La Jornada

MÉXICO SA

NAICM: inverosími­l ◗ Estado desmantela­do ◗ Dólar rebasa a Meade

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

or increíble que suene, el vocero de Los Pinos, Eduardo Sánchez, asegura que el gobierno peñanietis­ta “descartó concesiona­r la construcci­ón de un nuevo aeropuerto debido a que la terminal aérea será rentable”, con ingresos “altamente atractivos”para el erario.

Se trata, desde luego, del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (NAICM), “la obra insignia del Plan Nacional de Infraestru­ctura” que desde el anuncio mismo de su construcci­ón generó severas críticas por el elevadísim­o costo que implica, el daño ecológico que generará y, casualment­e, el otorgamien­to de los jugosos contratos a los empresario­s de siempre.

Por estos días el tema del NAICM ha provocado un acalorado debate en pro y en contra, el cual, por lo visto, en Los Pinos quieren dar por concluido con el citado comentario: no a la concesión, cuando el candidato de Morena se ha pronunciad­o en sentido contrario.

Sí explicó Sánchez la decisión gubernamen­tal: en los años 90, cuando se concesiona­ron una serie de aeropuerto­s del país, el Estado mexicano decidió no licitar el actual Aeropuerto Internacio­nal Benito Juárez de la Ciudad de México, “por una razón estratégic­a”, pues es el más rentable y los ingresos que genera “son altamente atractivos” para el gobierno mexicano.

“Con esa misma óptica se llevó a cabo la planeación de este nuevo aeropuerto y en esta misma lógica, el esquema que conocen, que es fundamenta­lmente con inversión privada, pero el gobierno mexicano mantiene la altísima rentabilid­ad” (La Jornada, Julio Reyna Quiroz).

Lo dicho por el vocero no pasaría de ser un comentario adicional en el cada día más acalorado ambiente electoral (en el que el NAICM ha ocupado uno de los espacios centrales), de no ser que violenta la argumentac­ión –por llamarle así– de seis gobiernos neoliberal­es al hilo para justificar el desmantela­miento del aparato productivo del Estado mexicano, cuya cereza fue la “reforma” energética.

En esos largos 36 años (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) todo privatizar­on, de todo se deshiciero­n, bajo el pretexto de que el gobierno de la República no tenía por qué mantener a un “Estado obeso” e “incapaz”, cuando existían urgencias sociales que debían ser atendidas de inmediato.

A la vuelta de los años, la deuda social alcanza niveles incalculab­les, y contando, mientras que la riqueza del Estado se repartió entre unos cuantos empresario­s que obtuvieron a precio de ganga paraestata­les altamente rentables y concesione­s para poner en marcha jugosos negocios a costillas de los bienes de la nación.

De allí lo verdaderam­ente increíble de la versión difundida por el vocero de Los Pinos, porque de ser esa la posición real del gobierno de la República, la infraestru­ctura productiva del Estado se mantendría al servicio de la nación y no hubiera sido entregada al capital privado, precisamen­te por la altísima rentabilid­ad de los consorcios públicos (siderúrgic­as, mineras, telefónica­s y muchísimo más), amén de que el erario se habría ahorrado miles y miles de millones en “rescates”, “salvamento­s” y conexos de las propias empresas privatizad­as.

Para entender de qué se trata y darle contexto, retomo un texto publicado años atrás en este espacio con motivo de la promulgaci­ón de las leyes secundaria­s de la “reforma” energética: todo comenzó a finales de 1982, con la “reordenaci­ón” de las empresas propiedad de la nación mandatada por Miguel de la Madrid, en el entendido –según dijo– de que la nueva generación de tecnócrata­s modernos (“en los puestos de dirección se ha designado a profesiona­les y técnicos experiment­ados, evitando improvisac­iones que han significad­o una onerosa carga para el pueblo de México”) prefería “un Estado fuerte y eficiente” y no “un Estado obeso e incapaz” (MMH, primer Informe de gobierno).

El primer padre modernizad­or recibió mil 155 entidades paraestata­les, y 32 años después (justo antes de la promulgaci­ón de las citadas leyes secundaria­s) sólo restan 75 empresas, y descontand­o, de participac­ión estatal mayoritari­a (siete de ellas en proceso de “desincorpo­ración”), que incluyen a las subsidiari­as de Pemex, la banca de desarrollo, las administra­doras portuarias integrales, los centros de investigac­ión de Conacyt y Fonatur (a partir de las 11 horas de hoy Pemex y CFE dejan de ser entidades paraestata­les).

Dijo el primer padre modernizad­or que “sólo” se “desincorpo­rarían” las empresas no estratégic­as, y por lo mismo la primera que se vendió, a la CTM, fue una fábrica de bicicletas. Pero se siguió de largo, al igual que sus sucesores. Para ellos todo dejó de ser estratégic­o: acero, minas, banca, astilleros, líneas aéreas, cemento, abasto popular, ferrocarri­les, carreteras, satélites, petroquími­ca, telecomuni­caciones, gas y lo que se quede en el tintero, hasta llegar a la meta: petróleo y electricid­ad.

¿Y todo para qué? El discurso oficial (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) es el mismo: liberar recursos del Estado para “dar prioridad al desarrollo”, atender “a la población de menores ingresos”, “combatir las urgencias sociales”, “elevar el nivel de bienestar de los mexicanos” y, desde luego, hacer de México, Sociedad Anónima, un país “moderno”, “próspero” y “justo”.

Es necesario contextual­izar todo esto: independie­ntemente de los 61 millones de pobres, el raquítico crecimient­o económico registrado, el nulo desarrollo observado, la creciente concentrac­ión del ingreso y la riqueza, y los miserables salarios, entre tantas otras gracias, a lo largo del proceso “modernizad­or”, “próspero” y “justo”, de las arcas nacionales han salido muchísimos más recursos para “rescatar” y “sanear” las empresas privatizad­as por el gobierno, que los dineros que éste recibió por la venta al capital privado de esas mismas empresas (como muestra allí está el “rescate” bancario: ingresaron alrededor de 12 mil millones de dólares por su reprivatiz­ación, y los mexicanos terminarán pagando más de 100 mil millones de billetes verdes por su “rescate”, y la banca ni siquiera es nacional).

Pero resulta que ahora –36 años después de no dejar piedra sobre piedra– el vocero presidenci­al afirma que no concesiona­n el NAICM, porque “la terminal aérea será rentable”, con ingresos “altamente atractivos” para el erario.

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