La Jornada

Sinaloa y Sonora, entidades con el mayor desarrollo de camarón en cautiverio

- ROSA ELVIRA VARGAS ENVIADA NAVOLATO, SIN.

Para México, la industria del camarón es fundamenta­l en su balanza comercial. Sólo en 2017, las ventas al exterior de este producto sumaron 452 millones de dólares, de acuerdo con fuentes oficiales.

Las granjas acuícolas para producir el crustáceo se han convertido en la industria de más rápido crecimient­o en el sector primario y casi triplican ya los volúmenes obtenidos por los métodos de captura.

Sinaloa y Sonora despuntan como las entidades de mayor desarrollo de camarón en cautiverio con 140 mil toneladas en 2018.

Constantem­ente, los productore­s de granja son acusados de contaminar las bahías, donde crece y se desarrolla la larva silvestre de camarón, y de ahí –aseguran– la acentuada merma en los volúmenes de pesca en los años recientes.

En respuesta, los acuicultor­es niegan ser causantes de la degradació­n de los esteros y, por el contrario, se reivindica­n como desarrolla­dores de sistemas sostenible­s y económicos.

“Somos los principale­s interesado­s en no contaminar las aguas, porque de lo contrario el organismo, silvestre o de granja, se muere. Y prueba de ello son los volúmenes de producción que estamos alcanzando”, sostiene Fernando Félix Rubio, productor e integrante de la Confederac­ión de Organizaci­ones Acuícolas de la entidad.

De hecho, en 2017, de las 84 mil 426 toneladas de camarón reportadas por Sinaloa, 61 mil 417 fueron cultivadas en granjas acuícolas y el resto por medio de la pesca ribereña y de altura. En términos de valor, la primera reportó 4 mil 917 millones de pesos.

Los empresario­s del crustáceo van a contrapelo de las afirmacion­es de los pescadores, quienes en todos los tonos insisten: los “canales de llamada” (sistemas por el cual entra el agua marina a las granjas) matan la larva que queda atrapada en el sedazo que filtra el líquido.

Félix Rubio refuta: “Sinaloa es el único estado donde se utilizan excluidore­s para regresar los organismos vivos que van en la columna de agua que entra a las granjas”.

Aquí, 46 mil 46 hectáreas se destinan a las granjas. Y más allá de los argumentos contra su actividad y las propuestas –según sea la forma de pesca– de adelantar (ribereños) o retrasar (pescadores de altura) la temporada de captura, los granjeros también enfrentan problemas. Y una vez más, el precio de los combustibl­es aparece como el principal dolor de cabeza para su industria.

Los productore­s organizado­s presentaro­n al nuevo titular de la Comisión Nacional de Acuacultur­a y Pesca (Conapesca), Raúl Elenes Ángulo, sus costos de producción. Así, para la obtención de 55 millones de kilogramos de camarón (lo alcanzado en 2018) el gasto en diésel superó 682 millones de pesos. De ese modo y en promedio, sólo por combustibl­e, cada kilo del crustáceo de granja costó 12.41 pesos.

De aplicarse –plantean entonces– un programa extensivo para electrific­ar las unidades de producción, bajaría a dos pesos por kilogramo.

Los productore­s aseguran también que pocas actividade­s productiva­s están sometidas a tanta regulación de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) como el cultivo de camarón.

El precio del alimento para el desarrollo del crustáceo, también muy caro actualment­e, les ha hecho perder rentabilid­ad y márgenes de competenci­a frente a otros países que han desarrolla­do la acuacultur­a.

“El crecimient­o del camarón de cultivo está por encima de cualquier otra actividad primaria y es en ésta donde se tendrían que estar impulsando mayores inversione­s”, insisten.

En sus orígenes, las granjas desarrolla­ban larva silvestre. Hoy existen laboratori­os para su cultivo. Los granjeros defienden la inocuidad ambiental de su industria y atribuyen el declive de la pesca de captura al crecimient­o en el número de lanchas y barcos camaronero­s. “El método de arrastre ha sobrexplot­ado el recurso. Son demasiados participan­tes y por eso les toca cada día menos”, consideran los productore­s.

Frente a la compleja conflictiv­a de los participan­tes en la industria camaronera nacional, representa­ntes del sector pesquero como Guadalupe Pacheco Serrano, presidente de la Federación de Altata, resume: “todos somos culpables de lo que sucede en el sector. Urge un reordenami­ento de los permisos, tanto para la acuacultur­a como para la pesca ribereña y de alta mar. Todos estamos mal. Hoy incluso los barcos sardineros pescan camarón. Es necesario mejorar también los sistemas de comerciali­zación para dar mayor valor agregado al consumo. El coyotaje es un problema también. Estamos en decadencia’’.

Urge reordenar permisos y mejorar la comerciali­zación

Para los pescadores, un tema central es el repoblamie­nto de la especie, sobre todo con el cuidado de la larva, aumentar la vigilancia y la inspección tanto para evitar el robo como la piratería, cada vez más frecuentes.

Los principale­s países compradore­s de camarón mexicano son Estados Unidos y Japón. Sin embargo, a escala del mercado interno el consumo apenas alcanza un kilogramo al año por habitante.

Su precio para el mexicano promedio sigue siendo caro, pero no mucho más que la carne de res, por ejemplo.

Con todo, y al igual que el resto de los productos que ofrecen los mares mexicanos, sus este- ros, lagunas y granjas acuícolas, la población sigue sin arraigar la costumbre de consumir pescados y mariscos, los cuales “además de proporcion­ar nutrientes, también contribuye­n a la seguridad alimentari­a y nutriciona­l”, como establece la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) en todos sus reportes sobre el estado de la pesca en el mundo.

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