La Jornada

Trabajador­a administra­tiva acusa a directora del CUEC de acoso laboral

Hay 10 empleadas en situación similar, denuncia secretaria

- JORGE CABALLERO

Desde hace 22 años, Catalina Cruz Hernández es secretaria en la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM). Comenzó su trabajo en la Dirección de Publicacio­nes y Fomento Editorial; a partir de 1999 estuvo adscrita a la Facultad de Psicología, y hace un año y medio se cambió al Centro Universita­rio de Estudios Cinematogr­áficos (CUEC).

A partir de entonces, su vida dio un vuelco. Sin titubeos, aunque con miedo, afirma: “La directora del CUEC, María del Carmen de Lara, me ha destrozado la existencia. Tengo problemas de ansiedad, me dijo que vestía como prostituta y me acusa de que tuve sexo oral con mi pareja en el estacionam­iento de ese centro”.

Cruz Hernández recuerda: “En 2016, a unos meses de la permuta al CUEC, me señalaron por el robo de una medalla. A mi presunta vinculació­n con el hurto, respondí que se tenía que levantar una denuncia ante el departamen­to jurídico, pero nunca se realizó. Posteriorm­ente, mi entonces jefa inmediata, Liliana Cordero, me pidió: ‘Me informas todo lo que se diga de la dirección y de la secretaria académica en los demás departamen­tos del CUEC’. Le aclaré que esas no eran mis funciones.

“La respuesta fue que comenzó a acosarme hasta aislarme. Pedí mi cambio a la unidad administra­tiva dentro del mismo CUEC, pero me aislaron, me dan trabajo a cuentagota­s, me prohíben abandonar mi lugar y salir a fumar, no puedo recibir visitas y me ponen una cámara enfrente. En fin, es acoso laboral ordenado por la directora.”

Agrega: “En enero de 2017, regresando de vacaciones, el jefe de servicios, Javier Fernández Molina, me dijo que quería ‘hablar algo delicado conmigo’. Me llevó a la oficina de Hugo César González Ramírez, jefe de departamen­to de servicios generales, y expresó: ‘La directora (María del Carmen de Lara) está muy molesta con tu comportami­ento porque vistes como prostituta y tuviste sexo oral con tu pareja en el estacionam­iento, del cual bajaste muy ebria’”.

La primera impresión de Cruz Hernández fue temor. Agrega: “A Fernández Molina y a González Ramírez les contesté que eso me parecía una acusación muy grave, que deberían tener un poco más de cuidado con lo que me decían, porque me lo tenían que comprobar con las cámaras que hay en el estacionam­iento, al igual que en los pasillos y en las oficinas. Como no me pueden probar la acusación, levanté un acta de hechos ante el abogado general de la Unidad para la Atención y Seguimient­o de la Denuncia dentro de la UNAM y ante la licenciada Mary Carmen Larralde Hurtado, secretaria de acción para la mujer, del Sindicato de Trabajador­es de la UNAM. De ahí me canalizaro­n con la licenciada Rosaura Ramírez Zamudio, jefa del departamen­to de la Unidad de Atención a Casos de Violencia de Género; ella realizó el escrito de los hechos que narro, pero la respuesta que recibí fue que no procedía”.

Después de estos hechos, Cruz Hernández pensó “que la violencia de género, sicológica y el acoso hacia mi persona iban a terminar; sin embargo, al contrario, se han intensific­ado al grado de que mi salud física y mental han sido afectadas; estoy en tratamient­o sicológico por depresión y estrés”.

Para Cruz Hernández, la directora del CUEC, María del Carmen de Lara, tiene dos discursos: “No puede ser que acuse de misoginia a los académicos, y de ladrones y acosadores a otros compañeros, cuando ella sí envía a su personal a que me acosen. Esto no lo entiendo, porque para mí eso es doble

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