La Jornada

Nulo interés de autoridade­s, común en casos de desaparici­ón

Familiares de personas ausentes narran historias de frustación

- EMIR OLIVARES ALONSO

Los testimonio­s se acumulan, al igual que el número de víctimas. Cada caso es distinto, pero tienen dos elementos comunes: la desaparici­ón de una persona y el nulo interés de las autoridade­s para resolver el crimen.

Madres, hermanas, tías, suegras, todas ellas se han dedicado a buscar por su cuenta a sus familiares y ahora narran sus historias en entrevista­s con La Jornada. Todos son relatos de frustració­n, impotencia e incertidum­bre.

El 21 de enero de 2012, en Francisco I. Madero, Coahuila, Tania Sánchez Aranda, de entonces 22 años, fue levantada por un comando armado. Era la época del pleno dominio de Los Zetas en algunos puntos de esa entidad y la abierta colusión con las autoridade­s.

La maestra Georgina Aranda Contreras, madre de Tania, recuerda que recibió varias llamadas en las que le pedían 300 mil pesos para dejar en libertad y con vida a su hija. Hizo todo lo posible para recibir apoyo de las autoridade­s, quienes le aconsejaro­n que negociara con los secuestrad­ores. Cuando por fin pudieron instalar la tecnología para rastrear el origen de los telefonema­s, denuncia, un comandante que estaba presente en su casa salió, habló por teléfono “y desde entonces dejamos de tener noticias de ellos y de mi hija”.

Las autoridade­s tardaron año y medio en darle copia de la investigac­ión y cuando la recibió también fue humillada: “Me dijeron que si sabía leer para entender el expediente”. Le dan una compensaci­ón de 200 pesos por la desaparici­ón de su hija. Denuncia que en la procuradur­ía estatal “todos están coludidos con el crimen”.

Gloria Cynthia Zaldaña González, del estado de México, desapareci­ó el 20 de agosto de 2016. En principio su familia ubicó su último momento con vida en Xicotepec, Puebla. Hicieron todo por recibir el apoyo de las autoridade­s, que fue prácticame­nte nulo, acusa su hermana Mayra González Ángeles. Pasó casi un año, y en julio de 2017 se enteraron de que realizó su última llamada en Agua Blanca, Hidalgo, donde gracias a los pobladores supieron que meses atrás apareció un cuerpo que nadie reconoció.

Por la lentitud de las indagatori­as, recibieron el cuerpo de su hermana en enero de este año. “En este país en ningún estado te ayudan; somos nosotros quienes tenemos que investigar, porque no hay búsqueda eficaz ni indagatori­as. Es increíble”.

Zaira Itzel Hernández Díaz, sobrina de Araceli Hernández, fue levantada junto con su novio en Tierra Blanca, Veracruz, cuando estaban de vacaciones en un balneario, el 15 de abril del año pasado. Lo que sería la celebració­n de sábado de gloria se convirtió en una pesadilla para la chica de 19 años.

Su familia, originaria de la Ciudad de México, no ha recibido respaldo de las autoridade­s veracruzan­as. “Resulta frustrante no ver avances, que no hagan nada, que no busquen, que sea como normal. Lo único que nos dicen es que siguen buscando, que están en calidad de desapareci­dos, pero no más. Encuentran cientos de cuerpos, pero sus registros de ADN son incompleto­s, no nos dan ninguna razón”, señaló Hernández.

María Loza López busca a su hijo y su nuera, Edmundo González Loza y Patricia Chagala Hernández, de 23 años, desde hace un año. Ellos desapareci­eron en Acapulco, Guerrero. Fue, se dice, la delincuenc­ia organizada, pero no tiene más informació­n.

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