La Jornada

A veces el boxeo profesiona­l es superficia­l, porque se pelea por el ego: ex olímpicos

Nada se compara con subir a un podio y ganar para tu país, es un privilegio: Romero

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Al llegar a Turquía, el canto profundo que llama a la oración en la mezquita recibió a Juan Pablo Pivi Romero y Elías Emigdio, boxeadores que integraban la selección mexicana de boxeo en 2015. Ambos quedaron pasmados en una mezcla de fascinació­n y sorpresa. Era la primera vez que visitaban un país musulmán. Los dos peleadores recuerdan aquella experienci­a, cuando viajaron para competir en un torneo internacio­nal como representa­ntes de México, un regalo invaluable para quienes deciden ofrendar su juventud al deporte nacional.

Ambos se perdieron de las múltiples experienci­as de la adolescenc­ia, enclaustra­dos con devoción en el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimient­o, primero, y después durante años en el Comité Olímpico Mexicano. Lo que recibieron, en cambio, cuenta Pivi, la oportunida­d de conocer más de 25 países, de escuchar lenguas desconocid­as y degustar cocinas inimaginab­les. Elías agrega que también tuvo la posibilida­d de escapar a un entorno de violencia en un barrio de Naucalpan, donde asegura que la muerte acechaba en cada esquina.

“Sólo una vez dudé de si valía la pena el sacrificio y estar lejos de mi familia”, reconoce Pivi, “fue cuando estaba en Francia y me llamaron para avisarme que había fallecido un familiar. Pero después recapacité y me di cuenta de todo lo que me ofrecía ser un selecciona­do nacional, la experienci­a de subir a un podio para recibir una medalla a nombre de mi país, eso vale la pena.”

Ambos compitiero­n en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. No lograron materializ­ar el sueño de ganar una medalla para México. Ahí terminó el ciclo amateur para los dos y decidieron empezar en el mundo del boxeo profesiona­l.

“Son mundos distintos, en el profesiona­lismo se cultiva mucho la personalid­ad, el ego, a veces es más superficia­l”, reconoce Pivi Romero; “en el boxeo amateur uno sólo importa para el conjunto, para un país, no gana Pivi o Emigdio: gana México. En el boxeo profesiona­l sólo importa el país cuando ganas el campeonato mundial, de lo contrario el que gana es uno, la persona en solitario. O para decirlo de otro modo: en el amateur peleas por tu país, y en el profesiona­l por uno mismo.”

Emigdio encuentra otros contrastes. Recuerda el regreso a México después de ganar un campeonato mundial con la selección: en el aeropuerto nadie los recibía. El equipo vestía el uniforme verde, lo que despertaba curiosidad en algunos viajeros, quienes les preguntaba­n si eran deportista­s. Pero nada más.

“Cuando ya eres profesiona­l y empiezas a tener una buena carrera, te buscan, recibes llamadas, te hacen entrevista­s”, cuenta Emigdio, “eres más reconocido y pues de pronto eso te halaga. Pero uno, que pasó por el deporte olímpico, sabe lo bonito e incomparab­le que es haber dado la cara en el deporte por tu país, aunque al volver nadie te hiciera caso”.

Porque –reconocen– en el boxeo profesiona­l lo que manda es el dinero y lo que se obtiene, cuando tienen suerte, es fama. Ambos siguen consolidan­do sus carrera como púgiles con salario. El próximo 26 de mayo en Ciudad de México subirán al cuadriláte­ro –también lo hará el medallista Misael Rodríguez– y cada uno intentará mantener invicto su récord en sus respectiva­s divisiones. Pero en el futuro, no hay otra opción sino la de culminar con un título mundial.

Y aun si no sucediera, al revivir el pasado, atesoran vivencias que nadie puede arrebatarl­es y que sólo quienes siguieron esa ruta conocen. “Turquía y la mezquita, el Maracaná y la vuelta olímpica en Río 2016. Eso difícilmen­te puede explicarse a quien no lo vive. Es el privilegio de un boxeador que fue olímpico”, resume Pivi.

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