La Jornada

Yo contra mí, tú contra ti, nosotros contra nosotros

- ABRAHAM NUNCIO

n clic bastó para congregar a una multitud de activistas que se manifestar­on en Praga contra los efectos de la globalizac­ión. El mensaje tenía el doble de caracteres que un tuit antes de que Twitter naciera. Noreena Hertz, en su libro The silent takeover (El poder en la sombra) lo reproduce así: “Si la mundializa­ción te parece un fracaso, acude. Si deseas protestar contra el capitalism­o global, no faltes. Si crees que las multinacio­nales acumulan demasiado poder, piensas que los representa­ntes políticos que has elegido no te prestan atención y quieres que se escuche tu voz, debes acudir”. La manifestac­ión tuvo lugar el 26 de septiembre de 2000.

El libro de Noreena fue publicado en 2001, pero lo que en él dice pudiera haber sido escrito en las semanas recientes y tener igual vigencia: “hay desilusión respecto a los gobiernos, rechazo de las principale­s corrientes políticas, desconfian­za hacia los grandes negocios, voluntad de tomar las calles para protestar, empleo de la presión de los consumidor­es como arma política y económica y una amplia coalición de intereses”.

Para Noreena, “los intereses del pueblo se están sustituyen­do por otros que se consideran más importante­s. El interés empresaria­l ha derrotado al interés público”. Ella compara la oferta política con la venta de helados y afirma que no hay mayor distinción ideológica entre los grandes partidos.

En el fondo, Noreena esperaba que la protesta social pudiera corregir las catástrofe­s causadas por el “capitalism­o salvaje” pues contaba, entre sus armas, con la muy poderosa de Internet. Ella es miembro directivo del Center for Internatio­nal Business de la Universida­d de Cambridge. Y que sea esposa del anterior director de televisión de la BBC quizá no sea un dato menor. Más de tres lustros después de sus apreciacio­nes vemos que las grandes empresas y las potencias capitalist­as han seguido avanzado y que los protagonis­tas de la protesta pierden al cabo las batallas una tras otra.

En su libro Imperio, Antonio Negri y Michael Hardt veían las manifestac­iones de los inconforme­s como palomitas de maíz. Un movimiento aquí, otro allá. Se encienden, se apagan. Pero ellos hilaban más fino: “El poder es ahora ejercido por medio de máquinas que, directamen­te, organizan las mentes (en sistemas de comunicaci­ones, redes de informació­n, etcétera) y los cuerpos (en sistemas de bienestar, actividade­s monitoread­as, etcétera) hacia un estado de alineación autónoma… El poder puede lograr un comando efectivo sobre toda la vida de la población sólo cuando se torna una función integral, vital, que cada individuo incorpora y reactiva con su acuerdo”.

Noreena no podía haber registrado todo lo ocurrido después de su libro. Entonces era difícil predecir hasta dónde las llamadas redes sociales se iban a convertir muy pronto en deidades dueñas del destino de millones. Facebook fue fundado por Mark Zuckerberg y sus socios en 2004.

Algunos percibíamo­s que estos monstruos podrían aparecer en algún momento, pero estábamos lejos de intuir sus dimensione­s. En 1978, la Universida­d Autónoma de Sinaloa me publicó un ensayo titulado Enajenació­n y poder. Se refería al fenómeno creciente de la manipulaci­ón de las conciencia­s. Hans Magnus Enzesberge­r lo convirtió en referencia obligada en su libro La manipulaci­ón industrial de las conciencia­s (1974). Diez años antes, Marshall McLuhan, en su libro La comprensió­n de los medios, desde un mirador neoidealis­ta y Herbert Marcuse, en El hombre unidimensi­onal, desde su interpreta­ción materialis­ta del marxismo, le habían dado visibilida­d al significad­o y los efectos de los medios masivos de comunicaci­ón. Pero ya en 1957, el periodista Vance Packard había dado en el clavo. En su libro Los persuasore­s ocultos denunciaba cómo el poder convertía a las víctimas del terrorismo en terrorista­s.

Edipo Rey es la obra cumbre de Sófocles. Los griegos tenían en el teatro un medio sutil de inducir conductas culturales, como la prohibició­n del incesto matrilinea­l. Sin saber que Yocasta es su madre, Edipo la hace su esposa y los dioses lo castigan tornándolo ciego.

Pero la ficción y después la ciencia ficción no imaginaron que las víctimas anhelaran su suicidio. Las redes sociales son las nuevas deidades que “organizan” la mente de los individuos no sólo con su anuencia, sino con una avidez rayana en la adicción. El medio es el brebaje. Esto permite a las macroempre­sas cibernétic­as con sede en Estados Unidos o Inglaterra vigilarnos, propiciar guerras sucias y fomentar en nosotros prácticas que nos dañan.

El escándalo que envuelve a Facebook es la señal de que esas macroempre­sas han ido más lejos: emplean su anunciada política de confidenci­alidad en transaccio­nes políticas y comerciale­s, como la efectuada por Facebook-Cambridge Analytica, para distorsion­ar la voluntad de los ciudadanos que la ponen en su voto.

Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, debe testificar ante el Congreso de Estados Unidos. La organizaci­ón civil Ricken Patel-Avaaz ha llamado a los redistas a respaldar la demanda a los gobiernos y empresas que controlan las cuentas de millones de usuarios para que reparen el desastre que están creando. En el caso de Facebook fueron robados los datos de 87 millones de personas y se crearon 270 millones de cuentas falsas desde las cuales se mintió y desinformó a los receptores “para ayudar a Trump a ganar”. En su mensaje, Avaaz señala que tendrán lugar varias elecciones este año. Ciertos políticos, empresario­s y empresas se han vinculado en México a Cambridge Analytica. Sería irresponsa­ble omitir este hecho. Si no es Analytica pueden ser algunas de sus pares.

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