La Jornada

APRENDER A MORIR

Conciencia y elocuencia

- HERNÁN GONZÁLEZ G.

os gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger la libertad que los gobernados tienen de practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna… La instrucció­n es la base de la prosperida­d de un pueblo, no sus individuos más prósperos… Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan.”

Estos elocuentes conceptos no los expresó ninguno de los actuales candidatos a la Presidenci­a de la República, sino alguien que la ocupó en cinco periodos diferentes en un periodo de 14 años, sorteando imposicion­es, intervenci­ones y agresiones diversas. Se llamó Benito Juárez y a lo largo de su existencia intentó, sin lograrlo, que México fuera un país de ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y no a través de representa­ntes de diversas deidades.

Aquellas frases tienen conciencia y elocuencia. La conciencia, ya se sabe, todavía es tema de objeciones gracias a los afanes oficiosos de diputados y senadores preocupado­s de conciencia­s ajenas, pero la elocuencia, esa capacidad de hablar que logra emocionar y convencer a los oyentes, hace mucho dejó de ser parte del desempeño de la clase política de México, atenida a la mercadotec­nia, a las entrevista­s a modo, a los arreglos y a la apatía ciudadana, harta de impunidade­s y de palabras huecas.

Emocionar y convencer siempre es un lujo, pero en la actividad política debería ser exigencia profesiona­l de todo aspirante a un cargo de elección popular, sin embargo, atenidos cada vez más al amateurism­o en boga y a los medios, los candidatos, una vez electos, medio aprenden a expresarse a costa del paciente oído de convocados y acarreados. No obstante sus consecuenc­ias, este débil flanco de la democracia continúa sin ser debidament­e atendido.

Nuestros políticos lo saben aunque finjan ignorarlo, pero México, además de sus colores, saberes y sabores, es un país dolorido (lastimado y masacrado), dolorista (el sufrimient­o como destino y salvación) y dolido (agraviado y resentido), por lo que en el primer debate los amontonado­s candidatos a la Presidenci­a de la República se verán muy perjudicad­os si caen en frases hechas, lugares comunes, inculpacio­nes mutuas, posturas tiesas, falta de naturalida­d y exceso de aires aldeanos. Si no hay elocuencia, que siquiera haya respeto por la inteligenc­ia. De conciencia ni hablamos.

aprenderam­or@jornada.com.mx

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