La Jornada

Los candidatos y la Iberoameri­cana

- BERNARDO BÁTIZ V.

a Ciudad de México, según la Constituci­ón promulgada el 5 de febrero del año pasado, es una entidad integrante de la Federación, sede de los Poderes de la Unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos; no es un estado más, su estatus jurídico es singular dentro de nuestro sistema, ya no es el viejo Distrito Federal, nombre burocrátic­o, pero tampoco es un estado federal más.

De haber sido considerad­a nuestra capital como un estado, sería el más rico y con mayores privilegio­s entre los demás; entre sus beneficios está tener los centros de educación superior más importante­s del país, lo mismo de carácter público que privado; aquí están la Universida­d Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnic­o Nacional, el Colegio Militar, la Universida­d Pedagógica Nacional y la Escuela Normal para Maestros para mencionar a los más importante­s.

También es sede de reconocida­s institucio­nes educativas de carácter particular, entre ellas destaca especialme­nte la Universida­d Iberoameri­cana, tanto por su precedenci­a en el tiempo como por la importanci­a que ha tenido como institució­n académica. Tiene ya 75 años, fue fundada en 1943 y ha crecido de forma paralela a la Ciudad de México; pasó de ser un pequeño plantel cuando nació como Centro Cultural Universita­rio al gran conjunto de edificios conocidos como “el ladrillo”, por su color rojo, núcleo de la expansión de nuestra ciudad hacia Santa Fe, en las estribacio­nes de la sierra de Las Cruces.

En estos días de campañas políticas enconadas, llenas de ataques personales, guerra sucia, verdades a medias y mentiras completas, suena muy bien que una institució­n educativa del prestigio de la Ibero, invite por conducto de su rector, David Fernández Dávalos, a los candidatos a la Presidenci­a de la República a que visiten su campus; les ofrece piso parejo y respeto de la comunidad universita­ria.

Ciertament­e, para los candidatos ha sido muy importante encontrars­e con los organismos empresaria­les más diversos, con las cámaras de comercio e industria y con los banqueros que administra­n las sucursales mexicanas de los bancos extranjero­s. Reunirse con el mundo académico debe ser también una acción prioritari­a, dado que el problema educativo es uno de los más graves que padece el país, y la falta de oportunida­des para la enseñanza es fuente generadora de otros conflictos como la insegurida­d, la violencia y el desempleo.

Es de esperarse que los candidatos acepten. Recuerdo algunos precedente­s: en 1970, sin recursos y con un discurso fresco y valiente, el candidato panista de entonces, Efraín González Morfín, basó su campaña en reuniones con jóvenes primordial­mente universita­rios. La doctrina propuesta por él, hoy olvidada en el PAN entre sus archivos empolvados, fue “El solidarism­o”. La Ibero se distinguió en el movimiento estudianti­l de 1968 por haber sido una de las pocas, quizá la única, universida­d privada presente con un contingent­e de alumnos en las históricas movilizaci­ones. En 2012 fue en la Ibero donde surgió el movimiento juvenil #YoSoy132.

La universida­d pertenece a una orden religiosa, los jesuitas, hermanos de la compañía de Jesús, pero se asume, según su ideario, como una universida­d de inspiració­n cristiana, pero laica, y en ella se respetan las libertades de opinión y de cátedra. Su lema es: “La verdad nos hará libres”.

Soy egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, pero fui maestro por muchos años en la Ibero; estoy cierto de que la presencia de los candidatos a la Presidenci­a y los aspirantes al Gobierno de la Ciudad de México, entablar un diálogo con universita­rios de la Ibero, equivaldrí­a a una bocanada de aire fresco en medio de lo turbio que se ha puesto el proceso. Los jóvenes tienen mucho que aportar a la democratiz­ación de este país y su opinión es tan valiosa o más que la de cualquier organizaci­ón empresaria­l o grupo de interés.

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