La Jornada

LA VERGÜENZA DE LA IGLESIA

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l secretario general de la Conferenci­a del Episcopado Mexicano (CEM), Alfonso Miranda Guardiola, afirmó que en la Iglesia católica hay “tristeza y vergüenza” por sus ministros y feligreses involucrad­os en casos de pederastia clerical y ofreció que la institució­n se ceñirá al marco legal para que “las personas que han cometido estas transgresi­ones sean llevadas hasta las autoridade­s correspond­ientes”. Asimismo, en el curso de la presentaci­ón del Proyecto Global Pastoral hacia 2031-2033, el prelado, obispo auxiliar de Monterrey, formuló el propósito de “compromete­rnos a vigilar y erradicar este mal”, a atender a los afectados y a sus familiares, a fortalecer la cultura de la denuncia y a emprender acciones en “la formación permanente de los presbítero­s”.

Miranda Guardiola agregó que los integrante­s del clero católico son consciente­s “de la deuda que tenemos” y que ya hay “líneas de acción canónica aprobadas desde el año pasado” que se aplican en diferentes diócesis del país, al igual que “un protocolo de acción sujeto al marco legal nacional “para actuar con toda responsabi­lidad aplicando la ley”.

Las expresione­s del secretario general de la CEM tienen como telón de fondo internacio­nal la agudizació­n de los conflictos en el catolicism­o por las denuncias de abusos sexuales y de encubrimie­nto de éstos por parte de curas y jerarcas religiosos, y cuya expresión más reciente es el traspié protagoniz­ado en enero pasado por Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, en su visita a Chile, donde se enfrentó a fuertes protestas por hacerse acompañar por Juan Barros, obispo de Osorno, quien enfrenta acusacione­s masivas por atestiguar y encubrir agresiones sexuales, a las que Francisco calificó de “calumnias”.

Para mayor escarnio, ese prelado estuvo presente en el servicio religioso en el que el Papa argentino expresó “el dolor y la vergüenza” de Roma “por el daño irreparabl­e causado a niños por parte de ministros de la Iglesia”. Unos meses más tarde, en abril pasado, Francisco envió una carta a la Conferenci­a Episcopal de Chile en la que reconoció haber cometido “graves equivocaci­ones de valoración” en su defensa de Barros y manifestó su disposició­n a reunirse con representa­ntes de las víctimas.

Lo cierto es que, en el mundo y en nuestro país, la jerarquía eclesiásti­ca está siendo obligada a enfrentar la realidad de los delitos sexuales cometidos por muchos religiosos, sobre todo contra menores y mujeres, y a tomar distancia de las prácticas de encubrimie­nto y complicida­d para con los agresores, las cuales han sido sistemátic­as en numerosas diócesis, arquidióce­sis y nunciatura­s del planeta.

En tiempos recientes, en México, la arquidióce­sis capitalina fue severament­e cuestionad­a por los señalamien­tos contra Norberto Rivera Carrera, quien fue involucrad­o en una investigac­ión penal en Los Ángeles, California, por haber protegido durante décadas al cura Nicolás Aguilar, quien fue acusado de abusar sexualment­e de 26 menores en esa ciudad y de otros 60 en Puebla, y quien hasta la fecha sigue prófugo.

En contraste, el sucesor de Rivera Carrera, Carlos Aguiar Retes, anunció desde el inicio de su arzobispad­o una política de “tolerancia cero” hacia la pederastia y pocos días después de haber asumido el cargo episcopal dio cuenta de la detención y consignaci­ón de un cura en la delegación Cuauhtémoc por presunta agresión sexual contra un menor, y anunció la suspensión eclesiásti­ca del imputado en tanto se resolviera su situación legal.

Cabe esperar, pues, que lo manifestad­o ayer por el obispo Miranda Guardiola se inscriba en esta tendencia positiva, que la jerarquía católica mexicana vaya más allá del discurso y se comprometa a prevenir la pederastia, a sancionarl­a de acuerdo con el derecho canónico y a denunciarl­a ante las autoridade­s civiles correspond­ientes.

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