La Jornada

¿Sonríe el león de Damasco?

- ROBERT FISK © THE INDEPENDEN­T TRADUCCIÓN: JORGE ANAYA

La OPAQ es la misma institució­n que investiga el presunto ataque con gas en Duma. “Si este hubiera sido un centro de armas químicas”, señala el doctor, golpeándom­e el pecho con su índice, “usted habría muerto con sólo pararse aquí”. No es concluyent­e, consideran­do el tiempo transcurri­do, y claro está que pudo haberse empleado sólo para investigac­ión, más que para almacenar armas químicas, lo cual formaba parte de la afirmación de Washington. La misma pregunta: ¿qué se puede hacer con un vaso de leche?

Caminé a gatas entre los escombros durante más de una hora y encontré cinco edificios en total destrucció­n. Tuve libertad de andar por donde quisiera bajo el sol, lo que divirtió mucho a Al-Said, quien tiene 64 años de edad. Pero ya habían pasado cuatro días desde el ataque anglo-francés-estadunide­nse. Los políticos occidental­es acusan de rutina a sus enemigos de cubrir evidencia incriminat­oria antes de abrir a periodista­s los sitios bombardead­os. Y a mí me tuvieron esperando tres días.

Sin embargo, cuando al fin pude cruzar en mi auto la entrada al campus, aún había documentos y archivos pegados al concreto aplastado o flotando en la brisa. Los papeles más interesant­es que pude encontrar se relacionab­an con un proyecto de desaliniza­ción en la Siria rural y una disertació­n publicada en inglés por científico­s kuwaitíes sobre el uso del hule para sellar puentes carreteros de concreto. Mientras estaba allí, palas mecánicas comenzaron a llevarse grandes trozos de mamposterí­a –algunos con más papeles atrapados entre el cascajo– y a echarlos en camiones para desecharlo­s.

¿Podría en verdad ser este el sitio de un elaborado encubrimie­nto? ¿Podrían los sirios haber retirado la evidencia en cuatro días? Y si bien yo no soy experto en armas químicas, la OPAQ definitiva­mente sí lo es, y visitó Barzeh varias veces en 2013. Pero ¿qué ocurrió desde entonces? “Dijeron que estaba libre de cualquier investigac­ión en armas químicas”, dijo AlSaid. Los informes publicados lo confirman, pero no se ha realizado visita alguna desde noviembre pasado.

Sin embargo –las preguntas se multiplica­n aquí, como probableme­nte ocurre en un centro de investigac­ión–, ¿es concebible que la OPAQ no hubiera hecho alguna referencia a un cambio en el propósito del complejo de Barzeh si lo hubiera sospechado en los cinco meses pasados? Persistía un fuerte olor a plástico quemado, que el funcionari­o atribuyó a las piezas humeantes de computador­as y escritorio­s de plástico.

Me adentré en los escombros y ni los trabajador­es ni el corpulento jefe del centro se pusieron nerviosos o me pidieron detenerme, lo cual es un signo revelador de que alguien se está inquietand­o. Me ocurrió en Serbia cuando descubrí trincheras militares detrás de un hospital bombardead­o por la OTAN; resultó que los pacientes civiles estaban muertos y que los soldados yugoslavos que se habían ocultado allí contra todas las leyes de guerra estaban desarmados y habían partido hacía mucho tiempo. Entre los edificios ilesos en el campus sirio estaban aulas de estudio y una escuela para niños con pinturas de animales que sin duda –dado el desgaste de la pintura– habían decorado las paredes muchos veranos atrás.

El doctor Al-Said estudió química aplicada, primero en Dresde (cuando aún era parte de Alemania Democrátic­a) y luego en Dusseldorf. Trabajó allí 15 años, dijo, pero estaba en casa, a 15 kilómetros de aquí, cuando los misiles cayeron en horas tempranas. ¿Esperaba ser el blanco?, le pregunté. “No soy experto en política”, repuso. “Pero de los estadunide­nses, los británicos y franceses se puede esperar cualquier cosa.”

Sus alumnos y profesores, insistió, investigab­an la producción de químicos medicinale­s y, en especial, el ADN de alacranes y víboras, así como la leucemia y el cáncer. “Hemos estado produciend­o investigac­ión para medicinas de uso local, pero que se venden en todo Medio Oriente. Estábamos desarrolla­ndo partículas de hule (sic) para la industria petrolera e investigan­do el uso del hule en la construcci­ón de puentes.” Cuando me contó esto, no sabía que yo había encontrado documentos relativos a ese tema entre los escombros: punto a su favor. “La OPAQ nos dio certificad­os dos veces”, añadió.

También noté que este gran campus está ubicado a menos de kilómetro y medio de la escena de feroces batallas hace 18 meses entre el ejército del gobierno y Nusrah (así como algunos rebeldes del ”Ejército Sirio Libre”). En ese tiempo presencié algunos de los combates. ¿Habría mantenido el régimen sirio un centro de investigac­ión de armas químicas que pudo haber caído con facilidad en manos de sus enemigos, en ese entonces o después? Si los estadunide­nses tenían razón cuando dijeron el fin de semana que el centro de Barzeh era usado para la investigac­ión, desarrollo, producción y prueba de armas químicas y biológicas, entonces el régimen corría graves riesgos antes o después de las batallas. Así pues, si los estadunide­nses tenían razón, debió haberse hecho un arduo trabajo para cambiar la naturaleza de este complejo en los cinco meses pasados, desde la última vez que la OPAQ estuvo aquí.

Hoy día se acepta que la tristement­e célebre fábrica de leche infantil de Bagdad era genuina, aunque el régimen iraquí puso un falso letrero en inglés sobre sus puertas devastadas para las cámaras de televisión, después del bombardeo. El único letrero junto al destruido complejo sirio es un gran retrato de Bashar al Assad con la leyenda “Todo para ustedes” escrita encima. En árabe.

Pero volvamos al león. El pobre Muttanabi fue asesinado al cabo del tiempo por un hombre al que había insultado en un poema. Su nombre –esperen a leer esto– era Dabbah al-Assadi. Sin parentesco, claro.

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 ??  ?? La explosión de un auto bomba en la plaza Masayat el pasado miércoles, en Damasco, dejó dos muertos y 14 heridos, de acuerdo con la Agencia Siria de Noticias; la estela de humo se apreció desde lejos ■ Foto Afp
La explosión de un auto bomba en la plaza Masayat el pasado miércoles, en Damasco, dejó dos muertos y 14 heridos, de acuerdo con la Agencia Siria de Noticias; la estela de humo se apreció desde lejos ■ Foto Afp

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