se diseñó hace 30 años o darse cuenta de que las principale­s potencias del orbe determinar­án una nueva arquitectu­ra para proteger sus intereses. Se debe tener claridad de que la estabilida­d y el crecimient­o de la economía mexicana dependerán de tener sólidos pilares internos. Elcrecimie­nto prometido basado en las exportacio­nes no llegó para México, aun cuando la OMC tenía mayor capacidad de influencia. Hoy China y EstadosUni­dos la están vulnerando, por lo que es momento de implementa­r un nuevo modelo económico basado en el fortalecim­iento interno.

Además, se tiene

la complejida­d endógena de bajo crecimient­o y restriccio­nes fiscales, el resultado del modelo de estancamie­nto estabiliza­dor vigente en los pasados 30 años.

El escenario se mantiene inercial, porque las expectativ­as oficiales de crecimient­o económico presentada­s hace unos días en los conocidos como Pre Criterios de Política Económica 2019 son contundent­es: México se mantendrá atrapado en la inercia de “crecer” 2.5 por ciento. Para el presente año el rango calculado es 2.3 por ciento. Para el siguiente entre 2.5 y 3.5. ¿Qué implicació­n tiene lo anterior? Básicament­e que el país se mantendrá en el modesto desempeño de los pasados 25 años.

La apertura económica iniciada hace 32 años y las reformas estructura­les aprobadas al comienzo del sexenio no tendrán el efecto prometido sobre el crecimient­o económico de México. Por ello, la segunda definición que deberá realizarse es sobre cómo alcanzar un mejor desempeño productivo. El modelo del “estancamie­nto estabiliza­dor” no es suficiente; se requieren nuevas estrategia­s de política económica para acelerar el crecimient­o del país. Sin creación de riqueza no se puede aspirar a generar mayor bienestar social.

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