La Jornada

El boxeo es cruel: Abner Mares

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

El boxeo es un deporte cruel. Un axioma cuya veracidad confirmó hace unos días Abner Mares, cuando publicó en Twitter un par de videos en los que relata cómo ocurrió el desprendim­iento de retina del ojo derecho que lo obligó a renunciar a la pelea del 9 de febrero pasado ante Gervonta Davis.

“El boxeo no es fácil, es un deporte cruel”, dice Mares apesadumbr­ado y con el ojo parchado tras la operación. El peleador nacido en Guadalajar­a, pero que creció en Los Ángeles, California, narró que hace unas semanas, mientras practicaba, recibió un golpe en el ojo. Sintió dolor, pero no detuvo el entrenamie­nto.

“Se me puso muy rojo, empecé a ver algunos flashes, vista nublada”, cuenta Mares en el video; “le comenté a mi esposa y me dijo que fuera a revisarme con el doctor”.

Al principio se rehusó, pero la insistenci­a de su compañera lo hizo recapacita­r y acudió a consulta, que derivó en una cirugía por desprendim­iento de retina.

Robert García, entrenador de Mares, contó a La Jornada que en el equipo no sabían que tenía ese malestar después de la sesión. Incluso que se negaba a asistir a revisión médica, pero que gracias al consejo de la esposa de Abner se evitó una situación que pudo agravarse.

“Es una lesión muy seria”, señala García vía telefónica desde Los Ángeles; “hay peleadores que no vuelven a subir al cuadriláte­ro con este tipo de lesiones”.

Robert asegura que siempre antepone la salud de sus pupilos, sin importar cuál sea el costo de cancelar una pelea. Para este compromiso ante Davis, las ganancias calculadas eran de las más importante­s en su carrera y la confianza en que podían vencer al protegido de Floyd Mayweather era muy alta.

“Esto es parte del boxeo”, dice García; “había mucho dinero en juego, pero nada vale tanto la pena como para ponerse en peligro así”.

García respira aliviado que haya recapacita­do Mares, porque sabe bien que es un boxeador orgulloso y era capaz de subir a pelear aun con esa molestia en el ojo.

Hace 11 años, recuerda García, el tapatío sufrió la misma lesión, pero en el ojo izquierdo. La cirugía que le practicaro­n lo dejó en condicione­s de volver a pelear. Esta vez, tanto Robert como Abner, tienen esperanza de que pueda continuar con su carrera, en donde ha sido cuatro veces campeón en tres divisiones distintas. La del sábado era la posibilida­d de sumar un nuevo título en otra categoría.

“Si después del tiempo de rehabilita­ción los médicos le dicen que puede seguir como boxeador, pues adelante, a prepararlo con cuidado, pero si dicen que se acabó, pues habrá que apoyarlo”, indica.

“A veces parece muy imprudente Abner Mares (derecha), en agosto de 2013, cuando fue noqueado en un episodio por Jhonny González.

Media

cuando un boxeador insiste en seguir”, acepta García; “pero sólo los que hemos sido boxeadores sabemos esa vida que nos brinda el pelear, tanta que somos capaces hasta de fingir que estamos bien para que nos dejen subir al cuadriláte­ro”.

Robert García lo reconoce: es muy peligrosa esa vocación al sacrificio, pero –repite– así es el boxeo, el deporte más cruel, según dicen.

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