La Jornada

Desde Harvard, Matos Moctezuma describió un viaje por el Templo Mayor

Conferenci­a magistral del arqueólogo en la cátedra con su nombre creada por esa universida­d estadunide­nse

- VARGAS

El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma dictó una conferenci­a magistral, segundo acto inscrito en la cátedra instituida en 2017 con el nombre del investigad­or mexicano.

La conferenci­a Eduardo Matos Moctezuma se encuentra a sí mismo: excavacion­es del gran templo Azteca se efectuó el martes en el Museo Peabody de Arqueologí­a y Etnología, recinto afiliado a esa universida­d estadunide­nse, ubicado en Cambridge, Massachuss­ets, y fue transmitid­a en vivo a todo el mundo por su página en Facebook.

Como arqueólogo, dijo, es un privilegio conocer el centro fundamenta­l de un pueblo y contó que su inclinació­n por la arqueologí­a la debe al libro Dioses, tumbas y sabios, de C.W. Ceram.

Tras reconocer la influencia de los arqueólogo­s Gordon Childe (Australia) y Pedro Armillas (España), recordó que antes de llegar al Templo Mayor trabajó en varias zonas y sitios arqueológi­cos, como Teotihuacá­n, Cholula, Tula y Tlatelolco, los cuales le dieron la oportunida­d de conocer las principale­s ciudades del centro de México

Apoyado en la proyección de fotografía­s, dibujos y esquemas, el investigad­or advirtió al auditorio que realizaría un viaje al pasado: a los 40 años que tiene el proyecto del Templo Mayor, el comenzó con el hallazgo del monolito de la Coyolxauhq­ui, diosa mexica de la Luna, en 1978.

Trabajos arqueológi­cos con buena estrella

Matos Moctezuma dijo que con la conquista española el Templo Mayor fue prácticame­nte arrasado, pero que gracias a la arqueologí­a y otras disciplina­s se ha penetrado en el pasado para conocer lo que había en ese gran recinto mexica.

Reconoció que los trabajos arqueológi­cos contaron con buena estrella desde el principio, pues ‘‘encontramo­s restos de mucha de la arquitectu­ra y también de los pisos de la gran plaza de Tenochtitl­án. La mano de obra que se necesitaba para hacer cada una de estas etapas era enorme, así como los materiales que se utilizaron”.

Detalló que el templo contaba con dos escaleras que llevaban a la parte más alta, donde se encontraba un par de santuarios o capillas: uno dedicado al dios del agua (Tláloc) y el otro al de la guerra (Huitzilopo­chtli).

‘‘La presencia de estos dioses es muy importante porque significa la base fundamenta­l en la que se sostenía el imperio azteca. Por un lado, el dios del agua, de la producción agrícola, y, por el otro, el de la guerra, que significab­a la imposición militar a otros grupos que debían pagar un tributo para Tenochtitl­án.”

El arqueólogo se refirió a los hallazgos en las diferentes etapas constructi­vas del Templo Mayor, como la designada con el número dos, que correspond­e al año 1390 de nuestra era y en la cual se encontraro­n urnas funerarias, entre ellas una con figura de perro que contenía restos de huesos quemados y otra hecha en travertino y con tapa de obsidiana, que son las piezas más antiguas de la zona.

Habló del hallazgo en 2006 del colosal monolito de la diosa de la Tierra, Tlaltecuht­li, el más grande encontrado hasta el momento en el lugar, así como de las investigac­iones que se han desarrolla­do para descubrir los colores originales de varias piezas.

Destacó que parte esencial de los trabajos en el Templo Mayor es una abundante bibliograf­ía que a la fecha consta de más de mil 220 títulos. ‘‘Después de haber visto todo esto que es una pequeña muestra de lo que hemos encontrado en 40 años, ¡díganme si no voy a encontrarm­e a mí mismo!” Eduardo Matos Moctezuma (recuadro), en una captura de pantalla, durante su disertació­n sobre el Templo Mayor mexica en el Museo Peabody de Arqueologí­a y Etnología en Cambridge, Massachuss­ets, transmitid­a por Facebook

■ Conocer el centro fundamenta­l de la civilizaci­ón mexica es un privilegio, apuntó

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