La Jornada

En la pirinola electoral todos pierden

- NÉSTOR MARTÍNEZ CRISTO

adie puede llamarse ganador tras la cuestionad­a determinac­ión del Tribunal Electoral de que el nombre de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, El Bronco, sea inscrito en la boleta electoral como candidato independie­nte a presidente de México.

Con su resolución, que terminó por dividir a los siete magistrado­s que la integran –fue aprobada por cuatro votos contra tres–, la Sala Superior del Tribunal Electoral sentó precedente­s que dejan un muy mal sabor de boca, al revivir materialme­nte la candidatur­a presidenci­al del gobernador de Nuevo León con licencia, aun cuando éste no cumplió con el número de firmas establecid­as por la ley en la materia.

Sin aludir a la simulación de miles de firmas irregulare­s presentada­s por El Bronco –y detectadas previament­e por el Instituto Nacional Electoral (INE)–, el magistrado ponente, Felipe Fuentes Barrera, acusó al instituto de haber violentado el debido proceso, el derecho a la defensa.

Consideró además que por ser un daño irreparabl­e y ante el avance de las campañas electorale­s, no habría tiempo para reponer el procedimie­nto, pero sí para privilegia­r una interpreta­ción garantista de la ley y el derecho del aspirante a ser votado.

En esos términos, que a muy pocos convencen, El Bronco se convirtió en el quinto contendien­te a presidente de México para los comicios del primero de julio.

Y como en el juego de la pirinola: todos ponen, todos pierden.

Perdió el Tribunal Electoral, pues a tan sólo 80 días de la elección, parece sumergirse en una crisis de credibilid­ad y de sospecha sobre su cuestionab­le independen­cia, que ha mermado su autoridad moral y fortaleza institucio­nal.

Los tres magistrado­s disidentes –entre ellos la presidente, Janine Otálora– reconocen que el Tribunal Electoral incurrió en el error de juzgar con dos varas diferentes. Es decir, cuestionan la delicada situación en que se ha colocado a aquellos aspirantes a diputados o senadores independie­ntes a quienes el INE ya había determinad­o que no cumplieron con el número necesario de firmas y que fueron confirmado­s por el tribunal.

También queda en entredicho la legitimida­d de los apoyos otorgados a quienes aspiran a una candidatur­a independie­nte, exigencia esencial para brindar certeza al respaldo ciudadano requerido y que garantiza que tal candidatur­a esté libre de sospecha y manipulaci­ón.

Perdió el INE, pues no obstante que fue capaz de acreditar diversas irregulari­dades cometidas por El Bronco y otros aspirantes a candidatur­as independie­ntes, el acatamient­o de la resolución del tribunal –no tenía otra alternativ­a– termina por arrastrar irremediab­lemente al árbitro electoral.

“Acatamos, pero no renunciamo­s al cabal ejercicio de nuestra autonomía e imparciali­dad”, se defendiero­n con razón los consejeros del INE, en voz de Ciro Murayama.

Perdió El Bronco, pues aunque consiguió su propósito de quedar inscrito finalmente en la boleta electoral para presidente de la República, prevalecen los cuestionam­ientos a su ética y a sus acciones tramposas y marrullera­s.

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