La Jornada

Nuevas, buenas y pésimas ideas

- CANNES. LEONARDO GARCÍA TSAO

esde que el gobierno iraní le ha prohibido al estimable cineasta Jafar Panahi hacer películas –y viajar al extranjero–, el hombre se las ha arreglado para convencer a las autoridade­s de que no las hace. Se roj (Tres rostros) es la cuarta instancia de esa estrategia en la que el propio Panahi aparece en pantalla en ingeniosas meditacion­es sobre la naturaleza del cine. Sin embargo, esta vez el asunto se vuelve demasiado delgadito.

En pantalla aparece un video telefónico de una chica llamada Marziyeh, quien anuncia su inminente suicidio y culpa de ello a la actriz Behnaz Jafari; en efecto, la joven parece ahorcarse en una cueva. En el siguiente plano, la misma Jafari aparece con Panahi para pedirle que averigüen si en realidad Marziyeh ha muerto. Eso los lleva a una road movie de aspecto improvisad­o, en lo que el cineasta maneja su camioneta a la aldea montañosa donde vivía la chica. Cosa que lleva a diferentes encuentros con los habitantes.

Con largos planos fijos y largas conversaci­ones, Se roj llega pujando a la duración de largometra­je. En el camino, Panahi aprovecha para rendir una especie de homenaje a Abbas Kiarostami, el gran santón del cine iraní a quien él asistió. Hay temas e imágenes que remiten a El sabor de la cereza (1997) y El viento nos llevará (1999), sobre todo. Por cierto, sólo aparecen dos rostros de los enunciados por el título. Al tercero, una actriz retirada, sólo le escuchamos la voz.

Cabe decir que la segunda directora en competenci­a, la italiana Alice Rohrwacher, fue una gran mejoría frente a la primera, Eva Husson. Su tercer largometra­je, Lazzaro felice (Tan feliz como Lazzaro), es ciertament­e un trabajo original que utiliza elementos de realismo mágico para contar la historia del protagonis­ta epónimo (Adriano Tardiolo), un joven tan bondadoso que parece simplón. Él y su enorme familia son explotados en el feudo tabacalero de la marquesa Alfonsina de Luna (Nicoletta Braschi), quien no les paga un sueldo. Lazzaro se desploma de un precipicio, pero no muere, sino resucita varios años después, cuando la policía ha intervenid­o e incautado la aldea.

El tono es caprichoso y a ratos –sobre todo, cuando interviene un ladrón (Sergi López) no muy brillante– bastante gracioso. Si bien, no todos los conceptos de Rohrwacher funcionan en la misma medida, el resultado es refrescant­e. El público de su estreno la aplaudió con ganas.

Por cierto, eso de las nuevas funciones de prensa ha resultado ser una monserga. Durante el día, con frecuencia se nos mezcla con el público vespertino en una función mixta y se nos obliga a hacer largas colas, pasar la inevitable seguridad y desfilar por la alfombra roja (aunque no disfrazado­s de pingüinos). Además, sólo podemos ocupar una pequeña sección de la sala Lumière hasta mero adelante, como la infantería que siempre hemos sido. Las quejas han sido tantas que no me extrañaría el regreso de la vieja rutina para el año próximo. lgtsao@hotmail.com

Twitter: @walyder

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