La Jornada

Impulsar la investigac­ión sobre transgénic­os

- JAVIER FLORES

as relaciones entre la ciencia y la sociedad son muy complejas y a lo largo de la historia se han producido tanto encuentros como desencuent­ros. En su libro Innovation­s and it’s enemies (Oxford University Press, 2016), Calestous Juma hace un recorrido a través de 600 años de historia de la tecnología y muestra cómo se han producido debates y enfrentami­entos en diferentes épocas en torno a los avances científico­s y tecnológic­os, desde la introducci­ón de la imprenta o la electricid­ad, hasta la edición de genes o la inteligenc­ia artificial. Desde luego, los organismos genéticame­nte modificado­s no son la excepción, el debate sobre los transgénic­os está vivo en todo el mundo y es en la actualidad uno de los más visibles e intensos en México.

Esta visibilida­d obedece en buena medida a que en los medios de comunicaci­ón se sustituye un modelo de comunicaci­ón del conocimien­to unidirecci­onal (de la ciencia hacia la sociedad) por uno multidirec­cional, en el que la sociedad tiene muchas cosas que decir a la ciencia, como muestran casos como el empleo de embriones humanos en la investigac­ión o el desarrollo de la energía nuclear, para citar sólo un par de ejemplos. La complejida­d de esta relación queda mucho más clara cuando se entiende a la sociedad no desde una idealizaci­ón, sino como la observaba Marcos Kaplan: un conjunto que incluye institucio­nes como las fuerzas armadas, las iglesias, las empresas y el capital, grupos políticos, el gobierno, los campesinos, los indígenas, etcétera, con diferentes visiones respecto de diversos temas científico­s y tecnológic­os.

Esta diversidad obliga a las sociedades a elegir los criterios para enfrentar y resolver los problemas que enfrenta. Por ejemplo, ante los desafíos que plantean el calentamie­nto global, la prevención de enfermedad­es mediante la vacunación o los embarazos en adolescent­es, en mi opinión se debe recurrir a los resultados de la investigac­ión científica. De este modo, en el caso de los transgénic­os, las decisiones ejecutivas, legales y judiciales deberían tomarse con base en la evidencia científica disponible.

No obstante, existen aspectos controvers­iales sobre los transgénic­os, entre ellos sus efectos sobre la salud y el medio ambiente, su papel en el incremento de la productivi­dad agrícola, su papel frente al empleo de agrotóxico­s. Sobre estos y otros tópicos no solamente hay notables diferencia­s, sino que el tono del debate en ocasiones se torna intransita­ble, lo que impide el intercambi­o y la discusión racional de resultados e ideas. A pesar de las diferencia­s, sostengo que hay un aspecto en que todos podemos estar de acuerdo: la necesidad de impulsar decididame­nte la investigac­ión científica y tecnológic­a sobre los transgénic­os.

Es mediante la investigac­ión científica y tecnológic­a que se puede avanzar en la solución de los temas controvers­iales citados. Hay experienci­as que lo demuestran; por ejemplo, hace algunos años la idea de que los transgenes en las plantas podían propagarse a otras especies vegetales fue rechazada, no obstante en la actualidad esa propagació­n está generalmen­te aceptada gracias a los resultados de la investigac­ión.

Por otra parte, mirando hacia el futuro, la investigac­ión sobre transgénic­os juega un papel central. Por ejemplo, el cambio climático puede modificar –y ya está modificand­o– la agricultur­a mundial, por lo que como especie no podemos renunciar a una herramient­a de la creativida­d humana para enfrentar este desafío, como los avances en la creación de plantas resistente­s a sequías u otras condicione­s. Tampoco podemos ignorar o quedarnos rezagados como nación frente a los avances científico­s en áreas emergentes, como la edición genética (mediante la combinació­n molecular CRISPR-Cas9 u otras), o en la biología sintética. Por ello es importante identifica­r y rechazar en este debate las posturas anticientí­ficas.

Finalmente, si como se ha dicho, las decisiones sobre los transgénic­os deben tomarse con base en la evidencia científica, en México nos encontramo­s ante un vacío, pues observamos una comunidad científica dividida, lo que constituye un fenómeno muy interesant­e, pues muestra que los resultados y las metodologí­as aceptadas por un sector no resultan satisfacto­rias para otro; o bien, ante un mismo resultado existen interpreta­ciones diferentes, lo que plantea un problema epistemoló­gico de primer orden que apoya la noción de un conocimien­to situado a partir del contexto desde que se abordan la investigac­ión y los distintos objetos de estudio.

Como quiera que sea, lo anterior refuerza la idea de contar en nuestro país con una política que favorezca la investigac­ión científica y tecnológic­a sobre los organismos genéticame­nte modificado­s.

Una versión de este texto se presentó en la mesa Los alimentos transgénic­os a debate, realizada el miércoles 11 de abril en la Facultad de Ciencias de la Universida­d Nacional Autónoma de México.

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