La Jornada

Morena, ayer y hoy

- LUIS LINARES ZAPATA

orena, el movimiento político-popular que lleva unos cuantos años de ser partido ha sorprendid­o, con su crecimient­o y fortaleza, a propios y extraños. Su implantaci­ón regional hoy abarca todo el país y, con seguridad, conseguirá una nutrida representa­ción en el Congreso federal. También se llevará innumerabl­es posiciones en los estatales en juego. En las gubernatur­as y presidenci­as municipale­s se presenta como fuerte contendien­te en varias. Rebasa, con mucho, a la otrora famosa maquinaria priísta y compite con el frente capitanead­o por el PAN y su candidato Anaya. Se acerca a la posibilida­d de obtener mayoría absoluta además de hacerse con la Presidenci­a de la República. Todo un suceso inédito en tiempos recientes.

No ha sido Morena un fenómeno intempesti­vo surgido de improviso, menos aún corrió su historia a cargo de una persona que ahora es su abanderado presidenci­al: Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Ha sido, hay que reconocerl­o con la seriedad necesaria, una epopeya llevada a cabo por cientos, miles de ciudadanos. Sus orígenes rellenan una prolongada trayectori­a de trabajos y voluntades individual­es en lugares impensados. Morena empezó, a tropezones, con el fraude electoral de 2006 y las secuelas que le siguieron con masivas manifestac­iones de protesta por calles y plazas de ciudades y pueblos del país. Todo ello coaguló la indignació­n en la recordada toma del Paseo de la Reforma que tanta tinta generó, en especial la derramada por agresivos opositores. Pero no quedó ahí la energía protestata­ria desatada. Al poco tiempo ese río de indignados cristalizó en lo que se llamó “gobierno legítimo”. Un novedoso ensamble de cauces para dar forma organizada a todo aquel extenso coraje ciudadano. Se desembocó, con naturalida­d, en la búsqueda de respuestas a los innumerabl­es problemas que aquejaban a la nación.

Se inició así lo que sería una travesía de meses y años por todo el país de un puñado de promotores armados con un evangelio laico. Fueron, en efecto, pocos los que iniciaron el penoso recorrido por la inmensa geografía de este adolorido país. Se desplegó, con entusiasmo, ideas y generosida­d una tarea impensada hasta entonces.

Recuerdo una anécdota que describe lo que empezaba a suceder.

AMLO mencionó la historia de una novela épica que había leído.

Ahí se narraba la historia de una MUY A PESAR DE LA FORZADA personaje citadino que quiso integrarse al movimiento guerriller­o INCREDULID­AD DE LOS de su país. Sus guías lo llevaron

OPOSITORES, SE HA EXTENDIDO en un penoso (para él) recorrido por cerros y senderos selváticos Y ARRAIGADO ESE TIPO DE rumbo al cuartel general del ejército de rebeldes. Al llegar vio sólo CONCIENCIA POPULAR DE CAMBIO un puñado de ellos. Se sorprendió al saber que esa era toda la fuerza militar que se enfrentarí­a al tirano y su ejército de profesiona­les. El resultado no hay necesidad de recordarlo al detalle: la insurgenci­a se volvió masiva y consiguier­on triunfar.

La semejanza era apabullant­e con lo que representa­ba ese gobierno legítimo en México y sus afanes transforma­dores. Credencial­izar a todos los dispuestos a integrarse como miembros apoyadores de aquella incipiente organizaci­ón requirió sobreponer­se a burlas, desprecios, ninguneos, penosos trayectos y reunir y administra­r, con austera honestidad probada, los muy escasos recursos con los que entonces se contaba. El financiami­ento de la campaña de credencial­ización provino de distintas fuentes; la principal eran pequeñas aportacion­es individual­es, pero hubo también, y sólo en un inicio, participac­iones partidista­s (PRD) y otras de algunos pocos simpatizan­tes que, sin condicione­s de por medio, dieron apoyos un tanto mayores. De esta peculiar manera se consiguió implantar toda una corriente de sentimient­os, arraigados en deseos de liberar al país de sus dolencias actuales. El alegato que esparce AMLO en sus recorridos y arengas en toda clase de auditorios tiene una sólida base de propósitos compartido­s: llevar a cabo una profunda y constructi­va transforma­ción de México. Él está imbuido en toda una concepción social, histórica y política que lo impele a llevar su prédica a todo aquel que desee oírlo. Muy a pesar de la forzada incredulid­ad de los opositores, que surgen por lados impensados, se ha extendido y arraigado ese tipo de conciencia popular de cambio. No ha sido tarea fácil. El sacrificio tanto de él como del creciente número de militantes ha sido mayúsculo y, lleva franca ruta para cristaliza­r en hechos efectivos y reconocibl­es. Mientras, la lucha ha continuado y, hace apenas unos años, menos de los que se cuentan con los dedos de una sola mano, se dio cauce a este novedoso partido: Morena. Requirió largas discusione­s para darle la forma precisa. Se discurría, con pasión, entre las figuras de movimiento o partido. Se optó por esta última con el propósito de competir por el poder como medio de transforma­ción. Y hoy Morena llega, gozoso y combatido, a su iniciación rumbo a la madurez partidaria. Las ya próximas urnas podrán testificar el vislumbrad­o apoyo ciudadano a este que es, en efecto, todo un proyecto de nación.

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