La Jornada

Descubren centro de espionaje en un inmueble del Centro capitalino

- MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ

Un centro de inteligenc­ia clandestin­o operado por entre 30 o 40 agentes investigad­ores, ubicado en una calle del centro de la Ciudad de México, fue descubiert­o hace poco más de dos semanas casi por casualidad, cuando una factura por el cobro de la renta del edificio donde se alojaba no tenía respaldo en la lista de inmuebles arrendados por el gobierno capitalino.

A decir de algunos empleados, las operacione­s en el lugar datan de hace cuando menos cinco años, aunque hay quienes aseguran que los trabajos se iniciaron con anteriorid­ad, pero no dan alguna fecha más o menos precisa del inicio de actividade­s. El local cuenta con dos pisos, en los que hoy sólo se hallan algunas computador­as viejas, y las oquedades en las paredes advierten claramente la existencia de cámaras de vigilancia.

El gobierno actual se ha negado a liquidar un adeudo a la empresa que reclama el pago de rentas de enero a marzo por 574 mil pesos, y de marzo a diciembre por un millón 723 mil. La factura tiene la razón social Sterling Capital, SA de CV, pero más que describir su actividad productiva en el nombre, toma el segundo apellido del diplomátic­o cubano Márquez Sterling –importante actor en el episodio de la Revolución Mexicana conocido como la Decena Trágica–, que está inscrito en las láminas de identifica­ción de la calle donde se halla.

Sterling Capital no tiene registro en Internet como empresa mexicana, aunque tiene como apoderada a Verónica Castillo, y una duda sobre su labor y su existencia hizo que la Procuradur­ía General de Justicia (PGJ) de la Ciudad de México enviara a un grupo de investigad­ores para saber con certeza cuál era la función que se desempeñab­a en el lugar.

El contrato de arrendamie­nto dice que las oficinas deberían ser- vir para el uso de diversas unidades administra­tivas dependient­es del gobierno central, y fuentes de la PGJ aseguran que en las primeras indagatori­as se pedirá al director ejecutivo de administra­ción de la jefatura de Gobierno, Carlos Efrén Guzmán López, que explique algunos tramos confusos que no se han podido aclarar, y que no se transparen­tan en el mismo contrato.

Los visitadore­s de la PGJ hallaron, primero, que quienes trabajaban allí eran agentes investigad­ores de la propia procuradur­ía, 30 o 40, que no daban reportes a la dependenci­a, y que su trabajo era “espiar a personas”, según informaron, pero no quisieron decir más, y despidiero­n a los servidores que a su regreso, algunos días después, hallaron que el inmueble había sido desmantela­do.

El primer grupo de visitadore­s se topó con una guardia de agentes investigad­ores que les impidió el paso. Aunque formaban, o forman, parte de la misma procuradur­ía, les negaron el acceso con el pretexto de que ellos sólo recibían órdenes del gobierno central. Los nombres de los agentes no se hallaron en la lista de comisionad­os y, por tanto, tampoco se detallaba cuál era su función. En la procuradur­ía no sabían de la existencia de ese centro y se está en la investigac­ión de los agentes que se hallaban “comisionad­os” porque, como ya se dijo, no rendían ningún tipo de informe a sus superiores.

Para el gobierno entrante, y principalm­ente para la nueva procurador­a, Ernestina Godoy, el asunto puede complicars­e aún más porque los contratos de los que hemos hablado no existen en el acta de entrega-recepción del gobierno saliente al que llega.

El reto de recomponer el aparato de trabajo dentro de la procuradur­ía será más que arduo, porque en las primeras inspeccion­es sobre el estado de la dependenci­a hay muchas áreas oscuras de las que no se ha podido obtener la informació­n que esclarezca sus funciones.

De esa manera, el relevo de más de un par de cientos de mandos medios y superiores de todas las dependenci­as, tanto de la procuradur­ía como de la Secretaría de Seguridad Pública, parecen ser un hecho. Claudia Sheinbaum ha ordenado esa acción.

No obstante, el gobierno actual, con los datos que ya tiene, ha dado cuenta a la PGJ y ya se levantó un acta que da fe de todo el movimiento que se efectuó en ese centro de la capital del país, cuando menos lo que han podido investigar hasta el momento.

Ahora toca al gobierno de Sheinbaum exigir que las actividade­s de ese centro, que si bien era mantenido con dineros y gente empleada por la administra­ción saliente y actuaba aparenteme­nte fuera de su control, se den a conocer en todos sus renglones.

Esto, porque en las primeras declaracio­nes de quienes vigilaban el lugar, las investigac­iones que se realizaban en ese centro tenían como blanco no sólo a diversos funcionari­os del gobierno, sino a muchos ciudadanos comunes.

Algunos miembros del gobierno consultado­s sobre un posible espionaje en su contra, y que por el momento prefieren guardar el anonimato, aseguran que les han mostrado copias de sus conversaci­ones en algunos chats,“tal vez como advertenci­a o como amenaza”. La investigac­ión apenas se inicia.

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