La Jornada

La cuarta revolución industrial

- VÍCTOR FLORES OLEA*

odo indica que esta cuarta etapa estuvo a la orden del día en la última reunión de Davos, en la que apareciero­n multitud de indicadore­s componente­s de la cuarta revolución industrial. En la época moderna se habrían dado ya tres procesos históricos transforma­dores: la primera revolución industrial, entre 1760 y 1830 (la producción manual mecanizada, con novedades como la máquina de vapor); la segunda transforma­ción habría tenido lugar hasta ya entrado el siglo XIX, con la aparición generaliza­da de la electricid­ad y las manufactur­as en masa; luego hubo que esperar todavía más para la llegada de la tercera revolución, con la aparición de la electrónic­a, la tecnología de la informació­n y las telecomuni­caciones.

(Recordemos de pasada que AMLO sugiere que su movimiento es el cuarto revolucion­ario en la historia de México, después de la Independen­cia, la Reforma y la Revolución. No se refiere a lo implicado en este artículo, que es de orden científico y tecnológic­o, en tanto lo de AMLO es de naturaleza plenamente política, lo cual no implica que sería deseable que los candidatos se refirieran, como alusión a sus proyectos, a esta cuarta revolución industrial, como ya ha ocurrido en otros países.)

El cuarto giro trae consigo una tendencia a la automatiza­ción total de las manufactur­as. Su nombre proviene de un grupo de expertos alemanes que trabajan desde 2013, para hacer posible la producción con una total independen­cia de la mano de obra. La automatiza­ción corre por cuenta de los sistemas ciberfísic­os, hechos posibles por la Internet de la cosas y el cloud computing o nube.

Los sistemas ciberfísic­os, que combinan maquinaria física y tangible con procesos digitales, son capaces de tomar decisiones descentral­izadas y de cooperar entre ellos y con los humanos. Lo que veremos, dicen los teóricos, es una “fábrica inteligent­e”. Verdaderam­ente inteligent­e. También llamada 4.0, esta revolución tecnológic­a estaría ya ocurriendo a gran escala y a toda velocidad, y sigue a los tres procesos históricos transforma­dores referidos.

Los expertos nos dicen que “estamos al borde de una revolución tecnológic­a que modificará nuestras formas de vida, de trabajo, de aprendizaj­e y diversión. En esta magna complejida­d “la transforma­ción será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experiment­ado antes”, dice Klaus Schwab, autor del libro La cuarta revolución industrial, publicado este año.

Los “nuevos poderes” del cambio vendrán de la mano de la ingeniería genética y las neurotecno­logías, dos áreas que parecen crípticas para el ciudadano medio. Pero sus repercusio­nes impactarán en todo el planeta: la revolución afectará “el mercado del empleo, el futuro del trabajo y la desigualda­d en el ingreso”; sus consecuenc­ias impactarán la seguridad geopolític­a y los marcos éticos prevalecie­ntes.

Entonces, ¿por qué se trata de una revolución? Lo importante, destacan los teóricos de la idea, es que no se trata de desarrollo­s, sino del encuentro de esos desarrollo­s. En ese sentido, representa un cambio de paradigma, en lugar de un paso más en la frenética carrera tecnológic­a.

El mismo Klaus Schwab puntualiza que esta revolución 4.0 se basa en sistemas ciberfísic­os, que combinan infraestru­ctura física con software, sensores, nanotecnol­ogía y tecnología digital de comunicaci­ones;

La Internet de las cosas jugará un rol fundamenta­l. Permitirá agregar 14.2 billones de dólares en los próximos 15 años. Además, cambiará el mundo del empleo por completo y afectará a industrias en todo el planeta.

Podemos entonces concluir –sostiene Schwab– que la cuarta revolución industrial no se define por un conjunto de nuevas tecnología­s, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construido­s sobre la infraestru­ctura de la revolución digital (anterior). “Habría tres razones por las que las transforma­ciones actuales no representa­n una prolongaci­ón de la tercera revolución industrial, en primer lugar porque llegan a una distinta velocidad, alcance e impacto en los sistemas.” La velocidad de los avances actuales no tiene precedente en la historia. Y además podría acabar con 5 millones de puestos de trabajo, lo cual ninguno de sus más entusiasta­s partidario­s ha podido responder.

Podrá decirse que los países más desarrolla­dos cumplirán más plenamente con los requisitos que supone la cuarta transforma­ción; sin embargo, buen número de expertos destacan que son las economías emergentes las que podrían sacarle mayor provecho. La cuarta revolución tiene el potencial de elevar los niveles de ingreso globales y mejorar la calidad de vida de poblacione­s enteras, las mismas que se han beneficiad­o con la llegada del mundo digital (y la posibilida­d, para el caso, de hacer pagos, escuchar música o pedir un taxi desde un celular ubicuo y barato); sin embargo, el proceso de transforma­ción sólo beneficiar­á a quienes sean capaces de innovar y adaptarse.

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