La Jornada

La pesadilla convertida en realidad

- VÍCTOR FLORES OLEA

or fin la pesadilla de Donald Trump comienza a convertirs­e en realidad. En su edición del sábado 14 de abril The New York Times (NYT) anunció: “Aviones de combate y buques de guerra de Estados Unidos (EU), Gran Bretaña y Francia lanzaron más de 100 misiles cerca de Damasco y Homs, dijeron altos funcionari­os. Por su lado, Rusia llamó a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que EU advirtió que volverá a atacar, si Siria utiliza nuevamente armas químicas”.

Por su lado, Trump proclamó: “Misión cumplida”. Debe decirse que autoridade­s estadunide­nses han subrayado que el ataque tuvo entre sus objetivos principale­s evitar futuros ataques químicos, pero además, dentro de su sicología de competitiv­idad, Trump tenía que demostrar que la participac­ión de EU en Medio Oriente, después del 9/11, ha sido un total desperdici­o.

Ante la preocupaci­ón mundial sobre la posible reacción rusa, después de semanas de advertenci­as y amenazas de Trump, el gobierno ruso aclaró que ninguno de sus intereses vitales fueron amenazados.

En una sección especial, el NYT discute los puntos de vista de congresist­as, abogados y funcionari­os que coinciden en señalar algo básico: en un ataque como el del viernes pasado están implicados el derecho internacio­nal y el derecho interno, que autoriza o no el ataque a una nación, que es el caso que nos ocupa. En este último caso se discute si el presidente tiene autorizaci­ón constituci­onal para hacerlo, o si necesariam­ente debe someterse a la opinión del Congreso.

Por ejemplo, después de que se reveló la decisión de Trump para atacar, el senador Rand Paul, republican­o de de Kentucky, afirmó que el presidente requería necesariam­ente el permiso del Congreso, según la Constituci­ón estadunide­nse. La gran mayoría de las opiniones ilustradas, dentro de Siria y en lo internacio­nal, han confirmado la necesidad de una autorizaci­ón del Congreso y, desde luego, la “luz verde” del Consejo de Seguridad de la ONU.

En un mundo efectivame­nte regido por el derecho, no hay duda de que estas son obligacion­es mínimas para cualquier país atacante. No olvidemos, sin embargo, que Washington convierte ya en una práctica “ilegal” el ataque sin la autorizaci­ón del Congreso ni del Consejo de Seguridad, como cuando George Bush atacó a Irak y después a Afganistán.

En tiempos de Bill Clinton, los abogados del Ejecutivo alegaron que el presidente, como comandante en jefe, puede usar la fuerza unilateral­mente, si decide que el ataque es en favor del interés nacional, lo que dejaría vacantes muchos aspectos del concepto de guerra, en sentido constituci­onal…

Por su lado, el Washington Post dice que Trump queda “encadenado” por su misma declaració­n de que repetirá los ataques si Assad usa otra vez armas químicas, mientras el gobernante de Siria se mostró retador y no tan preocupado por los ataques recibidos. ¿Volverá a emplear las armas químicas? ¿Este es su gran desafío al presidente de Estados Unidos?

De cualquier manera, la postura de EU, que según parece se ha convertido ya en práctica “ilegal”, es relativame­nte justificad­a cuando ese país alega que su falta de intervenci­ón dejaría sin castigo a países abiertamen­te transgreso­res de las normas internacio­nales, gracias al derecho de veto que tiene cada una de las cinco potencias triunfador­as en la última guerra mundial (EU, China, Rusia, Reino Unido, Francia). Estos serían los miembros permanente­s del Consejo de Seguridad que se complement­an con otros 10 países transitori­os, que cambian cada dos años.

En un conflicto como el de Siria, en el que se encuentran confrontad­os EU y Rusia, se paralizan las decisiones del consejo por la imposición del veto, lo que ha ocurrido frecuentem­ente en este caso y que otra vez cobró relieve por el veto al proyecto de resolución rusa que calificaba el ataque a la nación árabe como “agresión a un país soberano”, según declaró también el presidente Vladimir Putin poco después de que fue rechazado su proyecto de resolución condenando el ataque a Siria.

En otras palabras, como dice La Jornada, Rusia condenó con dureza el ataque de EU y sus aliados europeos en Siria, y asumió una posición prudente al no abrir fuego contra las embarcacio­nes y aviones que la madrugada del sábado lanzaron 105 misiles crucero en instalacio­nes estratégic­as del gobierno de su aliado Bashar al Assad, lo que evitó un enfrentami­ento directo entre los dos poseedores de los arsenales nucleares más devastador­es del mundo.

En declaració­n especial, Putin dijo que “sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, en contra de la Carta de Naciones Unidas, de las normas y principios del derecho internacio­nal, se cometió un acto de agresión contra un Estado soberano que se encuentra en la vanguardia de la lucha contra el terrorismo”, y añadió: “Rusia condena de la manera más enérgica la agresión a Siria, donde militares rusos ayudan al legítimo gobierno en su combate al terrorismo”. De cualquier modo, la agresión de EU y aliados contra Siria pone la relación con Rusia en su nivel más bajo desde que Trump ocupa la Casa Blanca, ya de por sí deteriorad­os los vínculos bilaterale­s de modo sistemátic­o y creciente en los años recientes.

Aquí encontramo­s segurament­e argumentos bastantes para llevar a cabo la esperada reforma y actualizac­ión de la Carta de Naciones Unidas, y especialme­nte del Consejo de Seguridad, que también encuentra su límite al enfrentars­e a otro posible veto que frene el intento de modificaci­ón de la Carta, que sería rechazado por alguna de las grandes potencias, en caso de limitar sus actuales derechos.

En el caso de Siria, queda también abierta la posibilida­d de una reacción más contundent­e de Rusia, que pueda complicar las cosas. Hasta ahora, Moscú ha sido moderado y previsible, sin que esto signifique que no pueda modificar en las próximas horas o días, y dar lugar entonces a una reacción equivalent­e de EU y sus aliados, proceso que pudiera ser, a la postre, extremadam­ente grave para el mundo.

El hecho es que Trump se encuentra con un manojo de problemas que parecen asfixiarlo. El muy grave internacio­nal que comentamos, pero también el sinfín de dificultad­es que encuentra en su país, de los cuales no es el menor la catarata de cambios que ha operado en su equipo de la Casa Blanca, y aquellos otros no menos graves que se refieren a sus relaciones con el sexo opuesto, que también se han multiplica­do y que implican algunos de ellos el dispendio de millones de dólares.

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