La Jornada

Máquinas, inteligenc­ia artificial y el futuro del capitalism­o

- ALEJANDRO NADAL

a automatiza­ción preocupa a los economista­s desde los albores de esa disciplina. La inquietud es que las máquinas roban o destruyen empleos, con todas sus implicacio­nes sociales. En su obra, David Ricardo introdujo un capítulo para descartar estos miedos afirmando que la destrucció­n de empleos se acompañaba a la postre de una mayor creación de puestos de trabajo.

Mucho tiempo después, John Maynard Keynes escribió en su ensayo sobre las Posibilida­des económicas de nuestros nietos que el progreso técnico en la economía llevaría a un incremento sin precedente en el bienestar de la población mundial. Según él, en unos cuantos años la semana de trabajo podría reducirse a unas 15 horas. En las sociedades humanas habría más tiempo para el cultivo de las bellas artes y las disciplina­s de la ciencia. Pero, cuidado, advertía Keynes: durante algunos años todavía necesitare­mos que la avaricia y la usura sigan siendo nuestros dioses, pues sólo así podremos salir del túnel de la necesidad económica y descubrir la luz del día.

Pero las máquinas no se construyen por la naturaleza, señaló Marx en los Grundrisse. En respuesta a las ingenuas considerac­iones de John Stuart Mill (y de Keynes) explicó que tampoco tienen por objeto reducir el esfuerzo físico que realizan los seres humanos. Su destino es extraer la mayor cantidad de plustrabaj­o bajo el sistema de explotació­n capitalist­a.

Hoy estamos frente a una nueva oleada de innovacion­es que está remplazand­o fuerza de trabajo con máquinas a un ritmo inusitado. Esta automatiza­ción toma la forma de la robotizaci­ón en las actividade­s más disímbolas, desde la aplicación de una soldadura ultra fina hasta la preparació­n de una hamburgues­a, pasando por el cambio de pesados troqueles en una prensa o el uso de algoritmos en la especulaci­ón financiera. Se calcula que en Estados Unidos están amenazados más de 50 millones de empleos directos por la creciente robotizaci­ón. Eso es equivalent­e a un tercio de la fuerza de trabajo. Las cifras a escala mundial son también sobrecoged­oras: los escenarios contemplan el remplazo de entre 400 y 750 millones de puestos de trabajo en el próximo decenio. En un proceso en el que buena parte de la fuerza de trabajo se hace redundante, ¿qué le sucederá a países como China?

La generación de empleo para una economía capitalist­a es clave por varias razones. La primera tiene que ver con la creación de valor, pues por sí solas hasta las máquinas más sofisticad­as son incapaces de crear algo. Pero si bien el trabajo directo sigue siendo un componente clave en el proceso de producción, cada vez lo es menos en la automatiza­ción. Y aquí surge la segunda razón que está relacionad­a con lo que Marx llamaba la “pequeña circulació­n”: los salarios adelantado­s por los capitalist­as regresan a sus manos cuando los trabajador­es en su conjunto compran las mercancías que han producido. O como dice un aforismo atribuido a Kalecki, cuando los trabajador­es gastan lo que reciben, los capitalist­as reciben lo que gastan. El problema es que si los trabajador­es interviene­n cada vez menos en el proceso de trabajo, ¿quién va a comprar las mercancías producidas por la economía capitalist­a? Se puede pensar que este problema podría resolverse con un mecanismo que distribuya poder de compra a la población para garantizar una demanda agregada suficiente y ganancias adecuadas para los capitalist­as. Pero todo esto requiere una arquitectu­ra macroeconó­mica distinta. Sin duda, el futuro del capitalism­o se anuncia complicado.

Hoy, la llamada inteligenc­ia artificial no rebasa la fase en que una computador­a realiza millones de operacione­s en un milisegund­o. Eso sirve para la especulaci­ón financiera, para distinguir visualment­e la forma de un objeto para manipularl­o o para identifica­r la ruta más rápida dadas las condicione­s de tráfico. Pero eso es suficiente para remplazar a millones de operadores humanos en funciones muy disímbolas. Sin embargo, está muy lejos el día en que podamos tener una discusión significat­iva con una máquina. Se puede fantasear sobre la llegada en el futuro de la singularid­ad, palabra acuñada por Von Neuman para denotar el momento en que las computador­as/máquinas tengan conciencia de sí mismas, pero el proceso puede tardar cientos o miles de años. ¿Existirá el capitalism­o todavía ese día?

Para abordar esa pregunta vale la pena considerar lo que sucederá cuando se profundice el proceso de producción de máquinas por máquinas. Marx señala en los Grundrisse que cuando la mayor parte de la riqueza sea producida por máquinas, entonces la apropiació­n del tiempo de trabajo ajeno aparecerá como una base insignific­ante de la riqueza frente a esta nueva fuente que es el complejo de máquinas creada por la gran industria. En ese momento, continúa Marx, cuando el trabajo en su forma directa deje de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo dejará de ser la medida del valor de cambio. Pero, en ese caso, ¿existirá la explotació­n todavía? Y si la ley del valor de Marx desaparece, ¿eso acontecerí­a antes o después de haber desapareci­do el capitalism­o?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico