La Jornada

Los rejuegos de Trump con Corea del Norte

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n uno de sus habituales golpes de efecto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio ayer por cancelado el encuentro que se había programado para el próximo 12 de junio en Singapur con el máximo líder de Corea del Norte, Kim Jong-un. El pretexto para tal medida fue pueril: “la enorme ira y abierta hostilidad” mostradas, según el estadunide­nse, en las más recientes declaracio­nes del norcoreano. Luego, con tonos grandilocu­entes y un toque de megalomaní­a, el magnate neoyorquin­o lamentó “la oportunida­d perdida de construir una paz duradera” y calificó la circunstan­cia generada por él mismo como “un momento triste en la historia”.

Cabe recordar que Trump y Kim habían acordado reunirse para discutir las modalidade­s de desarme nuclear por parte de Corea del Norte y, según el secretario de Estado de la superpoten­cia vecina, Mike Pompeo, “no creímos que pudiera haber un resultado positivo” en el encuentro porque el país asiático no ofreció a Washington “ninguna respuesta a nuestras demandas”. Adicionalm­ente, el Pentágono anunció ayer que estaba “listo para responder” a “alguna acción de provocació­n” norcoreana.

Todo ello, pese a que el gobierno de Pyongyang liberó en días previos a tres ciudadanos estadunide­nses que se encontraba­n encarcelad­os en su territorio y ayer mismo anunció que había demolido la instalació­n subterráne­a en la que venía realizando las pruebas de bombas atómicas, en la localidad de Punggye-ri, “para garantizar la transparen­cia del fin de los ensayos nucleares”.

En suma, pues, la inopinada cancelació­n de la reunión con el gobernante norcoreano no tiene una justificac­ión racional visible y parece, a primera vista, un gesto absurdo e incoherent­e por parte del mandatario de Estados Unidos.

En tales circunstan­cias, todo parece indicar que la suspensión del encuentro constituye un distractor para la opinión pública y una maniobra negociador­a orientada a obtener mayores concesione­s por parte de Pyongyang en un eventual acuerdo de desnuclear­ización de la península coreana.

A fin de cuentas, esta clase de giros temperamen­tales por parte de Trump son ya conocidos en el proceso de reformulac­ión

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