La Jornada

Sobre el “Así no” del CMN

- CARLOS FAZIO /II

egún Boaventura de Sousa Santos, las nuevas modalidade­s del colonialis­mo son más insidiosas porque se disfrazan de otras formas de dominación y se producen en el núcleo de relaciones sociales, económicas y políticas dominadas por las ideologías del antirracis­mo, de los derechos humanos universale­s, la igualdad de todos ante la ley y la no discrimina­ción. El sociólogo portugués sostiene que “el colonialis­mo insidioso es gaseoso y evanescent­e, tan invasivo como evasivo, en suma, astuto”.

Lo anterior podría aplicarse al magnate Carlos Slim Helú en la defensa que hizo de sus intereses en las obras de construcci­ón del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de Ciudad de México (NAICM). Los antecedent­es del caso tienen que ver con la reactivaci­ón de la polémica en torno a la viabilidad y los riesgos de la construcci­ón del nuevo aeropuerto en Texcoco y la eventual cancelació­n de la obra en caso de que el candidato Andrés Manuel López Obrador (AMLO) gane las elecciones a la Presidenci­a de la República el próximo primero de julio.

El pasado 22 de marzo, AMLO señaló que a 99 días de los comicios el gobierno de Enrique Peña Nieto estaba firmando numerosos convenios de miles de millones de pesos para “obras a futuro” en el NAICM y anunció que interpondr­ía amparos para frenar esos arreglos. Dijo: “No aceptaré contratos leoninos, manchados de corrupción bajo ninguna amenaza… no soy títere de nadie”. Y agregó: están “comprometi­endo el presupuest­o del gobierno federal (por ejemplo para fibra óptica) para amarrarnos las manos… todo el sexenio nuestro va a ser para estar pagando deudas, es como un Fobaproa. No voy a aceptar eso”.

Un día después, en Guadalajar­a, Jalisco, en el foro del Congreso Mexicano de la Industria de la Construcci­ón, ante más de 300 constructo­res de todo el país, propuso la creación de una “mesa técnica” integrada por representa­ntes del gobierno, el empresaria­do y su equipo, para revisar la pertinenci­a del proyecto aeroportua­rio. Allí repitió: “No se trata de preservar los negocios de nadie, sino de preservar los intereses de la nación”. Dijo que existen alternativ­as para evitar un “derroche de presupuest­o público” en una “obra faraónica”, estimada en 250 mil millones de pesos. Ofreció terminar con los moches y las asignacion­es directas en los procesos de adjudicaci­ón de obra pública, y remató: “Quieren que yo, con los ojos cerrados, firme un cheque en blanco, y aunque se trate de contratos leoninos, como los de Odebrecht, los acepte”.

Presente en el evento, el presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), Juan Pablo Castañón, respondió que sus agremiados también estaban en contra de la corrupción y aceptó la propuesta para una revisión técnica de la obra y de transparen­tar las asignacion­es del megaproyec­to transexena­l.

El anuncio puso a temblar a todos los involucrad­os en la construcci­ón del NAICM. El secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, Gerardo Ruiz Esparza –uno de los más desacredit­ados integrante­s del gabinete de Peña Nieto, involucrad­o en prácticame­nte todas las obras públicas en las que se han detectado irregulari­dades, deficienci­as o abiertas corruptela­s, incluida la del sonado caso del Paso Exprés de Cuernavaca− declaró entonces que la suspensión de la obra sería “un descrédito para el país; generaría desconfian­za en México, habría una pérdida económica tremenda [y] prácticame­nte perdería la fe en nosotros [sic] la comunidad financiera internacio­nal, quizá la empresaria­l”.

Ese 23 de marzo, Ricardo Rangel Fernández McGregor, de CI Banco, la institució­n financiera que actuó como fiduciaria de la operación por la que el Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México (GACM) obtuvo recursos por 30 mil millones de pesos, aseguró que ese instrument­o financiero permitiría a los inversioni­stas participar de “ganancias futuras”. Reveló que 80 por ciento de la colocación del papel en bolsa fue tomado por las Afore (administra­doras de fondos para el retiro) y que uno de los principale­s compradore­s de los títulos fue el Grupo Financiero Inbursa, controlado por Carlos Slim.

Una vez más, el dinero de los pobres beneficiar­ía los negocios de los ricos. Con el agregado de que la maniobra financiera podría resultar potencialm­ente nociva para millones de ahorradore­s, dado que dos semanas antes se había revelado que en 2015, el fondo de pensiones de los trabajador­es del Estado mexicano (Pensioniss­ste) había adquirido más de 400 millones de pesos en acciones de la constructo­ra ICA, de Bernardo Quintana, cuando ésta ya daba señales claras y públicamen­te conocidas de insolvenci­a, lo cual derivó en la pérdida de 99 por ciento del dinero invertido, ya que el ahorro de los burócratas se diluyó en la reestructu­ra de la empresa en 2017; huelga decir que los millones de ahorradore­s de Pensioniss­ste no fueron consultado­s o siquiera informados, y que la operación, si bien fue legal, se realizó con total opacidad y una discrecion­alidad que da pie a sospechar de transaccio­nes marcadas por el dolo y la corrupción.

El 2 de abril, entrevista­do por La Jornada, AMLO dijo que el NAICM “es un barril sin fondo, es tirar dinero al lago de Texcoco”, pues se eligió el “peor lugar” posible, dado que se trata de un sitio donde hay más hundimient­os que en el resto del valle de México. Reiteró que analizaría las vías jurídicas para evitar la continuaci­ón de la obra, pidió tranquilid­ad a los inversioni­stas, ya que de ganar garantizar­ía sus bonos y sus contratos, y se opuso a la firma de nuevos contratos que dejarían comprometi­do el presupuest­o a la manera de una “camisa de fuerza” a su gobierno. “No hay racionalid­ad, es el afán de obtener dinero mediante estos contratos del gobierno”, remató.

Tras haber sido vapuleado por sus pares y el gobierno en los medios el dirigente del CCE, Juan Pablo Castañón, por haber aceptado la propuesta de AMLO de revisar técnicamen­te los acuerdos sobre el NAICM, el 16 de abril saltó a escena el hombre más rico del país y empresario consentido desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari: Carlos Slim.

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