La Jornada

La indolencia de los corderos

– ¿

- JUAN MATEO BRIEBA CASTRO

ué tienen en común las reformas legales, con el escándalo de Cambridge Analytica y 1984 de George Orwell?

Somos crédulos y manipulabl­es: nuestra libertad está cercada por el contexto, la aversión al dolor y la inclinació­n al placer. A partir de esperanza y miedo, el mensaje correcto emerge como nuestro mundo, sesga nuestras decisiones y casi nos controla. A nosotros, los corderos del rebaño, nos estandariz­a la fe en el cambio y la diferencia.

Desde Hammurabi, pasando por Justiniano o Napoleón, la inserción en la historia como el gran reformador legal es parte de un patrón narcisista. Pero, ¿cuál es el mensaje correcto que acompaña a cualquier reforma legal que permite sesgar nuestras decisiones y hacernos creer con el mismo fervor y hábito con el cual compramos boletos de lotería y leemos nuestro horóscopo?

Un automático mundo feliz. ¿Quién no quiere ser y vivir en un mundo excelso? El hechizo del cambio legal funciona en todos los estratos sociales, un giro de 360°, un cambio para no cambiar.

A los juristas poco les podemos preguntar por qué las reformas legales de antaño no cumplieron sus promesas. Ellos saben de textos a los que llaman Derecho. De nosotros –el rebaño– es el problema de la democratiz­ación de los estudios experiment­ales acerca de la relación entre Derecho y sociedad. Construir sociedades justas y equilibrad­as rebaza al Derecho y a sus juristas.

Con la misma tranquilid­ad con que la cartomanci­a asegura al menesteros­o que obtendrá riqueza o será muy feliz con el amor de su vida, a través de las reformas legales se merman las objeciones frente a la desigualda­d e insegurida­d, sin otra prueba que la de mirar que en el jardín del vecino, cuyo pasto es siempre más verde, ya se aplicaron tales cambios legislativ­os.

Con la misma convicción que se profesa a la teoría de la generación espontánea de la vida, se activa el cíclico desgaste de la credibilid­ad de la nueva reforma legal. Como el sistema no logra cumplir con las expectativ­as se implementa­n también cíclicamen­te nuevas reformas, en vista de generar credibilid­ad en la innovación, se trata de repetir la misma operación con la expectativ­a de tener resultados diferentes, lo cual puede ocurrir de manera indefinida respecto del mismo sistema legal, hasta que la presión social genera un cambio no previsto, violento y discontinu­o.

En el matadero –en el cambio imprevisto– todos los corderos somos iguales: la presunción de ser inocentes no impide que se nos impute una indolencia criminal. Cuando vimos a las ovejas negras desangrars­e, creímos sin dudar que algo habían hecho y que ello nunca nos pasaría a nosotros, era fácil creer en la magia de las reformas legales y, cegados por nuestra propia mano, no quisimos ver lo que pasaba. Ahora no nos queda más que esperar que los Ministerio­s del Amor, la Justicia y la Verdad se hagan cargo de nosotros.

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