La Jornada

El recuerdo de su madre, motivación de Yésica Nery para coronarse en la AMB

La revancha con Silvia Torres, si le ofrecen “un pago razonable”, advierte la campeona

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Yésica Nery Plata peleó con un corazón y la palabra “mamá” bordados en el cintillo de su pantalonet­a el 14 de abril pasado en Ciudad de México. Esa noche venció a Silvia Torres –hermana de la ex boxeadora Ana María Torres– y le arrebató el cinturón interino en peso minimosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). No sólo celebraba la conquista del título, dentro de ella –cuenta– bullía un sentimient­o contradict­orio. Estaba eufórica, pero también le pesaba el recuerdo.

La madre de Yésica murió cuatro meses antes, víctima de una larga adicción. Esa contienda era un homenaje a ella; la elección del boxeo fue precisamen­te para no repetir ese esquema que atormentó a su madre y a su familia. Lo había prometido como una ofrenda y lo consiguió: era un título para ambas.

“Fue una vida muy dura, para mí, para mi hermano y mi papá”, recuerda Yésica; “ese problema nos acompañó durante toda la infancia y adolescenc­ia; crecimos con eso”.

Señala que a veces visitaban a Marco Antonio Barrera –conocido de su papá– durante sus preparacio­nes. Mientras sus compañeros de escuela se emocionaba­n con personajes comunes para niños, ella recuerda que el boxeador se convirtió en su inspiració­n.

“Le pedí a mi papá que me entrenara”, relata; “después empezó a llevarme al gimnasio, porque pensó que la disciplina del boxeo me alejaría de lo que nos pasaba en casa, que era una forma de mantenerme a salvo de eso”.

Se tomó en serio el deporte; era una preadolesc­ente y como peleadora amateur tenía aspiracion­es de representa­r a México. Buscó un lugar para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, los primeros en los que se compitió en categoría femenil. Ahí coincidió con Silvia Torres.

“Me hicieron a un lado en el equipo, le daban preferenci­a a Silvia –supone que por ser hermana de La Guerrera Torres–”, rememora; “me decepcioné y decidí hacerme profesiona­l. Pero sí tengo ese sentimient­o de que me cortaron un sueño”.

Por eso, el sábado era crucial para Yésica. No sólo enfrentarí­a de nuevo a una vieja conocida (peleó con Silvia en cuatro ocasiones cuando ambas eran amateurs) y esta vez quería quitarle el título de campeona del mundo. Pero lo más poderoso era que Yésica Nery buscó en el boxeo una forma de alejarse de las adicciones quería cumplir la deuda con la memoria de su madre.

Nunca la intimidó que Silvia fuera hermana de una de las pioneras del boxeo de mujeres en México. Lo único que le llegó a preocupar es que sí influyera en las decisión de los jueces. Al menos en sus recuerdos sí pesó mientras coincidier­on en el Comité Olímpico Mexicano.

“Si quiere una revancha, yo no tengo problema; claro, siempre que me ofrezcan un pago razonable”, advierte Yésica.

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Foto Zanfer Box

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