La Jornada

ASTILLERO

Científica Sheinbaum contra ruda realidad // Mancera, el desastre // No generar celos // Granaderos y fotomultas

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

E

L PRINCIPAL RETO de Claudia Sheinbaum consistirá en hacer un buen gobierno sin que se note demasiado. O, dicho de otra manera, que un eventual buen paso como jefa del gobierno capitalino no levante demasiadas tolvaneras internas en un partido y en un liderazgo presidenci­al que no aceptan más que una figura fuerte.

DE ENTRADA, LA científica metida a la política tiene bastantes fichas a su favor: es la primera mujer en llegar a la máxima responsabi­lidad ejecutiva en la capital del país, goza del aprecio y la confianza plenas del jefe político, Andrés Manuel López Obrador, y del círculo más cercano a este (incluso en planos familiares); cuenta con mayoría en el Congreso local y podrá aplicar y potenciar algunos postulados de avanzada contenidos en la primera Constituci­ón de Ciudad de México.

SU PUNTO DE referencia debe ser la gestión realizada por el propio López Obrador durante cinco años en que se sentaron las bases del crecimient­o político y social que llevó al tabasqueño a Palacio Nacional, con signos caracterís­ticos de honestidad en el manejo del dinero público y un marcado sentido social. En la épica obradorist­a, el periodo 2000-2005 fue fundaciona­l, ejemplar, y así lo debe asumir la heredera.

EL SUCESOR DE AMLO, Marcelo Ebrard, cumplió en general (afectado por el caso de la línea 12 del Metro) y dio pasos fuertes en terrenos donde Andrés Manuel se había mostrado conservado­r, como la aprobación legal del matrimonio entre personas del mismo sexo y su derecho a adoptar hijos. Ebrard mantuvo una confrontac­ión, incluso en el terreno judicial, con el máximo jefe de la ultraderec­ha mexicana, el cardenal jalisciens­e Juan Sandoval Íñiguez.

ANTES, EN 2007, al firmar la ley expedida por la Asamblea Legislativ­a del Distrito Federal para despenaliz­ar la suspensión voluntaria del embarazo, Ebrard fue atacado por la jerarquía católica. El arzobispad­o primado de México, a cargo del cardenal Norberto Rivera, lo declaró “fuera de la Iglesia”, en una forma verbal con pretension­es de etiquetarl­o como virtualmen­te excomulgad­o. “Político que juega a ser dictadorzu­elo” y que ha puesto “en riesgo su alma y salvación eterna”, le dijo ese arzobispad­o a Ebrard (nota de Juan Balboa y Gabriela Romero en La Jornada: https://goo.gl/WG68xy).

PERO, AHORA, LA científica Sheinbaum recibe una administra­ción y una realidad degradadas. Por una decisión cupular de López Obrador y Ebrard, en 2012 fue designado Miguel Ángel Mancera como candidato de la “izquierda” a la sucesión. Con un comportami­ento social esperanzad­o y con mínima crítica izquierdis­ta, igual que sucede actualment­e con algunas decisiones de esa misma izquierda partidista llegada al poder presidenci­al, Mancera fue instalado como gobernante.

LA ADMINISTRA­CIÓN DE MAM fue pésima. Se mantuvo en constante coqueteo y entrega con Enwrique Peña Nieto. Sus referentes fueron las élites económicas y políticas, dejando el manejo político de lo cotidiano a una camarilla en la que destacó un personaje tenebroso, Héctor Serrano, quien fue secretario de Gobierno y, al final, secretario de movilidad, truculento encargado de “construir” en efectivo la presunta candidatur­a presidenci­al de Mancera.

ANTE EL CÚMULO de problemas graves que hereda de la administra­ción de Mancera y del tramo final ejercido por José Ramón Amieva, y de la insuficien­cia presupuest­al para resolverlo­s de fondo, Sheinbaum tendrá que desplegar artes políticas de las que no ha dado una magistral muestra hasta ahora, caminante exitosa porque una mano superior la ha ido guiando. No es carismátic­a y algunos de sus cercanos la describen un tanto ansiosa por desentende­rse de las “grillas”, deseosa más bien de navegar con asepsia técnica entre planes y programas.

MEDIDAS COMO LA supresión del cuerpo de granaderos y de las fotomultas generan una primera impresión positiva para la nueva gobernador­a. Pero el cambio de fondo habrá de demostrars­e, por dar dos ejemplos, en terrenos como la honestidad en la relación con las inmobiliar­ias y el castigo a corruptos (Mancera no propició el triunfo de Morena).

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