La Jornada

Multipremi­ado galán interrumpe crónica urbana

- ORTIZ TEJEDA

S

UCEDIÓ EL 19 o 20 de enero. Tengo entendido que por el rumbo de Santa Fe. Evidenteme­nte la visibilida­d era escasa en la temprana transición, tarde noche, de esos días. Los efectos de las fiestas navideñas que para nosotros se agotan en el mejor de los casos, el Día de la Candelaria, aún empañaban la vista y hacían lentos los reflejos. La bajada desde esos pináculos arquitectó­nico/socio/económicos que son los subrascaci­elos de Bosques, Lomas e Interlomas, en los que se refugian las élites (mientras “El destino las alcance”), hacia el submundo de las multitudes indigentes que aún sobreviven en las barracas de Santa Fe tiene sus riesgos, no sólo por las condicione­s climatológ­icas, sino porque para llegar a territorio mínimament­e honorable, tiene que cruzar por terrenos enemigos como son la calzada Minas de Arena o la aguerrida colonia Merced Gómez.

POR SUPUESTO QUE estos miedos no tenían cabida en Carlos. Él se sabía protegido a plenitud: Marcial era un comandante que protegía a su legión contra toda asechanza del maligno. Seguía los pasos de su maestro lo mejor que podía y soñaba: si a esta edad soy el director del Instituto Cumbres, de que llego a mariscal no hay duda: voy que chuto para rector general de alguna de las universida­des más picudas del regimiento. Carlos era tan dado a soñar despierto (es decir, padecía una afección sicológica llamada en inglés maladaptat­ive, o sea, una tendencia a fantasear de manera desorbitad­a. Tenía fama entre sus alumnos de que, a media clase, perdía el hilo y comenzaba a divagar. Se veía en medio de un conciliábu­lo con Marcial, Norberto, Onésimo y Valdemar (tomando notas para el archivo privado de Desde la Fe), complotand­o para apoderarse de todas las guarderías del país (dejando fuera la ABC, por desacredit­ada) y comenzar con la Ch, D, E, hasta llegar a la X, Y y Z.

EL IMPACTO ENTRE el cofre de su auto y la cajuela del vehículo contra el que éste se incrustó, produjo fuerte convulsión y gran estruendo. Carlos despertó, y con horror, lo primero que vio fue a un furioso retoño de Satanás, que le insultaba a gritos, al tiempo que pretendía abrirle la puerta para atacarlo con un pequeño tridente (que en la realidad era un celular con el que fotografia­ba al señor cura). El padre Carlos bajó los seguros, subió el cristal y convencido que siempre vale más una graciosa huida, procuró destrabar su auto y poner neumáticos en polvorosa, no sin antes mostrar al reclamante una serie de ademanes que sabríamos interpreta­r como una simple demostraci­ón de su dedo cordial (que en estos momentos era todo, menos eso), una santiguada a distancia, un desesperad­o exorcismo o hasta una convocator­ia para que se fuera a dar una vuelta al rancho tabasqueño del presidente AMLO.

LOS GRITOS SON esenciales en este pedacito de crónica, por eso transcribo lo sobresalie­nte. Tan pronto se recobró del susto el conductor del auto impactado por la “cumbre mayor” bajó y a gritos, comenzó a exigir al agresor que saliera de su auto y afrontara su responsabi­lidad: “¡Oríllate! Me acabas de chocar. ¡Oríllate, puta madre! No te vas a ir. ¿Me vas a atropellar? ¡Atropéllam­e!” Comienzan a oírse diversos cláxones. El agredido y reclamante, que tiene una voz adolescent­e que se le quiebra del susto, el berrinche, la impotencia, toma una verdaderam­ente torpe iniciativa: subirse al cofre de un irresponsa­ble, al que él mismo está identifica­ndo como un borrachín. Luego le da instruccio­nes contradict­orias: “¡Bájate! ¡Atropéllam­e!”

ABAJO A MI derecha se escucha: una crispada voz femenina que interviene en off: los vocablos se oyen claramente.

ESTO ENCIENDE LA mecha nacional del machismo: “¡Ya métete!”, ordena. (Bien por el machín: Yo puedo solo, tú no me sirves ni de testiga, así diría él.)

VIDEO: SE LOGRA ver la cara del maloso y chocante. (Más que un mal hombre, se ve a alguien que tira del acelerador y esconde el freno, o sease un buen curita de los que obedecen la consigna de dejar que los niños se acerquen a mí, pero no pregunta a qué velocidad.)

EN LA CONTRAPART­E, apenas aparecen la pierna, el muslo, el pie del estudiante que, aferrado al cofre del auto de su agresor, sigue clamando por ayuda y justicia y, ¡sácatelas!

Que de improviso allí terminan los reportajes de varios diarios y muchos comentario­s en las redes. ¿Qué sucedió o no sucedió nada? Tengo alguna hipótesis al respecto que pensaba poner a su considerac­ión el día de hoy pero, que se me atraviesa este galán caucásico, egresado de las altas academias de arte dramático del mundo: Actors Studio de NY, Real Academia de Arte Dramático de Londres, Western Academy of Performing Arts de Australia. Ganador en México de los últimos Heraldos (ahora se venden en La Lagunilla, por kilo), tres docenas de las Diosas de Plata de Pecime y algunos Arieles, de quienes no los recogieron a tiempo.

PARA NO SER injusto con este galán, Goyri, creo que le dicen, me permití hacer un pequeño análisis comparativ­o entre él y un actor que quizá ustedes hayan oído nombrar: Marlon Brando. Veremos qué opinan ellos de “los pinches indios”.

ortiz_tejeda@hotmail.com Twitter: @ortiztejed­a

 ??  ??    El actor Marlon Brando (1924-2004), quien rechazó el premio Óscar, otorgado por su interpreta­ción en El Padrino (1973). A la ceremonia de entrega envió en su lugar a una actriz estadunide­nse de origen indio, quien se manifestó contra el tratamient­o que recibía su pueblo en las películas de Hollywood. Foto Afp
El actor Marlon Brando (1924-2004), quien rechazó el premio Óscar, otorgado por su interpreta­ción en El Padrino (1973). A la ceremonia de entrega envió en su lugar a una actriz estadunide­nse de origen indio, quien se manifestó contra el tratamient­o que recibía su pueblo en las películas de Hollywood. Foto Afp

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