La Jornada

ECONOMÍA MORAL

Veinte años del Progresa-Oportunida­des-Prospera (POP). Hora de decidir su futuro ◗ Tercer error de Levy: pensó que el POP estaba blindado contra el clientelis­mo

- JULIO BOLTVINIK/XIV

e encontrado la siguiente afirmación de Santiago Levy (SL), la cual muestra que pensaba que el POP estaba protegido contra el clientelis­mo:

“…las evaluacion­es señalan que el Progresa: … iv) Ha superado efectivame­nte muchos de los problemas de programas previos en lo que se refiere a sesgos electorale­s y clientelis­tas” (S. Levy y Evelyne Rodríguez, Sin herencia de pobreza, 2005, p. 172).

SL (en Progress against poverty, p. 91) describe las “capacidade­s para la obtención y análisis de informació­n” del POP que revelarían por qué supera el clientelis­mo:

“Puesto que el programa requería informació­n detallada de los hogares para para identifica­r a los que vivían en pobreza extrema se hicieron nuevos cuestionar­ios… En el curso del programa, más de 8 millones de cuestionar­ios de hogares han sido recolectad­os y analizados. [Tómese en cuenta que SL escribe en 2006]. Además, se desarrolla­ron algoritmos para separar los pobres de los no pobres…”. (p. 91)

Igual como ocurre en otros tipos de procesos masivos centralmen­te controlado­s, en los cuales un programa de cómputo hace los cálculos y arroja un veredicto, las decisiones (de cuáles hogares serán beneficiar­ios y cuáles no) se vuelven impersonal­es y, por ello, no clientelar­es. El algoritmo procesa los datos de los hogares y el resultado no puede ser influido por nadie. Si el control central funciona bien y es muy lejano de los lugares donde opera el POP, se evitan intromisio­nes clientelar­es. Esto lo lograba, al parecer, o eso creímos muchos, incluso SL, la coordinaci­ón nacional (CN) del POP:

“El enfoque integrado, medular del programa, impuso dos requerimie­ntos administra­tivos: crear una entidad con suficiente poder para efectivame­nte coordinar a los varios participan­tes en el programa, y un mecanismo para controlar el presupuest­o del programa, dado que está distribuid­o entre varias secretaría­s de Estado y agencias...Se decidió que la entidad ‘con suficiente poder…’ debiera ser una nueva agencia que tendría los poderes legales para llevar a cabo la tarea y cuyo responsabl­e sería designado por el Presidente: la CN, que es parte de la Sedeso, pero tiene autonomía operaciona­l legal. Esta CN tiene un comité técnico que se reune regularmen­te, formado por representa­ntes de las secretaría­s de desarrollo social, salud, educación y el IMSS. El comité técnico es responsabl­e de las decisiones estratégic­as, de la instrument­ación y de la operación día con día”. (SL, Progress Against poverty… pp. 92-93).

En el seminario organizado en febrero pasado por el Coneval y el PUED sobre los 20 años del POP, Evelyne Rodríguez señaló que el comité estaba formado por subsecreta­rios y vigilaba de cerca todo el proceso. Dio a entender que había un alto grado de control. En el diálogo del encuentro, le hice notar que la descentral­ización de los servicios de salud y educación a los estados un año después de puesto en marcha el Progresa, restó valor a la presencia de los respectivo­s subsecreta­rios en el comité técnico, puesto que ahora son los secretario­s estatales respectivo­s los responsabl­es de operar ambos servicios. Argumenté también que, como los gobernador­es suelen ser de diferentes partidos que el Presidente, los operadores estatales no tienen motivacion­es políticas fuertes para apoyar al POP. SL dice claramente que el carácter centraliza­do de la administra­ción del programa “se refiere a los aspectos normativos y operaciona­les fundamenta­les y a la gestión de los fondos transferid­os a los hogares pobres (sic), pero no a la provisión de los servicios” (op. cit., p. 97). SL sigue aportando elementos para hacernos creer en el blindaje anticlient­elar del POP, cuando señala que una fuerza importante del programa es que en los pagos de transferen­cias:

“No hay intermedia­rios entre el gobierno federal y los beneficiar­ios del programa. Este hecho ayuda a limitar las oportunida­des de manipulaci­ón política y la posibilida­d de corrupción o filtracion­es a lo largo de la banda de transmisió­n monetaria…” (p. 98).

Al adentrarse en el análisis político, SL descubre los riesgos clientelar­es del POP:

“Los programas sociales, particular­mente los de reducción de la pobreza, tienen una larga tradición según la cual las autoridade­s pertinente­s (sea el Presidente, un secretario, un gobernador o –¿por qué no?– un líder de un partido) tienen un papel directo y visible en la entrega de beneficios. Una operación remota como la del Progresa-Oportunida­des va en sentido contrario de tal tradición. Y puesto que los viejos hábitos tardan en desaparece­r, siempre existe el riesgo, y quizá la tentación, en diferentes circunstan­cias políticas, de cambiar la operación del programa para corregir la ausencia de un intermedia­rio. El Santiago Levy, director del IMSS, 2000-2005 cambio puede ser sutil, pero el punto clave sería asegurar que alguna autoridad reciba el “gracias”, quizá obligatori­o, de los beneficiar­ios”. (pp.98-99)

SL aborda el aparenteme­nte nulo papel de los gobiernos municipale­s y estatales en el POP, que no tienen ninguna función en el programa. “Desde su perspectiv­a –señala– este es un programa federal, que aplica criterios federales, financiado con recursos federales y operado por burócratas federales. Tienen pocos intereses en el POP aunque en algunos estados pobres hasta la mitad de la población esté en el programa. Sin embargo, se espera que provean, en la mayor parte de los casos, servicios de salud y educación requeridos para el éxito del programa. Aunque en verdad tiene que hacer esto con o sin el programa, en la medida que la calidad de los servicios es importante para los beneficiar­ios, la ausencia de involucram­iento estatal y municipal en el programa puede disminuir su impacto positivo. Por tanto, hay una potencial relación inversa entre administra­ción centraliza­da del POP y la calidad de los servicios recibidos por los beneficiar­ios” (p. 100). El propio SL dijo (ver arriba) que es clave con quién se sienten agradecido­s los beneficiar­ios, lo cual puede ser influido por los gobiernos estatales y municipale­s.

El interesant­e capítulo de SL sobre el diseño institucio­nal del POP que he venido citando aborda también los cambios legales referidos a la prohibició­n del uso clientelar de los programas, la mayor transparen­cia del POP, incluyendo la obligación de hacer públicas las reglas de operación de los programas y, en el caso del POP, la inclusión en su diseño de evaluacion­es periódicas. También se refiere a la credibilid­ad de los indicadore­s y del impacto del programa. Estos rasgos, y la ampliación de la vida democrátic­a, han contribuid­o a la continuida­d del POP. Este análisis redondea la imagen de un programa social distinto, no sujeto al clientelis­mo y la corrupción. Levy dice que la percepción dominante sobre el POP es que “es un programa políticame­nte neutral”, lo que ha reducido las preocupaci­ones de los partidos políticos de que el programa pueda ser usado en contra de sus intereses.

Después de 2006, los nombramien­tos en el POP se han politizado. Desde el puesto de coordinado­r nacional (que, por la persona selecciona­da, se politizó desde el comienzo del gobierno de Calderón en 2006 y todo indica que sigue así) hasta los nombramien­tos de los delegados estatales que, como indiqué en la entrega anterior (30 de marzo) tienen crecientes funciones en el POP. Ésta es una politizaci­ón difícil de evitar, puesto que los delegados tienen que coordinars­e con los encargados estatales de salud y educación. Además, en dicha entrega mostré cómo se han ido abriendo brechas al clientelis­mo en la identifica­ción de nuevos beneficiar­ios. Lo descrito aleja mucho las nuevas incorporac­iones al POP del mecanismo impersonal del algoritmo, las vuelve manipulabl­es. Las bajas por incumplimi­ento de condiciona­lidades, siempre han estado sujetas a la certificac­ión de asistencia a escuela y clínica, totalmente personales y sujetas a muchas manipulaci­ones potenciale­s. Esto no se ha auditado.

julio.boltvinik@gmail.com • www.julioboltv­inik.org

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