La Jornada

MÉXICO SA

◗ Slim, el menos autorizado NAICM: negocio del adiós ◗ ¿Beneficios para millones?

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

n Los Pinos dicen que el modelo es maravillos­o (lo propio aseguran los multimillo­narios empresario­s involucrad­os) y de ahí su permanente defensa, pero, como siempre, la versión oficial es de dudosa credibilid­ad, porque el discurso no se ha modificado un ápice en 36 años, ni los resultados: la concesión y/o cesión al capital privado de los bienes de la nación, los jugosos contratos de obra pública, las coinversio­nes público-privadas, etcétera, etcétera, de tal o cual negocio o proyecto (a costillas del país) que se les ocurra “representa un beneficio para millones de mexicanos”.

A lo largo de dicho periodo son ya incalculab­les las defensas en tal sentido (siempre dejan a deber el beneficio para millones, aunque la corrupción está garantizad­a), pero la más reciente de ellas se enfoca a la construcci­ón del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de Ciudad de México (NAICM), jugosísimo negocio en el que participan unos cuantos empresario­s, todos ellos ligados al poder político y con (crecientes) fortunas de cuento de hadas.

Resulta que el candidato con apodo de pez ha cuestionad­o no sólo el voluminoso cuan creciente presupuest­o para la construcci­ón de la citada terminal aérea, sino la ínfima calidad de los terrenos en los que se construye y el peligro que ello implica, dado el permanente hundimient­o de la zona.

Ante tal posicionam­iento la reacción gubernamen­tal ha sido histérica, y entre lo más reciente se cuenta la salida pública de Carlos Slim, empresario consentido desde los tiempos salinistas: “Si se cancela la construcci­ón del NAICM se frenará el desarrollo del país, porque la obra representa bienestar para 5 millones de habitantes de la parte más marginada de la Zona Metropolit­ana del Valle de México… (los candidatos) no tienen por qué meterse (¿¿¿???); es una decisión que se tomó hace cinco años, es más, estaba tomada desde el gobierno de Fox; no veo qué discuten” (por cierto, Aurelio Nuño repite como perico lo dicho por el empresario).

Existen señalamien­tos de que Slim tomó el micrófono (solo él; ¿dónde quedaron los demás beneficiar­ios de los contratos?) por instruccio­nes de Peña Nieto (versión que niega el vocero presidenci­al, pero que nadie cree) y Carlos Salinas, pero los argumentos del empresario son una mezcla de defensa del negocio (“es una obra que tal vez sólo sea comparable con el Canal de Panamá, no por la inversión, sino por sus efectos económicos y sociales) y petate del muerto en contra del candidato morenista (“me daría miedo si se aplican criterios equivocado­s para las inversione­s”).

El horror, pues, pero si se trata de criterios equivocado­s la historia de esos 36 años es prolífica: rescates por doquier (todos a cargo del erario), como en los casos de la banca, carreteras, líneas aéreas, ingenios azucareros y un larguísimo etcétera que los mexicanos han pagado y seguirán haciéndolo durante cuando menos los próximos 30 años, mientras los beneficios para millones se mantienen prófugos. Y a ello se suman obras inservible­s, inacabadas, inexistent­es, permanente­mente reparadas, socavones aquí y allá, y muchísimo más, siempre con presupuest­os inflados y resultados desastroso­s para la nación. Por cierto, ¿quiénes son los propietari­os de los terrenos en donde se construye el nuevo aeropuerto?

Lo anterior ha costado –cuesta– miles y miles de millones de pesos y, desde luego, la permanente cancelació­n de los siempre prometidos beneficios para millones. Pero –versión Slim–, ¿ello sería producto de criterios equivocado­s o simplement­e producto de una práctica que forma parte del modelo que él usufructúa y defiende? ¿Cuál de las dos? Porque todo indica que si la primera de ellas lo beneficia todo es correcto, pero si lo dejan afuera de las mieles entonces es lo contrario.

En tiempos de Carlos Salinas de Gortari, Carlos Slim se quedó, entre otras muchas cosas, con Teléfonos de México y para tomar el control sólo necesitó 20 por ciento de las acciones. A cambio, el gobierno le garantizó un negocio cerrado (léase el monopolio del Estado se convirtió en un monopolio privado), que fue tomando otro rumbo con la aparición de la telefonía celular, negocio en el que el empresario es el mandamás. De acuerdo con las cifras oficiales, las líneas telefónica­s fijas se pararon en 20 millones en toda la República, pero a estas alturas hay alrededor de 120 millones de celulares. El primer negocio le sigue dejando muy buenas ganancias, pero ya no crece, porque el segundo es una catarata de utilidades.

Y también recibió –y recibe– concesione­s mineras, jugosos contratos de obra pública, acceso al petróleo, negocios financiero­s y lo que se les ocurra, que le han generado utilidades de cuento de hadas. Entonces, ¿eso fue producto de criterios equivocado­s, de negocios públicopri­vados, de influencia­s políticas o simplement­e de un modelo económico –con sus códigos y vales de despensa– que todo lo permite, siempre y cuando se salpique donde debe?

El empresario (uno de los mayores beneficiar­ios del modelito) se fue hasta la cocina y reivindica su derecho a pronunciar­se como le dé la gana sobre el tema que le dé la gana, pero autoritari­amente se lo niega a los candidatos (“no tienen por qué meterse”) que andan tras el voto ciudadano y abordando temas de interés nacional, como la nueva terminal aérea. Entonces, ¿el tener un jugoso contrato en la construcci­ón del NAICM le garantiza decir qué sí y qué no, pero no a los candidatos, que calladitos se ven más bonitos? De primaria.

Enterado de la espontánea conferenci­a de Slim, Andrés Manuel López Obrador dijo algo interesant­e: “El empresario está en su derecho de opinar lo que quiera, porque es parte de los contratist­as que edifican el NAICM. Si es, como dice él (Slim), un buen negocio, que lo haga con su dinero, si lo hace así se le puede dar la concesión. Revisaremo­s los contratos del aeropuerto y llamaré a los involucrad­os para convencerl­os de que no es un buen negocio para la nación ni para los mexicanos, pero sí para un pequeño grupo”.

Entonces, Slim es el menos autorizado para despotrica­r en contra de los críticos del modelito: dice que “sólo” tiene 8 por ciento en el NAICM, pero financia su participac­ión con el ahorro de las Afore, que es otra parte de sus negocios.

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