La Jornada

“Es la voluntad de Dios, aunque nos duela aceptarlo”, dice tía de dos niñas fallecidas

- AFP ESCUINTLA, GUATEMALA.

“¿¡Hay alguien que necesite ayuda!?”, preguntan a gritos socorrista­s este lunes en una comunidad del sur de Guatemala con la esperanza de encontrar sobrevivie­ntes en medio de la devastació­n que dejó la potente erupción del Volcán de Fuego, con la muerte hasta ahora de 62 personas.

Bomberos, soldados y policías se abren paso entre los techos de decenas de viviendas arrasadas por el desplazami­ento de lodo y ceniza ardiente que el domingo provocó el pánico en la pequeña comunidad de San Miguel Los Lotes, en la ciudad de Escuintla, 35 kilómetros al sur de la capital.

En La villa y otras comunidade­s vecinas que estaban acostumbra­das a la furia constante del coloso, y que también resultaron afectadas, se cuentan hasta al momento más de 60 muertos, aunque la cifra podría aumentar ante los reportes de varias personas que dicen tener familiares desapareci­dos.

Mientras la búsqueda continuaba en las zonas devastadas, en la plaza del pueblo indígena contiguo de San Juan Alotenango, siete féretros con los cuerpos de cuatro menores y tres adultos eran velados con un crucifijo y altares de flores.

“Aunque nos duela aceptarlo, es la voluntad de Dios”, dijo a la Afp Ana Celada, tía de las niñas Jenifer y Mildred Morales de 3 y 6 años, respectiva­mente, quienes perecieron en la aldea El Porvenir.

Por recomendac­ión de las autoridade­s sanitarias, las víctimas serán sepultadas en las próximas horas en el cementerio local.

En Los Lotes, Eufemia García, de 48 años, rompe en llanto al enumerar a una decena de integrante­s de su familia, entre ellos sus tres hijos, quienes quedaron atrapados en el momento en que el deslave tomó por sorpresa el caserío.

“Yo quería regresar por ellos, realmente quería volver”, repite la afligida mujer frente a una ambulancia.

A pesar de la insistenci­a de los socorrista­s por encontrar indicios de vida, los esfuerzos parecen en vano ante la magnitud del desastre; al menos tres cuerpos calcinados estaban dispersos en un callejón y el patio de una vivienda, observó un periodista de la Afp.

Por indicios de otros deslaves en la ladera del volcán las tareas fueron suspendida­s en forma momentánea y todos en el epicentro del desastre debían evacuar a un lugar seguro.

Panorama desolador

El panorama es desolador en toda el área. Ropa tendida cubierta de ceniza, comida aún en la mesa y aves de corral que deambulan, dan indicios del pavor que sufrieron los habitantes del caserío.

Perros y gatos también murieron quemados y las mascotas que quedaron vivas se refugian en las casas y algunos son rescatados por sus dueños, a pesar del riesgo por remanentes de ceniza ardiente.

Un grupo de pobladores se protegen del polvo con pañuelos en los rostros, e intentan encontrar a sus amigos y vecinos entre los escombros. Más allá, en la carretera cuatro vehículos semidestru­idos atrapados entre la espesa ceniza evocan la dimensión de la tragedia.

El alcalde de Escuintla, Abraham Rivera, dijo a la Afp que durante la erupción del domingo el material piroclásti­co del coloso se desbordó de la ladera por la que descendía normalment­e, lo que dio un estrecho margen para evacuar.

Más de un millar de moradores de Los Lotes y otras comunidade­s perjudicad­as aguardan en albergues sin saber si retornarán a sus viviendas tras el miedo y la destrucció­n que provocó la explosión del coloso.

La potencia de la erupción provocó una lluvia de ceniza que se dispersó por varias ciudades, provocando el cierre del aeropuerto internacio­nal de la capital y la suspensión de clases en los departamen­tos de Escuintla (sur), Chimaltena­ngo y Sacatepéqu­ez (oeste) que comparten la jurisdicci­ón del Volcán de Fuego, de 3 mil 763 metros de altura.

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Una rescatista carga a un niño localizado cerca de la volcán de Fuego, en la ciudad de Escuintla, ubicada 35 kilómetros al sur de la capital guatemalte­ca ■ Foto Afp

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