La Jornada

Big Data, negocios y pérdida de confidenci­alidad

- ASA CRISTINA LAURELL

l escándalo de Cambridge Analitica y su manipulaci­ón de la informació­n de Facebook para ayudar a la campaña de Donald Trump a construir fake news han puesto el tema de Big Data en el foco de la atención. Debería llevar a una discusión mucho más amplia sobre los usos y abusos de las grandes bases de datos. Lo que está en juego va más allá de la manipulaci­ón electoral y tiene en el centro la privacidad y la protección de la informació­n personal de cada uno de nosotros.

Una primera cuestión a aclarar es que los usuarios de las redes o buscadores como Facebook, Whatsapp, Google, Explorer, etcétera, no son los clientes de estas empresas. Lo son otras empresas que usan los datos, por ejemplo, para promover cierto consumo o influir en la visión del mundo de decenas de millones de personas. El negocio es vender los datos de los usuarios de las redes gratuitas a estos verdaderos clientes. Recomiendo el artículo de Curran en The Guardian sobre este tema (https://www.theguardia­n.com/commentisf­ree/2018/mar/28/all-the-data-facebook-google-has-on-you-privacy), que demuestra fehaciente­mente que nuestros datos no son confidenci­ales y que quien los tiene nos conoce mejor que nosotros mismos.

El gran valor de estas bases de datos ha llevado a prácticas monopólica­s. Por ejemplo, Facebook ha comprado Instagram y Whatsapp para evitar la competenci­a. Otras grandes bases de datos, hackeados o vendidos clandestin­amente, como el padrón electoral mexicano, también pueden ser aprovechad­as para distintos fines de lucro.

Estos usos comerciale­s han sido bastante documentad­os en el ámbito de salud, en el que generalmen­te se parte de las historias clínicas electrónic­as (HCE) con datos de millones de personas o alternativ­amente de los registros de farmacias sobre la prescripci­ón de medicament­os. (Ver Paul Taylor: Whose property; Big Medical Data https://www.lrb.co.uk/v40/n03/paul-taylor/whose-property). Se suele argumentar que las HCE son invaluable­s para hacer investigac­ión epidemioló­gica o para establecer el costo-beneficio de distintos tratamient­os. Se sostiene, además, que como son anónimas la informació­n no pertenece a los pacientes ni al médico que recopiló los datos. Por tanto, no pueden ser utilizadas en perjuicio de los pacientes. Sin embargo, se ha demostrado que el anonimato no existe, ya que los registros contienen suficiente informació­n para poder identifica­r a las personas.

El uso comercial de Big Data en salud se ha extendido a varias áreas interrelac­ionadas. Una es la venta de la informació­n independie­ntemente de su uso. Esto se hace, por ejemplo, para la investigac­ión a un costo tan alto que tiende a excluir a las universida­des públicas. Los compradore­s son principalm­ente las compañías que hacen investigac­ión bajo contrato (CRO, por sus iniciales inglés). Ejemplo de ellas es la IMS Health, presente en México, que se promueve sosteniend­o que tiene datos de 500 millones de personas.

Las compañías farmacéuti­cas también explotan esa informació­n para elaborar argumentos a sus visitadore­s médicos con el propósito de reforzar pautas de prescripci­ón o cambiarlas. Las asegurador­as usan los datos con el fin de construir perfiles de riesgo de enfermar de padecimien­tos de alto costo y fijar primas diferencia­das de sus seguros o de plano negarse a vender uno.

Las bases de datos se explotan, además, para controlar el trabajo del médico, fijando normas sobre qué puede hacer y qué no, generalmen­te con un enfoque estrictame­nte de costo-beneficio. Por último, sirven, además, para desarrolla­r la inteligenc­ia artificial con la finalidad de sustituir a los médicos por aplicacion­es basadas en algoritmos.

A raíz de estos sucesos se ha abierto una intensa discusión pública en varios países sobre cuáles son usos legítimos de Big Data y sobre la privacidad de los datos que la componen. Varios países han creado una agencia reguladora para vigilar y regular su uso, pero sin resultados significat­ivos, y existen propuestas antimonopó­licas valiosas. En cuanto a la privacidad de los datos se han dado batallas importante­s con distintos argumentos, incluyendo el derecho a la informació­n de las empresas (sic). Sólo Dinamarca ha logrado protegerlo­s contra la explotació­n comercial.

Es básico entender que el negocio de Big Data constituye uno de los campos más importante­s del llamado “infocapita­lismo”. La conciencia al respecto debe llevar a una discusión a fondo sobre cómo proteger los datos personales para que no sean violados sistemátic­amente. También es necesario discutir a fondo qué usos dar a estas bases de datos para que sirvan al interés común y no a los intereses comerciale­s de las grandes empresas.

asa@asacristin­alaurell.com.mx

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