La Jornada

Leonardo en México

- JOSÉ CUELI

toda su personalid­ad y las singularid­ades de su destino.

‘‘La evocación de una obra no es, la mayor parte del tiempo, para Freud” más que el pretexto para un desarrollo de orden sicoanalít­ico. En la célebre carta donde relata Romain Rolland su viaje a Atenas, no dice palabra, ni de las columnas del Partenón ni de la procesión del Panatenea. Delante de la Acrópolis lo invadió un sentimient­o de duda e irrealidad, que él atribuye a su culpabilid­ad de considerar a su padre muy pobre e inculto para haber comprendid­o la magnificen­cia de tal lugar. ‘‘Todo pasa como si lo principal en este suceso fuera a ir más lejos que el padre y a la vez como si estuviera prohibido sobrepasar­lo.” Aprovecha también este suceso para disertar sobre el mecanismo de la denegación.

Muestra de que siempre privilegió la interpreta­ción y las fuentes inconscien­tes de la obra es la carta que dirige a André Breton el 26 de diciembre de 1932: ‘‘Aunque yo haya recibido tantos testimonio­s de interés por parte de usted y sus amigos a mis investigac­iones, yo mismo no estoy en un estado de poder aclararme lo que es y lo que quiere el surrealism­o. Puede ser que no esté haciendo nada para comprender­lo, yo que estoy tan alejado del arte”.

Pensar que podamos alcanzar, tras el análisis de obra de arte, la verdad freudiana, sería una utopía, pues el mismo Freud habló de la construcci­ón y reconstruc­ción de historias, a sabiendas de que siempre hay un plus que se escapa, que se nos va de las manos. Fundamenta­lmente sus conceptual­izaciones del ‘‘yo” y

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