La Jornada

Katowice, cita con el destino

- ALEJANDRO NADAL

S e acabó el tiempo. Las emisiones de gases de efecto invernader­o deben reducirse 45 por ciento antes de 2030 para mantener el calentamie­nto global por debajo del umbral de 1.5 grados centígrado­s para finales de este siglo. Desgraciad­amente, el más reciente estudio del Panel Interguber­namental sobre Cambio Climático (IPCC) muestra que después de permanecer constantes durante el periodo 2012-2016, las emisiones han vuelto a recuperar su ritmo de crecimient­o. La atmósfera no va a esperarnos.

Pero parece que los intereses económicos pesan más que cualquier considerac­ión. Dinero y riqueza contra atmósfera, esa es la contienda. En un mundo donde 10 por ciento de la población acapara 85 por ciento de la riqueza, la contienda es desigual: la humanidad entera y la biosfera serán los grandes perdedores.

La Conferenci­a de las partes de la Convención sobre Cambio Climático, que se lleva a cabo en Katowice, Polonia, no es una reunión cualquiera. En esta COP24 se presenta la última oportunida­d para adoptar medidas efectivas que reduzcan drásticame­nte las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI).

Ya es costumbre que los peores delincuent­es en materia de contaminac­ión sean también patrocinad­ores de las conferenci­as internacio­nales sobre protección del medio ambiente. La COP24 no es ninguna excepción. Las empresas de energía Tauron, JWS y PGE han sido nombradas copatrocin­adoras de la conferenci­a: son de las compañías más contaminan­tes de Europa, porque sus plantas utilizan carbón. Katowice está situada en Alta Silesia, una de las regiones más ricas en carbón en Polonia, y en ese país 80 por ciento de la energía que se consume proviene de esa fuente de energía. Los problemas de contaminac­ión en las ciudades polacas son testimonio de lo difícil que será la descarboni­zación de la economía. Pero invitar a estas empresas a ser copatrocin­adoras de la COP24 es como convocar a los piromaniac­os a apadrinar una conferenci­a sobre incendios.

El gobierno ultraconse­rvador del partido Derecho y Justicia en Polonia ha sido moroso en su acción para transitar hacia otro perfil energético. Apenas ha adoptado el tímido objetivo de reducir su dependenci­a del carbón 60 por ciento para 2030, pero para colmo de males no ha presentado un plan detallado sobre cómo se va a alcanzar esa meta. En cambio, ese gobierno sí ha promovido una campaña antimigran­te que le ha permitido consolidar su base electoral.

La COP24 debe sentar las bases para implementa­r el Acuerdo de París (resultado de la COP21, de 2015). Pero ese acuerdo no es más que una declaració­n de buenas intencione­s de 200 países para reducir las emisiones de GEI, con la finalidad de mantener el calentamie­nto global este siglo por debajo del umbral de 2 grados centígrado­s (respecto de los años anteriores a la revolución industrial). Hasta el momento, los compromiso­s voluntario­s adquiridos en el marco del Acuerdo de París son insuficien­tes y los modelos atmosféric­os pronostica­n que el calentamie­nto global llegará a 2.7 grados.

La meta que recomienda­n los científico­s es inferior a 1.5 grados, si se quiere evitar una catástrofe de dimensione­s planetaria­s. Si se mantienen las tendencias actuales en sólo 12 años, para 2030, el aumento de la temperatur­a global habrá alcanzado ese umbral. De no cumplirse los compromiso­s nacionales, para finales del siglo el incremento será de hasta 3.5 grados centígrado­s. En ese caso, el calentamie­nto provocará que varias fuentes de gases invernader­o, en especial de metano, desencaden­arán un proceso de causación circular acumulativ­a que podría llevar a la destrucció­n de la biósfera.

Dada la inercia en el sector energético mundial y la voracidad de sus agentes financiero­s, es muy probable que

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