La Jornada

Una izquierda de valores

- GUSTAVO GORDILLO

Puede configurar­se un polo de izquierda que articule luchas sociales, apele a las clases medias y atraiga a sectores del empresaria­do sin que pierda su convocator­ia central hacia las clases populares? Sí, pero sólo a partir de una profunda transforma­ción cultural de las izquierdas. Se necesita otra manera de percibir la política. Otra forma de vincular la lucha electoral con el ejercicio parlamenta­rio y con las reivindica­ciones sociales. Otra manera de gobernar para reducir la desigualda­d desde el ejercicio pleno de la democracia.

Para las izquierdas partidista­s y sociales el punto de partida tiene que ser cuál es su perfil propio.

Éste se construye desde el discurso y tiene al menos tres componente­s: qué rumbo se propone, con qué medios se plantean alcanzarlo y con cuál basamento ético se compromete­n frente a la ciudadanía.

El rumbo es una imagen, un sueño, una utopía. Los medios son la propues- ta programáti­ca. El basamento ético es un compromiso medido en conductas, en formas de hacer política.

Las izquierdas deben asumirse como una izquierda de valores. Con los valores clásicos de las izquierdas modernas: libertad y justicia, respeto a la diversidad, laicismo, promoción de la competenci­a y la solidarida­d. Pero con un valor central: la promoción de la autonomía de individuos, comunidade­s y asociacion­es. Es decir, contraria a toda forma de clientelis­mo.

Las izquierdas deben asumir el compromiso de la máxima publicidad a sus actos y de rendición de cuentas a los ciudadanos desde sus organizaci­ones, desde el gobierno, desde los órganos de representa­ción.

Propongo como punto de partida programáti­co de las izquierdas la definición de Norberto Bobbio sobre la democracia de los modernos, es decir, “la lucha contra el poder desde arriba en nombre del poder desde abajo, y contra el poder concentrad­o en nombre del poder distribuid­o”.

¿Por qué incursiono en esta discusión en este momento? Por las caracterís­ti- cas que empieza a despuntar el cambio de régimen.

Tres temas marcan este régimen: centraliza­ción administra­tiva, concentrac­ión política y cambios en el quehacer político. Todos, definidos por una triple derrota.

La derrota de la modernizac­ión económica se expresa en la incapacida­d de inclusión social y productiva para la mayoría de la población.

La derrota de la modernizac­ión política ocurrió porque, eficaz para desmantela­r los tres pies del régimen autoritari­o: el presidenci­alismo, el partido hegemónico y la primacía de las reglas políticas informales frente a la normativid­ad formal, fue incapaz de sustituirl­os.

El presidenci­alismo se transfigur­ó en un Ejecutivo acotado, pero no por los otros poderes constituci­onales, sino por los fácticos. El partido hegemónico fue sustituido por un pacto oligárquic­o entre tres, cuyo lubricante fue el reparto de recursos públicos. Las reglas informales continúan imperando al lado de un activismo legislativ­o de leyes aprobadas, pero no acatadas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico