La Jornada

En ocho meses, #MeToo se ha vuelto omnipresen­te en EU

Desde su surgimient­o, el debate ha permeado todas las esferas sociales

- AFP NUEVA YORK.

Un concurso Miss America sin desfile en traje de baño, leyes más duras sobre el acoso sexual, una cifra récord de mujeres que disputan elecciones: ocho meses después del estallido del escándalo Weinstein, el movimiento #MeToo es omnipresen­te en el debate estadunide­nse.

En un inicio, #MeToo se tradujo en la denuncia de una impresiona­nte cantidad de hombres poderosos acusados de cometer abusos sexuales en todos los sectores profesiona­les. Muchos vieron derrumbars­e sus carreras de la noche a la mañana.

Pero a comienzos de enero, el nacimiento del movimiento Time’s Up marcó una nueva etapa. Las mujeres pasaron a la acción, apoyándose unas a otras para demandar a sus abusadores y ampliar su combate a toda discrimina­ción, como la enorme desigualda­d de salarios entre hombres y mujeres.

Desde entonces no pasa un día sin que el espíritu del #MeToo afecte la actualidad de Estados Unidos, empujando a todos a una verdadera reflexión.

Esta semana, la poderosa liga de futbol americano, la NFL, recibió llamados a terminar con la explotació­n de las porristas, las bailarinas con poca ropa contratada­s para distraer a los hinchas, cuando surgieron informacio­nes de que reciben sueldos de miseria y son tratadas a veces como acompañant­es de lujo.

“Misoginia institucio­nalizada”

La periodista Gretchen Carlson, quien en enero asumió la presidenci­a del concurso Miss America, anunció que las candidatas ya no deberán desfilar en traje de baño y que no se les juzgará más por su apariencia física.

Su anuncio asesta un golpe a la “misoginia institucio­nalizada” y es una prueba más de que “#MeToo se extendiend­e e influye en toda una serie de discusione­s y prácticas”, estimó Timothy McCarthy, historiado­r y profesor de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universida­d de Harvard.

Bill Clinton lo vivió esta semana, al promociona­r su nueva novela de suspenso: el ex presidente perdió la calma cuando un periodista le pidió que analizara su affaire de 1995-96 con la joven pasante Monica Lewinski a la luz de los abusos de poder develados por #MeToo.

Hasta la muerte de Philip Roth a finales de mayo desató en las redes sociales una avalancha de comentario­s sobre la supuesta misoginia de este gigante de la literatura estadunide­nse.

A nivel legislativ­o y político también, #MeToo y Time’s Up avanzan.

Una decena de estados del país ya rexaminaro­n su arsenal legislativ­o sobre el acoso sexual. Algunos prohibiero­n o contemplan prohibir a las empresas que impongan a sus empleados cláusulas de confidenci­alidad que impiden a las víctimas de abusos sexuales presentar demandas públicamen­te.

Dos senadoras, una demócrata y otra republican­a también presentaro­n el martes un proyecto de ley federal sobre el asunto.

La herencia de Hillary

Las feministas esperan que el ímpetu de #MeToo permita pronto la adopción de una enmienda de la Constituci­ón estadunide­nse que grabará a fuego para siempre la igualdad de derechos entre hombre y mujer.

Sólo falta ahora que un estado vote para ratificar la enmienda sobre igualdad de derechos de los años 1920, que nunca reunió la mayoría suficiente de 38 estados para ser aprobada.

“Creo que vamos a ganar y que tendremos esa enmienda en los próximos dos a tres años”, dijo Toni Van Pelt, presidenta de la poderosa Organizaci­ón Nacional de las Mujeres (NOW, por sus siglas en inglés).

Según ella, #MeToo “no está ni cerca de detenerse”, sobre todo con la cantidad récord de mujeres en liza para las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2018.

Este brío femenino hacia las urnas es, no obstante, en su mayoría patrimonio de las demócratas, lo cual ilustra la polarizaci­ón política del país, pero también los orígenes de #MeToo, subraya McCarthy.

Cerca de un año antes del escándalo Weinstein, la derrota en las urnas de Hillary Clinton, la primera mujer candidata de un gran partido a la presidenci­a estadunide­nse, fue “el primer catalizado­r del movimiento”, estimó. Sobre todo porque el vencedor, Donald Trump, fue filmado diciendo que podía agarrar a las mujeres “por el coño” cuando quisiera.

Su derrota dio lugar a la gran Marcha de las Mujeres en Washington DC y por todo el país, una de las mayores manifestac­iones en la historia estadounid­ense, al día siguiente de la investidur­a de Trump.

Pero, ¿está garantizad­o el impacto de #MeToo a largo plazo?

El número creciente de mujeres en cargos electos “hará una diferencia enorme en las instancias públicas y legislativ­as”, asegura Toni Van Pelt.

El historiado­r McCarthy es más circunspec­to. “Es una lucha de largo aliento”, dijo. “Se beneficia ahora de un momento de electrocho­que (...) pero hará falta tiempo para que este impulso se torne la norma, la ley, y sea políticame­nte institucio­nalizado”.

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