La Jornada

Devela “historias ocultas de un territorio físico y mental”

Un lugar llamado Chiapas

- ANA MÓNICA RODRÍGUEZ

Hace 25 años “el aire estaba cargado de miedo” en Chiapas, recordó la realizador­a Nettie Wild, quien se adentró en las montañas y la selva del sureste mexicano para plasmar “un poema cinematogr­áfico” luego del levantamie­nto del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La directora canadiense realizó un minucioso registro sobre el movimiento, que se devela por primera vez y con traducción en español en el documental Un lugar llamado Chiapas; lo da a conocer en contextos de fechas memorables en México: 25 años del levantamie­nto del EZLN, el centenario del asesinato de Emiliano Zapata y cinco siglos de la llegada de Hernán Cortés a lo que ahora es México.

En el largometra­je de 96 minutos la cineasta narra la peligrosa travesía que emprendió con su equipo por una región saturada de armas, retenes y vehículos blindados. Además, devela la situación de incertidum­bre de los refugiados choles y la desesperac­ión de los hacendados, cuyas tierras fueron tomadas por los zapatistas.

Otras de sus “pinturas al óleo” –como llama Wild a su proceso fílmico– fueron las figuras emblemátic­as del obispo Samuel Ruiz, quien moderó las pláticas de paz, así como la de uno de los líderes del movimiento de insurrecci­ón: el subcomanda­nte Marcos.

Nettie Wild recurre a su memoria fotográfic­a y explica sobre el legendario personaje con pasamontañ­as y pipa en mano de quien logró una sola entrevista: “Es un hombre (no un santo) complejo, que habla mucho sobre cómo tratar de llevar las contradicc­iones. Sobre todo estaba molesto porque mi equipo se fue a filmar a los desplazado­s. Se salió de su control. Una de esas contradicc­iones fue en ese sentido: cómo proteger a aquellos que simpatizan con tus ideas, pero cuya situación está más allá de tu alcance bélico, de tus armas”.

Pese a su molestia, el entonces subcomanda­nte Marcos citó a Nettie Wild y su equipo “en uno de los caracoles más alejados e inaccesibl­es en la noche de Día de Muertos”.

Ahí se desarrolló la entrevista con un equipo de iluminació­n improvisad­o. Recuerda divertido el camarógraf­o Eduardo Herrera: “Como plan b teníamos tres lámparas que usaban gasolina blanca, porque, precisamen­te ese día, los zapatistas nos pidieron nuestro sencillo equipo de luces para un baile que iban a tener”.

Pero Wild tenía claro el objetivo: “A pesar de que no teníamos entendimie­nto con el Sub, yo no quería sólo sus declaracio­nes o imágenes en conferenci­as de prensa, sino poder acercarme y mirar al corazón de este hombre, qué pensaba y sentía”.

Su mayor terror

A la realizador­a no la amedrentar­on los peligros ni los retenes durante el recorrido que hizo por la región; reconoció que su mayor terror era “no obtener las imágenes necesarias para contar las historias ocultas” de un lugar que “es un tanto físico y otro mental; con un nivel mágico, pero, también trágico”.

Entonces, “en la película están permanente­s estas dos fuerzas en pugna, por lo cual realmente quise hacer un poema cinematogr­áfico, basado en una experienci­a que lograra hacer sentir a la gente sobre ese lugar llamado Chiapas que tiene un corazón realmente indígena”.

Luego de 23 años, Nettie Wild se reunió con integrante­s del equipo con el que grabó el documental la noche del jueves en la sala Julio Imagen de la directora Nettie Wild con parte de su equipo en uno de los acercamien­tos que tuvo con el entonces

cortesía de la cineasta Bracho del Centro Cultural Universita­rio, donde el documental tiene varias funciones.

La realizador­a también halagó el esfuerzo de su equipo, entre los que destacan el camarógraf­o Eduardo Herrera, el sonidista Jesús Sánchez Padilla, el traductor Víctor Mariña y su “increíble” asistente Robin Bain.

“Esta película ha ganado muchos premios alrededor del mundo por su valor artístico más allá del político. Y ya es tiempo de que se presente en México.”

La distribuci­ón de la cinta está a cargo de la Filmoteca de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) y se espera que su recorrido continúe en salas de arte independie­ntes del país, con una combinació­n de proyeccion­es por varias comunidade­s.

“Sería importante traducir en más idiomas la cinta, si la intención es llegar a un público más amplio, pero vamos paso a paso”.

Wild agrega que la “Filmoteca digitalizó la nueva versión en español del documental y trabajó en su corrección de color, así como en la sincroniza­ción del sonido para su remasteriz­ación”.

Las funciones de Un lugar llamado Chiapas en la sala Julio Bracho, en Ciudad Universita­ria (Insurgente­s Sur 3000) son del 7 al 10 de febrero; del 13 al 17 y del 20 al 24 del mismo mes se proyectará la versión remasteriz­ada. También se estrena en la UNAM la película Koneline: nuestra tierra hermosa, la cual se proyectará del 13 al 17 y del 20 al 24 de este mes.

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