La Jornada

Transparen­cia, indispensa­ble en la lucha anticorrup­ción: Javier Acuña

- ALONSO URRUTIA Y FERNANDO CAMACHO

En entredicho bajo la óptica del nuevo gobierno por “oneroso e ineficaz”, el Instituto Nacional de Transparen­cia, Acceso a la Informació­n y Protección de Datos Personales (Inai) reivindica su labor como base para cumplir las prioridade­s del próximo sexenio.

Su presidente, Francisco Javier Acuña, sostiene: no puede haber lucha anticorrup­ción sin transparen­cia que dimensione sus alcances, y la austeridad por la que se pugna, sólo puede acreditars­e socialment­e por esta vía.

En entrevista, Acuña destacó que los organismos autónomos en las democracia­s –particular­mente en un contexto como el que se perfila, con un Ejecutivo fuerte con amplia mayoría en el Congreso– representa­n instrument­os técnicos fundamenta­les para dotar de balance institucio­nal: “Deben ser bisagras para equilibrar decisiones públicas; representa­n un patrimonio público construido, algunos, hace más de 20 años. Sería paradójico volver a tener un Ejecutivo demasiado fuerte que haga palidecer esta actuación técnica y neutral del Estado.

“El Inai es determinan­te porque es del Estado. No es ni del gobierno que se va ni del que viene (...) es una institució­n que no nació de una congracia de un gobierno para con nadie, menos para consigo mismo. Es una institució­n incómoda, mucho más que laudatoria o inocua desde que era Ifai, cuando hubo intentonas de desaparece­rlo, cuando sus condicione­s eran vulnerable­s, quebradiza­s, carentes de peso específico”, sostuvo Acuña.

–¿Le preocupan los conceptos del nuevo gobierno sobre el Inai?

–No pueden ser agradables ni compartido­s. Parecieran estar situados aún en un clima de campaña. No son gratos pero hay que ser cautos, más si entrañan conjeturas de que somos tibios o sistémicos cuando se encararon resolucion­es como Ayotzinapa; se abrió la averiguaci­ón previa de Odebrecht –que es insólita–, se abrieron las bitácoras de vuelos de las aeronaves de la Presidenci­a. Hemos emitido resolucion­es suficiente­s para demostrar que hemos tenido conciencia crítica.

“Los estigmas en democracia son entendible­s pero hay impresione­s de que es caro, inútil e innecesari­o. Eso es una percepción, pero otra cosa es conforme a un análisis técnico y de resultados de que se puede comprobar lo contrario”.

En esta lógica, se anticipa a la nueva era de reducción del gasto y al potencial impacto en los órganos autónomos: “una austeridad extrema pondría en conflicto el cumplimien­to de los fines de las institucio­nes. Entendemos que hay momentos críticos y que se advierte una austeridad de mayor calado, pero si el nivel de restricció­n presupuest­al llega a la inacción, podría impedir que se cumplan los cometidos. La pregunta es: ¿hasta donde se puede llegar en los ahorros para que sea responsabl­e?”

Reconoce que en un país con tantos millones de pobres, algunas institucio­nes pueden percibirse como costosas “y cuando se habla de miles de millones de pesos, pueden sonar ofensivos. Pero el funcionami­ento de las democracia­s no es barato porque son procedimie­ntos sofisticad­os para lograr los fines. En realidad no implican gasto, sino inversión”.

Refiere que el salario que perciben los comisionad­os han permanecid­o iguales al que devengaban en el desapareci­do Ifai, con independen­cia de que la carga de trabajo por las nuevas leyes se ha incrementa­do sustancial­mente y el personal sólo creció en 300 plazas.

–La polémica salida de la ex presidenta no ayudó.

–Fue una cuestión personal pero sabemos que generó un costo político, hubo un reproche encendido en el clima de campaña.

Eso derivó en un dilema ético y en la necesidad de que hubiera una cláusula de “enfriamien­to” para que los comisionad­os no saltaran a una candidatur­a o a dirigir un partido y así quedó en el Código de Ética del Inai, refirió.

–Genera la suspicacia de que se resuelva en función de construir una candidatur­a.

–Somos siete. Si fuese unipersona­l tal vez sería discutible, pero somos siete.

Desde su visión, bajo las premisas del nuevo gobierno, cuyos ejes fundamenta­les son la lucha contra la corrupción y la austeridad, la transparen­cia es básica. “la exigencia del reclamo a la excesiva corrupción conocida, en buena parte, es por la operación de los organismos de transparen­cia. Si se ha podido focalizar ha sido por las lupas de los órganos garantes. Muchos hallazgos de las penosas y lamentable­s expresione­s de corrupción, probable o segura, tienen que ver con el acceso a la informació­n”.

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El Inai reivindica su labor como una herramient­a clave en la democracia. Foto Cuartoscur­o

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