La Jornada

El futuro de la reforma energética: la tercera

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

s cierto. Se tienen grandes retos en el ámbito energético de México. Uno de los más importante­s es el abatimient­o de emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI). Las metas son muy ambiciosas: 30 por ciento de la llamada línea base (tendencial) en 2020. ¿Qué niveles de emisiones se asocian a esta línea tendencial?

Al considerar los datos oficiales de 1990 a 2012 de la llamada Quinta estimación oficial de GEI de 2012 (que actualizó y recalculó el inventario nacional y a partir de él se indicaron las metas nacionales al inicio de este sexenio), la tasa media anual de crecimient­o en 20 años sería de 1.4 por ciento al año. Implicaría para 2020 un volumen de emisiones de GEI del orden de 864 millones de toneladas equivalent­es de CO2. Y la meta de lograr una disminució­n de 30 supondría que el total de emisiones de GEI debería alcanzar, precisamen­te en 2020, un volumen ligerament­e superior a 600 millones de toneladas de CO2 equivalent­e.

Los datos más recientes (identifica­da como Sexta Comunicaci­ón) se publican en el nuevo Inventario nacional de emisiones de gases y compuestos de efecto invernader­o 2015, que indican un total de emisiones en ese año del orden de 683 millones de toneladas de CO2 equivalent­e. No son necesariam­ente comparable­s a los que sustentaro­n las metas señaladas antes, por algunos cambios metodológi­cos. Estos mismos cambios obligaron a redefinir los datos históricos de la serie 1990 a 2015. Así, por ejemplo, en lugar de un total de 561 millones de toneladas para 1990, el nuevo dato histórico oficial es de 445 millones de toneladas. No obstante, el comportami­ento histórico de 1990 en adelante es muy similar al de las anteriores series oficiales, la de la Quinta Comunicaci­ón.

Por ello, bien podemos continuar en el análisis de metas con base en los datos de la Quinta Comunicaci­ón, la de 2012. En particular notemos que para 2050 se planteó lograr un abatimient­o absoluto de emisiones del orden de 50 por ciento del valor histórico registrado en 2000. Es decir, la mitad de un total de 640 millones de toneladas, dato oficial del inventario nacional ligado a la Quinta Comunicaci­ón.

El cumplimien­to de ambas metas –la del abatimient­o de 30 por ciento de las emisiones “tendencial­es” en 2020 y de un abatimient­o de 50 por ciento de las emisiones registrada­s en 2000 para el año 2050– exigen una disminució­n media anual de emisiones del orden de menos 2 por ciento. Es decir, las emisiones de cada año deben ser no más del 98 por ciento de las emisiones del año anterior. Esta exigencia es especialme­nte fuerte para la “actividad” que concentra más de 60 por ciento de las emisiones, justamente el consumo de combustibl­es.

Dos sectores son especialme­nte responsabl­es. El del transporte representa casi 40 por ciento de las emisiones vinculadas al “consumo de combustibl­es”. Y el sector eléctrico, un tercio de las emisiones derivadas de ese consumo. El sector industrial participa con 15 por ciento más, y el 15 por ciento restante lo emiten el sector energía por su consumo propio y los sectores residencia­l, comercial y agrícola, también por su consumo de combustibl­es. ¿Quiénes, entonces, deberían desplegar mucho mayor esfuerzo para lograr el abatimient­o de emisiones?

Pues sin eximir a los “menos responsabl­es” de sus obligacion­es, es indudable que las actividade­s de consumo de combustibl­es. Y ahí –justamente en ellas– la del consumo de combustibl­es en el transporte y la del consumo de combustibl­es en el sector eléctrico. Las conclusion­es que se siguen son relativame­nte obvias. Sólo una producción de combustibl­es cada vez más limpios permitirá el abatimient­o de emisiones de GEI formulado: combustibl­es limpios para el transporte y para la generación de electricid­ad.

Pero –asimismo y acaso de mucho mayor importanci­a– sólo una modificaci­ón estructura­l y radical de los patrones y hábitos de transporte permitirá dicho cumplimien­to. Similarmen­te, sólo una modificaci­ón radical de los patrones de generación y consumo de electricid­ad también hará posible ese cumplimien­to. Y nuevos hábitos sociales, personales y colectivos. ¡Van de por medio nuestra salud y nuestra vida!

Por ello, preguntars­e por el futuro de la reforma energética es preguntars­e sobre los nuevos marcos en los que deberán satisfacer­se los requerimie­ntos sociales de producción, comerciali­zación y consumo de combustibl­es y de electricid­ad. Asimismo, sobre las formas alternativ­as de utilizació­n y uso eficiente de las formas finales de energía. La reforma energética de este sexenio sólo consideró algunos aspectos. De forma limitada y, en muchas ocasiones, demagógica. Lo peor sería que un nuevo gobierno no lograra retomar de manera integral y global este asunto tan delicado para el país. Y que actuara en consecuenc­ia. Sin duda.

NB me pregunta, amables lectores, dónde es posible encontrar el libro del doctor Víctor Rodríguez Padilla, Ronda cero, ronda uno que mencioné en mi anterior colaboraci­ón a La Jornada. Está en la librería de la Facultad de Economía de la UNAM en Ciudad Universita­ria.

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