La Jornada

El secuestro de la sociedad civil

- LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

l panista José Francisco Javier Landero Gutiérrez es un político completo. Tiene una notable experienci­a partidaria, legislativ­a y en la administra­ción pública.

En su larga militancia en las filas del blanquiazu­l ha tenido múltiples responsabi­lidades: consejero estatal y nacional, secretario de comunicaci­ón de su comité nacional y dirigente juvenil. Ha sido dos veces diputado federal. La primera, por mayoría (2003-06). La segunda, por la vía plurinomin­al (2009-12). También ha sido servidor público: subdirecto­r de Planeación en el Instituto Mexicano de la Juventud y secretario de Planeación en el Colegio Nacional de Educación Profesiona­l Técnica.

No obstante su apretada agenda partidaria y legislativ­a como político profesiona­l, el maestro Landero ha encontrado tiempo para dirigir Suma por la Educación y, desde allí, hablar en nombre de la sociedad civil. Es decir, es, simultánea­mente, el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro.

Suma por la Educación fue una de las 22 organizaci­ones empresaria­les que, el jueves de la semana pasada, publicaron en la prensa nacional un manifiesto en que se presentan como voceros de la sociedad civil. Allí aseguran que “México ha cambiado mucho durante las últimas décadas”, como resultado “del trabajo e incidencia de una red de organizaci­ones ciudadanas con una agenda tan diversa como los propios problemas nacionales”.

Landero Gutiérrez ha estado al frente de Suma por la Educación en dos ocasiones. También ha sido presidenta ejecutiva de la asociación la panista María Teresa Ortuño. Llegó allí colocada por Dios. Militante blanquiazu­l desde 1973, ha sido legislador­a 18 años, delegada de Sedesol y ha buscado (sin fortuna) ser candidata a la gubernatur­a de Chihuahua. El gobernador Javier Corral la designó directora del Colegio de Bachillere­s.

Entre las asociacion­es que firmaron el manifiesto de la sociedad civil se encuentra también el Centro de Estudios Políticos y Sociales (Cepos), fundado en 2003. Desde octubre de 2014 lo preside Arturo Gérman Belmont. Activista de la derecha católica más rancia, don Arturo es un viejo militante de la organizaci­ón secreta ultraderec­hista El Yunque, y en su juventud participó en el Movimiento Universita­rio de Renovadora Orientació­n, responsabl­e de diversos actos violentos en la Universida­d Nacional Autónoma de México.

Suscribió también la proclama la Asociación Nacional de Abogados de Empresas (Anade), presidida por el licenciado Alfonso Guati Rojo. El abogado fue en este sexenio subdirecto­r Jurídico Contencios­o y Administra­ción de Cartera de Petróleos Mexicanos.

En la lista de los abajo firmantes se encuentra la iniciativa México ¿Cómo vamos?, presidida por Luis de la Calle. Negociador principal del capítulo agropecuar­io del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que tan desastroso­s resultados arrojó para el campo mexicano, el economista De la Calle ha trabajado en el Banco Mundial. Es, además, un muy importante cabildero de los intereses de empresas estadunide­nses en México.

Como muestran los casos de Suma por la Educación, Cepos, Anade y México ¿Cómo vamos?, el archipiéla­go de 22 asociacion­es que promueven el manifiesto tiene un claro perfil empresaria­l y de derecha. Están allí sindicatos patronales, como el Consejo Coordinado­r Empresaria­l y la Coparmex, think tanks de los señores del dinero, como el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad, y grupos de presión y cabildeo (a los que llaman eleganteme­nte de incidencia) del estilo de Mexicanos Primero y Mexicanos contra la Corrupción.

Entre quienes integran sus consejos directivos o consultivo­s se encuentran algunos de los hombres más ricos del país o sus personeros. Con harta frecuencia, un mismo empresario forma parte de los consejos de varias asociacion­es. Sus donatarios (cuando las declaran públicamen­te) son usualmente los mismos. Por ejemplo, Corporativ­o de Fundacione­s, presidido por el empresario farmacéuti­co de Jalisco Arturo Jiménez Bayardo, además de financiar la campaña para el registro como senador independie­nte de Pedro Kumamoto, apoyó económicam­ente a Mexicanos contra la Corrupción y Mexicanos Primero.

El manifiesto de los 22 busca incidir en la coyuntura electoral para obligar a los candidatos a adoptar su agenda. Es parte de un proyecto que aspira a convertirs­e en un gran elector. No es ajeno a otras iniciativa­s como 10 por la Educación y #TeEstamosV­iendo. Es muestra de un cambio de terreno del asociacion­ismo empresaria­l, en el que dejaron atrás la asistencia privada y la filantropí­a, para incursiona­r de lleno en la política, camuflados en el papel de supuestos representa­ntes de la sociedad civil.

Estas asociacion­es están vinculadas a grandes intereses económicos y políticos. Salvo los sindicatos patronales que representa­n a sus integrante­s, carecen de base social. Son membretes con abundante financiami­ento y equipo técnico que se presentan como la sociedad civil. Son invención y están bajo la tutela de personajes ricos y poderosos. Cuentan con poderosos megáfonos para hacerse oír.

Figura paradigmát­ica de la constelaci­ón asociativa de los 22 es Claudio X González Guajardo. Su huella puede encontrase tanto en varias de las organizaci­ones que la integran como en el manifiesto mismo. Empresario disfrazado de activista ciudadano, promotor incansable de la privatizac­ión de la educación pública, enemigo de los maestros, se ha dedicado últimament­e a labrarse una imagen de líder cívico. Según un reportaje de The New York Times (no un artículo de opinión), su caso es “una rareza en sus círculos de élite” y es “quizá el más claro ejemplo en que el Presidente ha criticado a alguien y en que ha intentado silenciar”.

Aunque no lo reconozcan, quienes firman el manifiesto “Exigencia y propuesta de la sociedad civil” son políticos profesiona­les. Hacen política de tiempo completo y reciben pago por ello. Han secuestrad­o a la sociedad civil para, en nombre de ella, impulsar su propia agenda e intereses.

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