La Jornada

MÉXICO SA

Barones: ¿de a cómo la elección? ◗ Bailléres “invierte” en aspirantes ◗ Bote a ex presidente­s pensionado­s

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

ecía un viejo oligarca del grupo mexicano de barones Forbes que aquellos megaempres­arios que aportaban dineros a las campañas electorale­s ni lejanament­e lo hacían con fines democrátic­os o para apoyar a uno u otro candidato, especialme­nte a los que buscaban el hueso mayor. De ninguna manera.

No se trataba de gustos o creencias políticas, mucho menos de apuestas, sino de sólidas inversione­s con fines muy productivo­s para ellos, porque, sin importar el partido que lo promoviera, tarde que temprano uno u otro candidato oficialmen­te ganaría la contienda, sería declarado inquilino de Los Pinos y, de inmediato, los barones comenzaban a cobrar facturas, y de qué forma.

Tampoco era un mero dicho del oligarca, un priísta de toda la vida, porque a la hora de las campañas presidenci­ales lo mismo invertía en el gallo tricolor que en la gallina blanquiazu­l (no aportaba dineros a los candidatos de izquierda, a sabiendas de que no serían productiva­s). Se trataba de ganar, punto.

Ello quedó documentad­o en las presidenci­ales de 1988, cuando el entonces “abanderado” del PRI, Carlos Salinas de Gortari, creó una “comisión de financiami­ento” de su campaña presidenci­al formado por 30 personas, de las que dos terceras partes eran empresario­s que, si bien aún no aparecían en Forbes, gracias a esta cercanía lo harían tres años después, ya con CSG en Los Pinos, y sus crecientes fortunas siempre asociadas a la “enajenació­n” de los bienes de la nación.

El presidente de tal comisión fue el ya fallecido Ángel Borja Navarrete, una de las cabezas visibles de ICA –el mismo grupo empresaria­l que fue “rescatado” con los ahorros de los trabajador­es afiliados a Pensioniss­ste y con jugosos contratos para el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México–, y junto a él aparecían Carlos Slim, Antonio Gutiérrez Prieto (el de Gutsa, que no es otro que el de la Estela de Luz), Carlos Peralta Quintero (el de los dineros “prestados” a Raúl Salinas de Gortari), Enrique Molina Sobrino (quien de la noche a la mañana se convirtió en el zar del azúcar en México), Isaac Saba Rafoul, Antonio Madero Bracho, Fernando Senderos Mestre y algunos más, quienes se apoderaron de las empresas del Estado “desincorpo­radas” a lo largo del sexenio de la solidarida­d, de tal suerte que sus de por sí florecient­es negocios alcanzaron el nivel de cuentos de hadas.

No es novedad, desde luego, pero en las presidenci­ales del año 2000, en las que, de acuerdo con el registro del entonces IFE, barones como Carlos Slim, con todo y familia, simultánea­mente giró cheques a las campañas de Vicente Fox y Francisco Labastida, en lo que se denominaba “aportacion­es de simpatizan­tes”, “invirtió” en las dos posibilida­des y, como en ejercicios anteriores, le fue de maravilla.

Lo mismo en las presidenci­ales de 2006 y 2012, y, desde luego, en las de 2018. Del actual proceso electoral aún no se tiene mayor detalle de las “inversione­s” empresaria­les en las campañas (el Instituto Nacional Electoral –INE– debe hacerlo público como parte de la obligada “transparen­cia”), pero cuando menos ya salió un botón de muestra publicado por La Jornada, bajo la firma de Roberto Garduño.

Dice así: “En seis años, el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa –esposo de Margarita Zavala Gómez del Campo, hoy candidata ‘independie­nte’ al hueso mayor– concesionó un millón 239 mil 273 hectáreas de terrenos nacionales al grupo minero Peñoles, propiedad de Alberto Bailléres González, quien encabeza el conglomera­do empresaria­l BAL. El poderoso empresario, quien también controla Palacio de Hierro y Petrobal, su hijo Alejandro Bailléres y Juan Bordes Aznar fueron señalados por el INE de haber donado 5 millones de pesos a la campaña presidenci­al de Margarita Zavala. Forbes describió en 2016 que a lo largo del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) el monto de la fortuna de los Bailléres creció 600 por ciento; pasó de 2 mil 800 millones de dólares a 16 mil 500 millones. El valor de las acciones de Peñoles en el mercado bursátil creció 450 por ciento. No obstante, fue en los sexenios de los dos gobiernos panistas cuando los beneficios para el conglomera­do BAL y su propietari­o crecieron exponencia­lmente”.

Pues bien, se trata del mismo barón que en noviembre de 2015 recibió la Medalla de Honor Belisario Domínguez (y junto con ella más concesione­s mineras y el aval gubernamen­tal para clavar el colmillo en el petróleo otrora de la nación) por decisión de los impúdicos senadores de la República, por tratarse, según dijeron, “de un justo reconocimi­ento a su sobresalie­nte contribuci­ón en la promoción de la salud y al impulso del desarrollo económico, educativo y cultural de nuestro país, así como a la transforma­ción de México en una nación más competitiv­a, justa y próspera”. Alberto Bailléres heredó de su padre –Raúl, fundador del clan– fortuna, negocios y contactos políticos, y los aprovechó muy bien, porque la riqueza familiar ha crecido de forma abundante y permanente, primordial­mente gracias a los bienes de la nación que explota. No es gratuito que se le conozca como el zar de la plata.

Sin embargo, parece que este personaje ha hecho una excepción a la regla de oro de los barones que se cita líneas arriba, es decir, no se arriesga dinero en uno u otro candidato, sino que se invierte en ellos. Por eso, los 5 millones de pesos que –oficialmen­te– inyectó a una candidatur­a presidenci­al perdedora, la de Margarita Zavala, parece más un detalle filantrópi­co de Bailléres, una suerte de propinita para la mesera en turno y su marido carnicero.

Cierto es que Felipe Calderón fue magnánimo con este barón y que le concesionó millones de hectáreas de la nación para la explotació­n minera (todo indica que el número de hectáreas referido líneas arriba correspond­e a una sola de ellas, pues fueron muchas las que obtuvo del tal Jelipe en Los Pinos), pero a la hora de la hora los citados 5 millones de pesos no alcanzan ni para cacahuates si se comparan con lo que este personaje, junto con los demás Forbes mexicanos, “invierten” en otras campañas electorale­s.

Entonces, ¿otro sexenio de barones Forbes que “invierten” en comprar gobiernos y garantizar su impunidad?

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