MEADE Y ANAYA: RETÓRICA ÁGIL, PERO VACÍA
En el debate del domingo, observamos la retórica de los candidatos: del puntero y de los que van en segundo y en tercer lugares en las encuestas. Ricardo Anaya, con una ágil y risueña, sin ton ni son; en José Antonio Meade, una perfecta, pero burocrática. El puntero con persuasión lenta, pero avanza más rápido. Los otros no lo pueden alcanzar. ¿Por qué?
En Tijuana se expusieron temas que describen un rostro nacional verdaderamente dramático: migrantes amenazados, salarios de miseria para casi todos los trabajadores en México –no sólo los del sur como quiso matizar Meade–, campesinos obligados a la siembra de amapola, inseguridad y terror del crimen organizado y asociado con autoridades.
Son horrores que reflejan el resultado de un modelo económico y social vigente desde hace décadas. Esta situación debe ser el punto de partida para el diagnóstico necesario para el diseño de cualquier estrategia de superación nacional.
Los candidatos del Prian desechan tal diagnóstico. En su afán de conservación del modelo y del sistema, plantean a la defensiva falsos dilemas: economía abierta o cerrada, cuando todos los países entreabren o entrecierran sus puertas según el interés de su estructura productiva; continuar hacia el futuro por la ruta de continuidad o volver al pasado, cuando en el pasado debe estar ya este modelo que data de cuatro décadas.
De un diagnóstico objetivo se deriva lógicamente la necesidad de transformación, si se piensa en mejorar la vida de la nación, eso es lo que Meade y Anaya eluden, por eso, con todo y su retórica (brillante pero superficial), no alcanzarán al puntero, que basa su propuesta precisamente en ese diagnóstico, que por cierto siendo actual y objetivo se nutre de la historia, no para anclarse en el pasado si no para derivar de ahí enseñanzas valiosas,
como la de dar prioridad a la cooperación para el desarrollo entre norte y sur, como un mejor método para frenar la miseria, la inseguridad y la emigración. Idea a la que se le dio importancia hace décadas, pero no se concretó, pues se impuso la globalización neoliberal. Es una vergüenza el papel que Videgaray está haciendo jugar a México al preparar el camino para que los yanquis intervengan en Venezuela, como si además nuestro lastimado país fuera el ejemplo de las elecciones limpias.
Esa actitud es la continuación del servilismo que ya mostró y tanto nos lastimó cuando invitó al gorila anaranjado para que viniera a regañar públicamente a Peña y luego a vanagloriarse públicamente de ello.
Es urgente recuperar el principio de no intervención que tanto prestigio dio a nuestras política internacional. Esperemos no llegue el día en que nos den con el mismo palo por culpa del placer que parece encontrar Videgaray en “lamerle las patas” a Trump.