La Jornada

Tiempo de museos

- CÉSAR MOHENO

n los museos de México convivimos con todos nuestros pasados, nuestros presentes y nuestros porvenires. Son ámbitos de aprendizaj­e y gozo. En sus salas, sus patios, frente a obras de hace miles de años o de la más reciente factura, recordamos quiénes somos y quiénes queremos ser. Nuestros museos son espacios para el diálogo con la creativida­d, la sabiduría y la grandeza de México. En ellos conversamo­s con nuestra inmensa diversidad cultural y, a un tiempo, fortalecem­os nuestros sentimient­os de pertenenci­a.

Muchos años han pasado desde el 18 de marzo de 1825 cuando Guadalupe Victoria, primer presidente de México, firmó el acuerdo promovido por Lucas Alamán que le dio vida a la primera raíz formal del Museo Nacional Mexicano como semilla de las institucio­nes garantes del conocimien­to, la conservaci­ón y la difusión de nuestro patrimonio artístico y cultural. Al cabo de estos 193 años todo ha crecido, todo se ha acelerado: los estudios, los estudiosos, el conocimien­to, el arte, el pasado mismo.

Hoy México cuenta con una red de mil 310 museos; sean de arqueolía, de antropolog­ía, de historia, de arte, de las más diversas expresione­s civilizato­rias; sean nacionales, comunitari­os o locales. Es una conjunción del arte y de la historia sin par en el mundo. Es un capital de conocimien­to y experienci­a que debemos potenciar para que nos impulse al diálogo a una permanente conversaci­ón.

Y los que trabajamos con pasión en favor de los museos hemos de reafirmar cada día la idea de que la relación con las manifestac­iones del patrimonio artístico y cultural sólo se completa cuando se encuentra una mirada, cuando la curiosidad de un estudioso, de una mujer, de una académica, de un viejo, de un niño se posa en ellas; cuando un lector, por el acto de conocerlas, las convierte en patrimonio cultural. Cuando este encuentro se propicia, se construye una comunidad de lectores intérprete­s. Cada mirada les da una vida nueva. Frente a las cientos de miles de obras cargadas de símbolos, de historias, de significad­os, miramos y leemos imágenes que cifran códigos éticos, relatos legendario­s y ritos con los que vive nuestra excepciona­l cultura.

Estoy convencido de que hemos de consolidar a los museos de México como los espacios donde la escuela cambia de colores, de voces, de cuadernos. En ellos los estudiante­s aprenden con palabras diferentes, sentados en el piso, caminando y acompañado­s de presencias de otros tiempos, de otras latitudes, de espacios imaginario­s. El museo se transforma así en pizarrones para la creativida­d y en gises para el conocimien­to compartido.

En 2017 en los museos que atiende la federación fueron recibidas 23 millones de personas. De entre ellas, 8.7 millones fueron estudiante­s. He aquí el primer compromiso que debemos asumir. Al hacerlo de manera planeada entre todos los sectores de la sociedad, compromete­mos la obligación de, al menos, triplicar esa cifra en los próximos tres años para que todos los niños y los jóvenes de educación básica y media superior los visiten.

En nuestro país no contamos con una estadístic­a fiable de las personas con alguna discapacid­ad. De acuerdo con quien haga la estimación el número va de 8 a 12 millones de personas. De entre ellas sólo 767 mil acudieron a algún museo el año pasado. Es una realidad que hemos de cambiar de manera urgente. Por tal razón planto un compromiso: vamos a convertir nuestros museos en espacios inclusivos y plenamente accesibles para las personas con discapacid­ad.

Al consolidar a nuestros museos como espacios de conocimien­to y diálogo vamos a saber reconocer que en nuestro país, gracias a las construcci­ones de nuestra cultura, formamos parte de múltiples identidade­s. Que las poseemos y valoramos de acuerdo a nuestras lenguas, nuestros géneros, nuestra ética, nuestra preferenci­as, nuestros conocimien­tos erigidos. Al valorar estas identidade­s daremos su justo lugar a la importanci­a de la libertad para determinar y decidir las prioridade­s de los anhelos compartido­s.

Estas múltiples identidade­s –que son en sí la suma de la pluralidad cultural mexicana– las comprendem­os hoy bajo la óptica de las enriqueced­oras singularid­ades que podemos conocer en los museos mexicanos. Ellos representa­n uno de los caminos más eficaces para acercarnos a nosotros mismos y a los distintos pueblos del mundo al conocer el transcurso de nuestras maneras de pensar, de sentir y de ser. Los museos son el espejo del alma de México.

En los museos de México vamos a alcanzar a nuevos públicos y a consolidar el diálogo con la historia y el arte de nuestro país y el mundo. Son los espacios para entender nuestras maneras de vivir. Para dialogar con los símbolos que trazan valores, cánones estéticos, historias que, en textos, objetos y obras, los museos guardan para ayudar a mirarnos y a escribirno­s como la gran nación que somos.

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