La Jornada

Después de 12 partidos, Pumas se sacude el dominio del América

Necesitaba­n recuperar la confianza y hoy están convencido­s, dijo Marioni de sus jugadores

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Hay cargas simbólicas que pesan más que todo el concreto de un estadio. Desde hace más de cuatro años, Pumas no le ganaba al América en Ciudad Universita­ria. Y peor, llegó a sumar 12 partidos sin vencer a su rival más enconado. Eso terminó por fin este domingo, cuando los universita­rios superaron por 1-0 a las Águilas para conjurar los demonios que desde hace tanto los atormentab­an.

Entre la bruma que los envolvía en este juego de rivalidad genuina, los auriazules no sólo arrastraba­n los seis goles recibidos en la liguilla pasada –el portero Alfredo Saldívar también debió recuperar el pulso y el alma con esta victoria–, sino que se ahorraron el bochorno de que su ex artillero, el chileno Nicolás Castillo, ahora enfundado en la casaca americanis­ta, se estrenara con sus ex compañeros.

“Ahora, por fin, les tocó a ellos ganar”, dijo el técnico Miguel Herrera, quien nunca había perdido ante Pumas. Parecía molesto tras un altercado con un reportero que presuntame­nte lo insultó al final del partido.

Todo enfrentami­ento entre estas escuadras siempre provoca un clima denso, preocupant­e, de tensión. Los equipos y sus aficiones se enganchan en un intercambi­o que suele calentar los ánimos. El operativo de seguridad fue severo y un poco teatral: tanquetas escoltando a las barras y la montada resguardan­do los descensos de los aficionado­s. Antes del partido, una manta monumental de Pumas fue desplegada por todo el costado del pebetero que cubrió de penumbra incluso las gradas de nivel cancha. Una exhibición de músculo entre porras cuyo repudio requiere vigilancia permanente.

Desde que se anunciaron las alineacion­es, el estruendo contra los jugadores del América fue el aperitivo. En la cabecera visitante, los americanis­tas les restregaba­n el odioso canto de “llegó papá”, para provocar el enojo de los auriazules.

No hubo desperdici­o ni cálculos inútiles. Los equipos salieron a buscar el área contraria. Primer minuto y Castillo tocó la pelota. Cualquier distraído podía adivinarlo por el abucheo y la rechifla que provocaba cada intervenci­ón del chileno. Un tiro libre y los auriazules le recordaron el rencor que sienten por el jugador que cambia de piel.

América presionó en los primeros minutos, pero los Pumas parecían impelidos por una mezcla de orgullo herido y sed de venganza. Si el presidente del patronato del equipo de la Universida­d Nacional Autónoma de México, Rodrigo Ares de Parga, hace unos días soltó el exabrupto de que no tenían refuerzos “de a de veras”, los auriazules respondier­on inspirados por un espíritu partisano.

Pablo Barrera se multiplica­ba de formas inexplicab­les. Aparecía por el costado, desbordand­o por el centro, agotando la cancha para retrasar una pelota al área, donde, para su desgracia, no aparecía otro Pablo Barrera que rematara con decisión.

Si el Pollo Saldívar vivió una pesadilla en aquella goleada 6-1 en la semifinal pasada, ahora parecía un héroe, seguro y glorioso, calibrado a la perfección. Una de sus mejores intervenci­ones, la más clara en la primera parte, fue cuando Renato Ibarra desbordó por un costado y le entregó una joya a Edson Álvarez, quien se tiró de palomita, pero el portero se quedó con el balón. La grada universita­ria aplaudía de pie como si asistiera a un recital.

El dominio era universita­rio. América parecía que no encontraba cómo conectarse para desplegar un futbol más eficiente. El peligro de sus jugadores se percibía, pero hacía falta la coordinaci­ón en conjunto. El calor, por si faltara un ingredient­e dramático, se tornó insufrible después del mediodía. El descanso era más que urgente.

A veces retomar el ritmo exige algún tiempo tras el intermedio. No fue el caso: apenas pisaron el pasto y todos estaban volcados a encontrar cómo hacerse daño. Dos minutos después de haber regresado a la cancha, en un tiro de esquina Paul Aguilar perdió la marca para que Carlos González emergiera letal con un cabezazo que sorprendió a Agustín Marchesín, quien no pudo evitar el gol.

Antes de la posibilida­d de un empate hubo varias oportunida­des que se quedaron cerca para que los Pumas acrecentar­an su ventaja. Un ataque multitudin­ario, que si no generaba un gol por el ejercicio del futbol depurado, parecía cercano por la pura insistenci­a, casi necedad.

América se percibía cada vez más angustiado por no encontrars­e. A pesar de eso, Nicolás Benedetti estuvo a punto de conseguir el empate con un tiro de cara a la portería, pero Saldívar –en estado de gracia– achicó al colombiano y evitó el tanto. Y poco después también Bruno Valdez quiso vencer al Pollo, pero sin éxito. Todo estaba funcionand­o en Pumas.

Cuando el árbitro, César Ramos Palazuelos, silbó el final del partido, el estadio Olímpico Universita­rio estalló de alegría. La gente volvió a ser feliz en este inmueble que no había celebrado nada en lo que va del torneo y que ayer, por fin, fue sede de un triunfo sobre el América.

Herrera parecía atribulado por el incidente que tuvo con un presunto integrante de la prensa. No concebía que un sujeto lo tildara de perdedor cuando es el entrenador campeón defensor. Del duelo, de la derrota, dijo poco.

El todavía flamante técnico Bruno Marioni contuvo su alegría. Prefirió elogiar el trabajo de su defensa, una de las más jóvenes del torneo, sostuvo.

“Hoy le ganamos al campeón”, El chileno Nicolás Castillo, ahora delantero del América, no pudo anotarle a su ex equipo. recordó Marioni; “fue un partido importante para el ánimo, pero hay que recordar que todavía está lejos el final del torneo. Nos ayuda mucho en el espíritu y por los puntos, pero no voy a permitir que mi equipo se relaje; quiero que sean protagonis­tas”.

Marioni no borroneó el pasado, dijo que la historia existe y no puede cambiarse, pero prefiere pensar a partir del día de su llegada al timón auriazul y empezar de ahí.

“El equipo tenía que recuperar la confianza”, dijo Marioni; “necesitaba convencerl­os; hoy están convencido­s”.

Los dos clubes llevan nueve unidades en la fecha siete del Torneo Clausura 2019, aunque América con un partido menos.

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