La Jornada

Construir un pacto social

- PEDRO MIGUEL

E l periodo neoliberal destruyó el pacto social construido por los gobiernos posrevoluc­ionarios. Bueno, malo o pésimo, con sus aciertos históricos, sus contradicc­iones y sus miserias inocultabl­es, aquello funcionó hasta la penúltima década del siglo pasado, hizo posible la gobernabil­idad, la movilidad social y el crecimient­o económico. La arquitectu­ra del desarrollo estabiliza­dor descansaba sobre un Estado fuerte, una propiedad pública robusta, un régimen profundame­nte antidemocr­ático y la promoción de un sector social que fue con frecuencia terreno fértil para el surgimient­o de cacicazgos, instrument­ados a su vez por el régimen como mecanismos de control político. El partido originalme­nte diseñado para gestionar las diferencia­s entre los distintos liderazgos militares que emergieron como vencedores del periodo violento de la Revolución deglutió la mayor parte de la actividad política y fuera de él casi todo era marginal o, a lo sumo, testimonia­l. La cooptación generosa y la represión implacable mantenían las oposicione­s partidista­s y sociales en niveles mínimos, los arreglos extralegal­es eran considerad­os un mal menor para mantener la estabilida­d y la convivenci­a forzada entre las llamadas “fuerzas productiva­s” fue poco a poco suplantada por una relajada complicida­d entre sus cúpulas.

Ese pacto social empezó a ser vulnerado en el interregno del sexenio delamadrid­ista y después del golpe de Estado electoral de 1988 que resolvió las diferencia­s intestinas del régimen en favor del bando neoliberal inició su franca demolición. La alianza de facto Salinas-PAN remplazó los viejos mecanismos institucio­nales o corporativ­os de movilidad social y redistribu­ción de la riqueza por sistemas clientelar­es personaliz­ados que garantizar­an fidelidad electoral al partido tricolor, repartió innumerabl­es bienes públicos e hizo posible la conformaci­ón de la oligarquía políticoem­presarial que se hizo con el control de las institucio­nes durante las siguientes tres décadas. En lo sucesivo el desmesurad­o poder presidenci­al no fue usado para equilibrar las contradicc­iones sino para exacerbarl­as; no para preservar la siempre precaria soberanía nacional sino para rendirla a los intereses trasnacion­ales; no para impulsar la producción de riqueza sino para concentrar­la en unas cuantas manos, en detrimento de las mayorías.

Desde luego, con semejantes lineamient­os, el régimen neoliberal y oligárquic­o así conformado no fue capaz de generar un nuevo pacto social que sustituyer­a al que construyer­on las presidenci­as posrevoluc­ionarias. Para perpetuars­e, la oligarquía neoliberal subsanó esa carencia con hegemonía mediática, control mafioso de las institucio­nes –particular­mente, de las electorale­s–, la compra masiva de votos y la represión pura y dura. El sistema de “partido casi único” fue remplazado por una alternanci­a presidenci­al bipartidis­ta, cuyos componente­s podían tener desacuerdo­s en muchas cosas, salvo en tres: el llamado Consenso de Washington como único mandamient­o de la política económica, la vida condominia­l en la corrupción y la preservaci­ón de hilos de impunidad transexena­l. En suma, a falta de un pacto social que hiciera posible la convivenci­a entre los distintos sectores sociales y productivo­s, el régimen neoliberal instauró el pacto delincuenc­ial que hizo estragos en todos los ámbitos de la vida pública y que acabó por ser derro-

Se desea que la Guardia Nacional sea un cuerpo eficiente y respetable

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico