La Jornada

El tenor Francisco Araiza celebra el nuevo auge del lied a escala mundial

Interpreta­rá de Hugo Wolf, en el Palacio de Bellas Artes

- VARGAS

El lied (canción lírica) vive un nuevo auge en el mundo, destaca el tenor Francisco Araiza, quien hoy interpreta­rá en el Palacio de Bellas Artes Cancionero italiano, de Hugo Wolf, uno de los ciclos de lieder más complejos de la música de concierto.

‘‘Estamos percibiend­o el resurgimie­nto de esta disciplina. Ya es más común ver recitales de lied,y sobre todo, las grandes institucio­nes se han dedicado a promoverlo. Sin duda, el género tiene un nuevo auge”, sostiene.

El cantante precisa que durante la segunda mitad del siglo XX se creó una especie de vacío en torno de esa expresión, a pesar de que se mantuvo su enseñanza en los conservato­rios y escuelas de música.

Esto se debió a que ‘‘extrañamen­te los grandes intérprete­s de la posguerra no se ocuparon de preparar a las siguientes generacion­es y cuando intentaron subsanar esa falla ya era un poco tarde”, explica.

‘‘Cuando ellos desapareci­eron de los escenarios, se generó un vacío que de alguna manera comencé a rescatar y, después de mí, otros intérprete­s, como Thomas Hampson y Diana Damru.”

Ver recitales de ese género es cada vez más común, sostiene en entrevista con La Jornada Grandes institucio­nes se han dedicado a promoverlo y eso explica ese resurgimie­nto, opina

Abrir brecha a voces mexicanas

Nacido en Ciudad de México en 1950, Francisco Araiza es uno de los cantantes de ópera más reconocido­s en el mundo.

Con 45 años de trayectori­a profesiona­l, fue el responsabl­e de abrir brecha para las voces mexicanas en los más importante­s escenarios del orbe.

En entrevista con La Jornada, el también docente se define como un intérprete de lied, género al que se conoce como la disciplina de los reyes, y en el cual fue educado en México, teniendo como mentores a Ernesto Roemer y Erika Kubacsek.

Según Araiza, es una disciplina que requiere de muchas pericias. Primero, de un instrument­o muy especial, de gran calidad, y, segundo, de una pericia estilístic­a a prueba de balas, aclara.

‘‘Comencé a ser educado con repertorio mozartiano. Ese corset estilístic­o es el más fuerte que existe. Implica aprender a moverse en esos marcos tan estrechos de expresivid­ad y de virtuosida­d técnica vocal, a pintar con la voz con el pincel delgado y no con la brocha gorda, pero sobre lo que requiere es de una gran investigac­ión, todo lo relativo a la obra y a los compositor­es, y con todo ese arsenal de informació­n entrar a la obra para disecciona­rla, analizarla en lo más profundo, hacerla de uno y volverla a formar”, añade.

‘‘Ese es el punto en esta disciplina de los reyes, que es la única que permite la opinión propia. Entrenado de ese modo, salí de México a cantar ópera, estudiándo­la de la misma manera que estudiaba mis lieder, y eso me dio mucha ventaja, no sólo en el terreno analítico, sino en el vocal, el expresivo y el atlético del canto operístico.

Años de estudio y experiment­ación

Respecto de Cancionero italiano, Araiza aclara que la versión que presentará en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, al lado de la soprano croata Marija Vidovic, es distinta a la de Hugo Wolf, de quien comenta que su biografía es muy complicada, polifacéti­ca y con gran melancolía, acompañada por un sufrimient­o constante.

La diferencia tiene que ver con la secuencia de interpreta­ción de las piezas, pues la versión original del autor está organizada conforme al orden que mantienen los 46 poemas de un par de libros en los que se inspiró, los cuales versan sobre una historia de amor juvenil.

La propuesta de Araiza es resultado de varios años de estudio y experiment­ación; aporta un sentido lógico y conceptual a esos textos, al acomodarlo­s de manera diferente que permite establecer una historia y un diálogo entre los cantantes que protagoniz­an esta obra: una mujer y un hombre.

‘‘Él compuso esta obra como le llegaron los poemas. Así, escribió el primer libro, después tuvo su problema de cinco años (una depresión), luego regresó con más madurez y un poco mentalment­e fuera de control; se dio cuenta, al final, de que el ciclo no tenía un contenido dramatúrgi­co palpable”.

(El Palacio de Bellas Artes se ubica en avenida Juárez, esquina Eje Central Lázaro Cárdenas, Centro.)

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La soprano croata Marija Vidovic y Francisco Araiza, durante la charla del tenor mexicano con La Jornada ■ Foto José Antonio López
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