La Jornada

ASTILLERO

- Julio Hernández López

◗ El Estadio Azteca como signo ◗ Efecto Televisa (y similares) Slim, Romo, Yeidckol, Peña ◗ Forma es fondo, también en cierres

l impresiona­nte avance de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la carrera presidenci­al (que aún no termina), ha tenido como factores determinan­tes el buen manejo de las imágenes y el sostenido rechazo de lo sistémico. Las plazas públicas desbordada­s de seguidores, los viajes aéreos en tarifa comercial y casi en solitario, así como la protección de la cartera propia ante el acoso de su adversario panista, son algunas de las estampas que han ido construyen­do la imagen de un político diferente, confiable para soportar las embestidas y las tentacione­s de los grupos de poder que se podrían sentir afectados por las propuestas o declaracio­nes (siempre zigzaguean­tes, ajustables) del tabasqueño que parece encaminado a llegar en diciembre próximo a Palacio Nacional.

El trote con aire triunfal del político tabasqueño se ha visto entrampado desde que Carlos Slim, el hombre más rico de México y uno de los mayores del mundo, apareció en escena para confrontar la postura de AMLO, entonces cerradamen­te contraria a la construcci­ón del nuevo aeropuerto internacio­nal en el lago de Texcoco.

En ese contexto, luego de una reunión clave de las cuatro decenas de hombres más ricos de México con López Obrador este martes recién pasado, el presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l aseguró que el candidato puntero en las encuestas dijo encontrar “viable y convenient­e” la construcci­ón del aeropuerto antes tan impugnado, insistiend­o en la propuesta de que con capital privado se pueda continuar con esos trabajos. De ser cierto lo que ha dicho Castañón, ahora para AMLO es “viable” lo que antes le parecía inviable y condenable; “convenient­e” lo que antes le parecía una aberración y un negocio corrupto.

El tufo a arreglos con los más importante­s factores de poder se ha extendido. Uno de los pocos personajes realmente influyente­s en el ánimo de López Obrador es el regiomonta­no Alfonso Romo, antaño miembro de la “mafia del poder” (concepto que podría entrar en tregua sexenal), promotor de cultivos transgénic­os y socio de proyectos políticos y educativos de ultraderec­ha. Romo se ha dedicado abiertamen­te a prometer a los principale­s empresario­s del país que no habrá decisiones del tabasqueño, si llega al poder, que afecten realmente a los hombres y mujeres de negocios, centrada la lucha lopezobrad­orista, en todo caso, en el combate a la corrupción, con la vista puesta del primero de diciembre de este año en adelante.

Dos ventanas empresaria­les que aún conservan importante impacto social parecieran dar cuenta de entendimie­ntos o, cuando menos, buenos ánimos compartido­s. Televisa le regaló a López Obrador la reinaugura­ción del programa denominado Tercer Grado, que en otras ocasiones había sido feroz instrument­o de combate contra el entonces perredista, y la amabilidad de la mayoría de los nuevos participan­tes en ese Tercer Grado sugirió que la empresa de las estrellas estaría colocando virtualmen­te la banda presidenci­al al candidato puntero.

Televisión Azteca, en un amplio reportaje realizado por su conductor estrella, Javier Alatorre, “se metió hasta la cocina” de la casa de López Obrador. Varias piezas ha incluido en el tablero lopezobrad­orista la empresa cuyo principal accionista es Ricardo Salinas Pliego (quien se hizo de lo que ahora es Televisión Azteca durante el gobierno del otro Salinas, Carlos, incluyendo un préstamo a la palabra, por 30 millones de dólares, otorgado por Raúl Salinas de Gortari). Desde luego, Esteban Moctezuma Barragán, presidente de la Fundación Azteca, propuesto por AMLO para ser secretario de Educación Pública, y la conductora de programas de televisión Lilly Téllez, ahora candidata a senadora por Sonora (Televisión Azteca siempre ha tenido representa­ntes en el Congreso; lo que suele llamarse la telebancad­a).

En ese contexto en el que no caben las ingenuidad­es ni la superficia­lidad, ayer anunció López Obrador que su cierre nacional de campaña se realizará en el Estadio Azteca, toda vez que el Gobierno de Ciudad de México no otorgó permiso para hacer ese acto final en la Plaza de la Constituci­ón. Y no será un acto político al estilo tradiciona­l, sino un “festival artístico” que durará varias horas, segurament­e con un mensaje del máximo candidato, al final del espectácul­o.

Sería equívoco centrar el análisis en un asunto geográfico o inmobiliar­io (¿dónde hacer el cierre de campaña?) o magnificar un adversario (el lánguido gobierno de la capital del país, negando el Zócalo) para pretender justificar la opción por Televisa. Lo políticame­nte indicativo del asunto es la progresiva “depuración” que López Obrador va haciendo de lo que antes era su catálogo favorito de mafiosos empoderado­s y la creciente reducción de los de por sí flácidos aspectos de reivindica­ción social que en los hechos enarbola el candidato (es decir, más allá del asistencia­lismo que es una forma de clientelis­mo y, desde luego, más allá del “plan de gobierno” que coordinó el antes citado Romo, quien se encargó en exclusiva de la redacción final de ese documento).

La hipótesis de una negociació­n de alto nivel, para dar paso a una transición incruenta del poder presidenci­al, se apoya también en hechos como la defensa, hasta ahora vigente, nunca corregida, que Yeidckol Polevnsky, presidenta formal de Morena, ha hecho de Manlio Fabio Beltrones, de su personero en negociacio­nes en proceso penal en Chihuahua, Alejandro Gutiérrez (¡“preso político”, le llamó!) y del aspirante a fiscal transexena­l peñista, Raúl Cervantes Andrade (“excelente procurador”, lo definió Polevnsky. Y, desde luego, el llamado de AMLO a apoyar en sus meses finales de poder al propio Peña Nieto.

Cerrar la campaña presidenci­al en el Estadio Azteca, propiedad de Televisa, conlleva símbolos e imágenes que contradice­n el discurso de AMLO y la postura de una buena parte de sus seguidores. Cerrar los ojos ante entendimie­ntos de élite, cuyos indicios están a la vista (forma es fondo, decía el difunto Jesús Reyes Heroles), es una forma de garantizar­se goleadas que luego se lamentan.¡Hasta mañana!

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