Aún es posible la paz por vías disuasivas, dice
Ahora que el gobierno de México ha retomado su autonomía efectiva en políticas interna y externa, en medio de una coyuntura particularmente complicada e incierta para nuestra América Latina, se hace necesario recuperar experiencias históricas de indudable trascendencia, como fue la del proceso de Contadora, en 1983, el cual se llevó adelante en el contexto de las Naciones Unidas, y no sólo al margen, sino frente a la política belicista de Estados Unidos.
Los entonces primer ministro sueco, Olof Palme, y los premios Nobel, Gabriel García Márquez, Alfonso García Robles y Alva Myrdal, además de los presidentes de México, Colombia, Venezuela y Panamá, fueron los que originaron e impulsaron ese proceso.
Los cancilleres de las naciones centroamericanas adoptaron un “documento de objetivos” en la ciudad de Panamá, y un poco más tarde, Argentina, Brasil, Perú y Uruguay anunciaron juntos la creación del Grupo de Apoyo Contadora.
Así, en 1984 fue redactada el Acta de paz y cooperación de Centroamérica de Contadora, que sirvió de base para que luego se firmara el llamado Acuerdo de
Paz de Esquipulas.
Ahora se trata, a diferencia de Contadora, no de terminar sino de prevenir y evitar a tiempo otra guerra de “baja intensidad” controlada desde Washington. Multilateralismo, puentes de mediación y negociación y protección de derechos humanos para todos, y eventual convocatoria a Asamblea General de Naciones Unidas don-