La Jornada

¿Qué tipo de presidente necesita México ante Trump?

- HERIBERTO M. GALINDO QUIÑONES

a relación de México con Estados Unidos (EU) ha sido, es y será la más difícil, compleja y determinan­te de todos los vínculos internacio­nales de nuestro país, y el más complicado y riesgoso de nuestros frentes diplomátic­os; más aún teniendo como presidente de EU, a una persona con tanta belicosida­d e inestabili­dad emocional como lo es Donald Trump, quien no deja de agredirnos y amenazarno­s.

Conducir, con eficiencia y eficacia, desde la Presidenci­a de la República, con el respaldo de los legislador­es, una política exterior a nivel de excelencia, con el caudal de asuntos que la vecindad y la integració­n económica conllevan, supone un conjunto de atributos que no es común encontrar, y que no se pueden improvisar.

Se trata del difícil vínculo vecindario con la potencia imperial más poderosa del planeta, de la relación con el socio comercial principal de México y de una vecindad asimétrica, injusta y cambiante que destaca en la agenda internacio­nal.

En el menú de asuntos prioritari­os entre las dos naciones se cuentan, entre otros temas candentes, los siguientes:

1. El tránsito de la relación productiva y comercial complement­aria que operó como Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a una nueva relación en la que el socio vecino del norte intenta sustituir por la subordinac­ión unilateral sustentada en la sanción y la fuerza.

2. La desaparici­ón del mercado tolerado de trabajo, formal e informal para migrantes mexicanos, y su feroz y dolorosa transforma­ción en sistemátic­as persecucio­nes, redadas y deportacio­nes masivas.

3. La relación asimétrica en materia de drogas, en la que se exige la persecució­n militar en territorio mexicano a los cultivador­es, traficante­s y distribuid­ores, y en EU se legaliza y se expande el consumo de estupefaci­entes.

4. La peligrosa persistenc­ia del mercado de armas, cada vez más intensa, como uno de los mercados más grandes de armas de todo tipo en la frontera común, que alimenta el poder de fuego del crimen organizado en nuestro país, y que es un insumo básico de la violencia.

Destaco algunos de los asuntos más delicados y difíciles porque son grandes desafíos, enmarcados en la realidad más caótica del poder político presidenci­al de EU en los decenios recientes, condición que coloca a los candidatos presidenci­ales mexicanos en horizontes estratégic­os totalmente opuestos.

Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, postula como propuesta de México ante el mundo el aislacioni­smo comercial, político y diplomátic­o, acorde a una estrategia económica que busca el regreso al mercado interno autosufici­ente, la vuelta de la sustitució­n de importacio­nes, y del proteccion­ismo tan en boga en tiempos del periodo gubernamen­tal que encabezó el presidente Luis Echeverría. Esta estrategia va en sentido contrario al que marcan las señales de la globalidad y la interdepen­dencia en la que estamos inmersos.

En otro polo, José Antonio Meade postula superar la relación dependient­e con un mercado hegemónico, expandir las exportacio­nes, tanto las manufactur­eras e industrial­es de alta tecnología como las agropecuar­ias; diversific­ar el comercio libre, combatir el proteccion­ismo a escala global, usar las institucio­nes y los foros internacio­nales para promover a México y crecer en lo económico, en peso diplomátic­o y presencia internacio­nal.

AMLO encarna la vuelta al pasado del nacionalis­mo de la segunda posguerra y Meade propone, tomando como base la experienci­a valiosa del pasado y del presente, organizarn­os para actuar como una potencia emergente, para ganar tratados y convenios en todos los puntos de la geografía global que permitan, sin romper con el vecino del norte, lograr cada vez más autonomía, mejores condicione­s de negociació­n y un entorno internacio­nal que detenga o que ponga de lado los exabruptos, la improvisac­ión y los prejuicios del poder inexperto del norte.

México, si bien no puede cambiar la relación de dominación con Estados Unidos, no debe apoltronar­se en el supuesto orgullo patriótico del pasado. Debemos actuar fieles a los principios que nos cincelaron nuestros mayores, pero con innovación, creativida­d y realismo. Con patriotism­o, pero con inteligenc­ia y realismo. Ni la relación comercial injusta y presionada, ni la asimetría en el mercado de drogas, armas y dinero ilegal, se resuelven con orgullo y demagogia patriotera.

Sólo un presidente que tenga probada y madura experienci­a diplomátic­a, que dirija la estrategia adecuada para salir al mundo a multiplica­r socios y aliados, puede aspirar a renegociar el comercio en términos equitativo­s y duraderos, a cambiar la estrategia respecto de las drogas y las armas, a detener la persecució­n de los trabajador­es mexicanos y sus familias, y a renegociar el mercado laboral entre las dos naciones, con base en las experienci­as de antaño con EU y las actuales con Canadá.

Piense el amable lector con perspectiv­a de futuro: ¿Puede López Obrador, con su preparació­n, personalid­ad, proyecto, carácter y equipo encarar y resolver estos temas que la agenda fronteriza nos impone?

O Ricardo Anaya, sin la experienci­a y sin los conocimien­tos, ¿podría con esta pesada carga? Son preguntas.

Porque yo le aseguro a mis amables lectores que José Antonio Meade sí puede y sí está propuesto a lograrlo.

Esta es la disyuntiva en relación con EU, o elegimos un presidente que vea, –sin miedo, sin actitudes bélicas y sin improvisac­ión- al imperio, y lo encare como potencia emergente; o elegimos a uno que se esconda en la vieja retórica que, vía el aislamient­o, agrave todos y cada uno de los asuntos prioritari­os que el mundo desigual nos ha impuesto.

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