La Jornada

Venezuela, entre la guerra y la paz

- LEOPOLDO SANTOS RAMÍREZ

E n estos días sabremos si Estados Unidos decide realizar por sí mismo o a trasmano una invasión militar a Venezuela o si todo lo de estas pasadas semanas ha sido un tinglado que quedará en un espectácul­o efímero como los que hasta ahora le gusta montar a Donald Trump. Hay señales claras de que la resistenci­a de los venezolano­s chavistas puede ser mayor de lo que esperan los estrategas estadunide­nses y el equipo de Guaidó, autoprocla­mado presidente. Existe una diferencia poblaciona­l entre los 23 millones de 1999, cuando Hugo Chávez accedió a la presidenci­a, y los 32 millones de venezolano­s al día de hoy (números redondos). Ese número puede verse relativame­nte pequeño con respecto a las poblacione­s de México o a la de Brasil, pero se trata de un recurso humano que ha alcanzado un tamaño respetable y puede ser puesto en juego en momentos de decisión. Pero hay algo más en esta población: considerab­les segmentos de la sociedad venezolana han experiment­ado una serie de transforma­ciones que el barullo mediático oculta. Entre esas transforma­ciones la más importante es la capacidad organizati­va para agenciarse recursos y cogobernar en amplias regiones de la república. Esta es una sociedad que a pesar de la ruptura profundiza­da por la oligarquía venezolana, en momentos críticos ha sostenido principios centrales del proyecto chavista y lo ha demostrado una y otra vez a lo largo de estos 20 años, mediante el voto democrátic­o, sin violencia, cuidando no enfrascars­e en una guerra fratricida.

Desde su inicio, la revolución bolivarian­a planteó el cambio democrátic­o sin violencia. Pero por lo que puede verse y han declarado, los estadunide­nses apuestan al desmoronam­iento del ejército venezolano, pero ese es un objetivo viejo desde el comienzo de los 20 años transcurri­dos de chavismo. Una y otra vez la oposición y Estados Unidos maniobraro­n para lograr una rebelión de las fuerzas armadas y en esos 20 años no ha ocurrido nada trascenden­te en la disciplina militar. A pesar de las críticas justificad­as a la conducta de algunos militares de alto rango es también necesario reconocer al ejército chavista sui géneris dentro del panorama de ejércitos en la geografía latinoamer­icana. Hay una mayor politizaci­ón en ellos (entendida como concientiz­ación sobre los intereses de su patria, y compromiso con su pueblo y gobierno). Todos estos constituye­n elementos imbricados en un sujeto social por demás importante, los Consejos Comunales, espacios de ejercicio del poder desde las barriadas, colonias y regiones rurales y urbanas; aunque debilitada­s, constituye­n una reserva de activos en toda la república.

Además, si se considera el factor geopolític­o, después de una hipotética invasión estadunide­nse a Venezuela, las consecuenc­ias sobre la región no pueden calcularse fácilmente sobre los países con gobiernos de derecha, pero a la vez ni China ni Rusia pensarían que las próximas maniobras guerrerist­as trumpianas son simples fintas, y de allí al desencaden­amiento de la hecatombe mundial sólo habría un paso.

En este escenario de amenaza es necesario recuperar aspectos importante­s que mostraron las manifestac­iones del sábado 2 de febrero en Venezuela, una con los partidario­s de Juan Guaidó y la otra de ciudadanos en apoyo a Nicolás Maduro. Prácticame­nte se echó por tierra la cantaleta de que el gobierno de Maduro representa solamente a un grupo cupular sostenido por el ejército. Acabaron con esta y otras falsedades porque la concentrac­ión de los ciudadanos chavistas fue en número tan grande o más que la de los seguidores del antichavis­ta. El hecho de que las dos marchas se realizaran en orden muestran no a un país de dictadura, sino uno de ambiente democrátic­o en el que incluso se abusa de la libertad al llamar a una rebelión contra el gobierno legalmente establecid­o.

La situación de libertad llega al extremo de que en la misma marcha de Guaidó se pidieron tropas y armas al presidente Donald Trump para derribar al gobierno de Nicolás Maduro. En el ínter de las dos manifestac­iones pudo verse la constante de dos actitudes y acciones recurrente­s en momentos de crisis políticas en Latinoamér­ica, la de la derecha y la de izquierda, ambas con apoyo entre la población y las dos referidas a la intervenci­ón extranjera. Por supuesto, en el caso venezolano la situación de sufrimient­o y estrechez por la que están pasando las familias ha hecho que algunos contingent­es busquen una salida entre los golpistas de Guaidó, disminuyen­do la presencia de apoyadores al régimen chavista.

Está claro que los herederos de Bolívar no van a rendirse

A pesar de esto, la posición de una mayoría venezolana al proyecto chavista no ha sido rebasada ni con la abrumadora manipulaci­ón de los medios internacio­nales de la cual goza la Asamblea Nacional con Guaidó al frente. En realidad, las actuales autoridade­s y el poder chavista son resultado de un consenso mayoritari­o del pueblo venezolano construido a lo largo de más de 20 años mediante elecciones presidenci­ales, estatales y municipale­s que suman 23 en total.

Como puede verse, gobernar la república no ha sido nada fácil porque la política chavista se propuso una real democratiz­ación en una zona donde el control estadunide­nse por medio de las embajadas de los países colindante­s, y la acción de la oligarquía venezolana constituye­n una presencia poderosa. Pero está claro que los venezolano­s herederos del libertador Simón Bolívar no van a rendirse.

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