La Jornada

CIUDAD PERDIDA

Comicios con final incierto Rocas en el camino

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

onforme se acerca el día de los comicios la duda sobre cómo concluirá el proceso y cuál será la reacción del árbitro electoral frente a su devenir se acrecienta, y sólo el voto ciudadano copioso podrá vencer todos los peligros que ahora enfrenta.

Y más allá de los riesgos del fraude en las urnas con los sistemas ya conocidos, que emanaron casi todos del PRI y que, aseguran los expertos, no se dará, los otros peligros pesan como nunca. No nos referimos sólo a la compra del voto.

El camino hacia el primer domingo de julio se diseñó sobre el filo de una navaja. Las condicione­s para tratar de que la contienda se diera en un ámbito de justicia e igualdad –por ejemplo, el monto de dinero que se puede gastar en propaganda– hacen muy difícil, visto lo que se ha hecho hasta ahora en la ciudad, que cada uno de los participan­tes de las organizaci­ones más fuertes pueda cumplir con los topes impuesto por la autoridad. Un ejemplo claro son las tarjetas que se han repartido en la delegación Coyoacán, que significan, por sí solas, un gasto mayor al previsto en la ley. Pero no sólo eso: las acciones que buscan impedir que algún candidato utilice ciertas partes de la plaza pública y recursos oficiales para actos proselitis­tas, como en el caso de los bomberos o el reparto de agua en pipas que pertenecen a alguna delegación, son acciones que se reportan día con día al organismo sancionado­r, en este caso el Tribunal Electoral local.

Según la ley, estas acciones podrían anular una elección en caso de que el infractor resultara ganador, aunque eso, como otras muchas cosas, apenas es un decir, y así lo demuestran los candidatos y sus partidos, que siguen rompiendo la ley a su gusto como si eso, la ley, no fuera sino un decir, sin mayores consecuenc­ias. Así las cosas, la contabilid­ad de las campañas se ha convertido en la espada de Damocles que podría hacer que las elecciones en la ciudad se declararan nulas. Ya hay voces que lo exigen dado el riesgo que entraña para la legalidad del proceso y la legitimida­d de quien pretenda gobernar.

Pero si en la capital hay muchos focos rojos encendidos, en el país la cosa no cambia, sólo que a todas esas condiciona­ntes se debe agregar el de la violencia, que cada día va en aumento y podría convertirs­e en el argumento que se necesita para evitar que el proceso llegue a su fin.

Y es en el ámbito federal donde las voces que enarbolan la violencia como amenaza electoral se empiezan a hacer oír. Cada vez pesan más los crímenes relacionad­os con la elección, y cada vez parece menos probable que estén

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